domingo, 26 de septiembre de 2010

UN TESTIMONIO QUE DA FE DE LA GRANDEZA DE UN PERSONAJE DE CÁRTAMA QUE ENSALZÓ A SU PUEBLO POR EL MUNDO ENTERO.HE AQUÍ UNA PRUEBA EN EL TEXTO QUE SIGUE

Tuve ocasión de hablar con don Alvaro Domecq y Díez en varias ocasiones, en su casa de Jerez (en la que incluso almorcé con él y su esposa una vez que yo acompañaba a González Marín que fue a inaugurar en esta ciudad el Teatro Maravilla con un recital suyo) y, en una feria de septiembre en Sevilla. Pese a su alto rango artístico, intelectual y social era un hombre sencillo, atento y afable como todos los grandes hombres. Un caballero. Por él, cuando en mi presencia se lo comentaba a José González Marín, supe cosas maravillosas de la historia moderna de España y América, sobre todo referente al mundo de la fiesta de los toros (él era rejoneador y fundador y dueño, nada menos, que de la ganadería de toros bravos TORREESTRELLA), y, de su boca escuché como sucedió la trágica muerte de Manolete --íntimo amigo suyo y de González Marín) en Linares en agosto de 1.947 en cuyo momento estuvo presente don Alvaro Domecq. De todos los poemas que los poetas le enviaron a González Marín sobre dicha tragedia para que los recitara en los escenarios, Don Alvaro le ayudó a escoger uno de Rafael Duyos que el rapsoda cartameño hizo célebre.

Este tema es suceptible de muchos más amplios y jugosos comentarios que prometo en otra página de este blog. Creo que Cártama, sobre todo su juventud, tiene derecho a conocer todos los aspectos y hechos singulares de nuestra historia profunda y digna de ser conocida, y sobre la que, repito una vez más, podemos estar orgullosos.

En su repertorio llevó siempre un poema dedicado a Don Alvaro Domecq como rejoneador, arte que, en lo poco que lo practicó fue siempre con fines benéficos para mantener un asilo de niños pobres que había creado. Fue, con Cañero, el precursor de la moderna escuela del rejoneo. En una ocasión que fui a visitarle por mi cuenta, me llevó a su finca Jandilla y estuvimos hablando de Pepe González Marín (que ya había muerto), con remembranzas del amigo de ambos, Manolete (¡cuantos testimonios y recuerdos gráficos por doquier en aquel hogar!), sus experiencias humanas y del mundo del toro y del arte de Andalucía varias horas de aquella jornada maravillosa que pasé a su lado con Manuel Benítez Carrasco, el gran poeta Granadino muy ligado a la casa Domecq, al tiempo que recitador imitador de González Marín, al que quiso porque lo dio a conocer en el mundo entero. A González Marín, y por tanto por cesión afectiva a Cártama, Benítez Carrasco escribió este bello soneto de gratitud que incluyo en mi libro, ya a la venta, "CARTAMA HISTÓRICA. EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA" :

Y eché al mundo mi verso...y era un niño pequeño

desnudo y casi muerto de frío;

tú le diste tu manto, tu calor y tu brío,

y mi niño sin risa se me tornó risueño.

Y mi verso tenía la garganta dormida,

caracola sin mares, veleta sin auroras:

y tú le diste tus pájaros y tus albas sonoras,

y cantó mi pequeño con tu voz elegida.

No tenía placeta y tú le diste una:

una placeta de oro sobre tu fantasía,

junto a un pozo de llanto, de sonrisa y de luna.

Y era pobre y mendigo sin alforja ni alero;

pero, tú, campeador único de poesía,

colgándole tu espada, lo armaste caballero".