Entre mis poetas preferidos de juventud, uno fue Amado Nervo: Serenidad.- Plenitud.- La amada inmovil.- El arquero divino.- Elevación... De este último poemario, cuando ya la vida me situa en la linde de los 80 años, releo una y otra vez el poema que sigue que, en efecto, hace pensar serenamente y sin miedo:
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui arquitevto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas,
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno,
¡mas tú no me dijiste que mayo fuera eterno!
hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometistes tú solo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Y, del mismo autor:
COMO EL VENERO
Recibe el don del cielo, y nunca pidas
nada a los hombres, pero da si puedes;
da sonriendo y con amor; no midas
jamás la magnitud de tus mercedes.
Nada te dbe aquel al que diste;
por eso tu gratitud esquiva.
El fue quien te hizo bien, ya que pudiste
ejercer la mejor prerrogativa,
que es el dar y que a pocos Dios depara.
Da, pues, como el venero cristalino,
que siempre brinda más, del agua clara
que le pide el sefdiento peregrino.
Eso es este blog, un dar desinteresadamente de lo único que puedo: experiencia de una larga vida de reflesión, vivencias y lecturas.
***
Y mantengo con mi poeta cubano, José Marti:
¿Del tirano? Del tirano
di todo, di más, y clava
con furia de mano esclava
sobre su oprobio al tirano.
¿Del error? Pues del error
di los antros, las veredas
oscuras, di cuanto puedas
del tirano y del error.
¿De mujer? Bien puede ser
que muera de su mordida,
pero no manches tu vida
diciendo mal de mujer.
***
Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortigas cultivo;
cultivo la rosa blanca.