Este tema es suceptible de muchos más amplios y jugosos comentarios que prometo en otra página de este blog. Creo que Cártama, sobre todo su juventud, tiene derecho a conocer todos los aspectos y hechos singulares de nuestra historia profunda y digna de ser conocida, y sobre la que, repito una vez más, podemos estar orgullosos.
En su repertorio llevó siempre un poema dedicado a Don Alvaro Domecq como rejoneador, arte que, en lo poco que lo practicó fue siempre con fines benéficos para mantener un asilo de niños pobres que había creado. Fue, con Cañero, el precursor de la moderna escuela del rejoneo. En una ocasión que fui a visitarle por mi cuenta, me llevó a su finca Jandilla y estuvimos hablando de Pepe González Marín (que ya había muerto), con remembranzas del amigo de ambos, Manolete (¡cuantos testimonios y recuerdos gráficos por doquier en aquel hogar!), sus experiencias humanas y del mundo del toro y del arte de Andalucía varias horas de aquella jornada maravillosa que pasé a su lado con Manuel Benítez Carrasco, el gran poeta Granadino muy ligado a la casa Domecq, al tiempo que recitador imitador de González Marín, al que quiso porque lo dio a conocer en el mundo entero. A González Marín, y por tanto por cesión afectiva a Cártama, Benítez Carrasco escribió este bello soneto de gratitud que incluyo en mi libro, ya a la venta, "CARTAMA HISTÓRICA. EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA" :
Y eché al mundo mi verso...y era un niño pequeño
desnudo y casi muerto de frío;
tú le diste tu manto, tu calor y tu brío,
y mi niño sin risa se me tornó risueño.
Y mi verso tenía la garganta dormida,
caracola sin mares, veleta sin auroras:
y tú le diste tus pájaros y tus albas sonoras,
y cantó mi pequeño con tu voz elegida.
No tenía placeta y tú le diste una:
una placeta de oro sobre tu fantasía,
junto a un pozo de llanto, de sonrisa y de luna.
Y era pobre y mendigo sin alforja ni alero;
pero, tú, campeador único de poesía,
colgándole tu espada, lo armaste caballero".