Cuando el próximo domingo, día 6 de junio, fiel a una multisecular tradición, Cártama y los devotos de la hoya guadalhorcense y la provincia de Málaga, la retornen a Ella en olor de multitud a su coqueto ---y pleno de misterio ancestral---, Santuario, resulta insoslayable a fuer de amor al pueblo que la cobija y a un arraigado sentido de la historia y la tradición ---legado de nuestros mayores de cuyos hálitos está impregnada la Sagrada Imagen guadalhorceña---, repetir, una y mil veces, tal una bella canción popular, esa cantiga mariana, la más hermosa de la historia de España, llevada a cabo por un genial cantor de versos, su ayudante escénico y una diminuta imagen de la Nazarena Virgen María en su advocación de los Remedios por tierras de allende los océanos. Cantiga mariana en carne, nervio y corazón y no fabulada, sin quitar mérito a éstas, como las que nos legara los primigenios poetas de los Conventos de Silos y San Millán de la Cogolla, en donde nació la lengua castallana cantándole a la Virgen los Berceo, los Alfonso X, u hueso las cantadas por los primigenios poetas del Mester de Clerecía, tales Berceo, Alfonso X el Sabio, ó, el Marqués de Santillana. Es una joya lírica de la que es propietaria, y avalora su devenir histórico, Cártama; y los pueblos de toda la Hoya del Guadalhorce, y por ende, España, pues, ni más ni menos, somos una hermosa tesela del amplio y variopinto mosaico que es España.
Sería empeño prolijo, aunque la amistad me impulsa a ello, definir aquí la personalidad humana y humanísta, de Rafael Inglada: Escritor, poeta, dibujante y, Amigo. De él, en el prólogo a su obra, "Picasso:30 visiones", Juan Manuel Bonet dijo: " ...Pocas personas de las que conozco me dan esa impresión... de pasión por cuanto, de entrega a las mejores aventuras de la poesía, el arte, el libro, la investigación..." Inglada es uno de los artífices que implantaron en Málaga el Museo Picasso; pero, lo más entrañable reseñable para mi en estos momentos, es que esta singular criatura está ligada a Cártama a través de una enorme poetisa de esta tierra, a la que sin lazos de sangre entrambos, él llamaba "tita Antonia". Hablo de la poeta y amiga mía del alma (q.e.p.d.), Antonia López Cisnero, que un día me poresentara en su estanco de frente a la Aduana en Málaga, el común smigo, escritor de noble cepa, Manuel Téllez Laguna. Ella pasaba temporadas enteras en Cártama junto a los sotos nemorosos del río Fahala, filial del Guadalhorce, con su familia, "Los Tomisa". Allí soliviantó su estro poético, elevándolo a cotas de armonías inefables, el arrullo estival de la tórtola, el tintinar de las esquilas de las cabrillas careadas en los manchones, el balido del cordero y la exultante naturaleza guadalhorceña. Antes de morir me dejó para incluirla en mi libro, "El juglar y la Virgen Peregrina" (del que un inoportuno aneurisma aortico ha retrasado su publicación, aunque ya inminente), poemas dedicados a Ella y a su juglar bueno, que Antonio, poeta cartameña, ella emulaba con su prodigiodsa voz en recitados magníficos.
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