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VELADA CULTURAL EN LA CASA CASTILLA -LEÓN DE CARTAMA
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VELADA CULTURAL EN LA CASA CASTILLA -LEÓN DE CARTAMA
El día 9 de abril de 2.005, tuvo lugar en la Casa Castilla-León de Cártama-Estación, la presentación del libro del poeta Antonio Beltrán Lucena, “Seguimos soñando un mundo mejor”. También actuaron amenizando el evento literario, un grupo de jóvenes artistas cartameños. A todos los presentó el también cartameño, Francisco Baquero Luque quien, dictó la siguiente disertación:
“Buenas noches:
Me toca a mí iniciar la velada con esta presentación literaria. Y debo hacerlo agradeciendo, según creo que es el sentir del pueblo de Cártama, a nuestra HERMANADA Casa de Castilla-León la solícita disponibilidad que en todo momento muestra para que, su sede, sea escenario de tertulias y actos culturales como éste que, indudablemente, contribuyen a impulsar la cultura en nuestro pueblo.
Quiero también, desde mi afecto personal, resaltar hoy el abnegado trabajo de la hermana Concha a favor de Cártama, con ese su talante de “fémina inquieta y andariega”, émula de aquella adelantada en la entrega al prójimo que se llamó, Teresa de Ávila.
Entre la siembra y la cosecha hay siempre un inevitable trecho, pero no nos quepa la menor duda de que, la semilla de convivencia que los socios cartameños de la casa de Castilla-León están pintando hoy en la besana de nuestra historia, irán dando cada día mayor y benditas cosechas de armónica cultura popular.
Igualmente debe ser motivo de sano orgullo para nosotros, que los artistas que van a protagonizar esta fiesta lírica, sean cartameños, incluido Antonio Beltrán Lucena, porque haber nacido en Campanillas o en Cártama es mera cuestión de lindes.
En todo caso, nuestra tierra ha sido --- y por ello debemos sentirnos muy orgullosos a ambas orillas del Guadalhorce ---, desde la época de los romanos hasta hoy, pródiga en hijos ilustres y solar de importantes hechos históricos. Evoquemos, muy de pasada porque el tiempo no da para más, que, por ejemplo, cartameñas fueron varias sacerdotisas de la urbe romana, y, según una verosímil leyenda que los siglos han ido diluyendo, la esposa de Pilatos, Claudia Prócula, que según el Evangelista San Mateo conoció a Cristo y fue la única persona que abogó por El ante el Procónsul deicida, parece que nació en la Cartima romana, y no es un atrevimiento mío tal propuesta historiográfica: ya saldrá un libro en el que, con toda prudencia, se intenta fundamentar esta antigua tradición oral. También en el siglo XVII, Cártama dio a la historia de España, entre otros preclaros varones, a los hermanos Altamirano, jesuitas insignes que se codearon con Reyes y Papas (uno de ellos, Lope Luís, aparece en la película “La Misión”). Ya en tiempos modernos, cartameño fue el famoso poeta Enrique López Alarcón, a su vez descendiente de otro cartameño ilustre, José Alarcón Luján que fuera alcalde de Málaga (él hizo la calle Larios), y está enterrado en la Iglesia Parroquial de Cártama. De raíces cartameñas (su madre lo era de nacencia), fue Salvador González Anaya, erudito de la Real Academia de la Lengua, poeta y novelista, quien, a petición de su madre, escribió una novela de sabroso contenido costumbrista sobre nuestro pueblo titulada, “El Llavero de Anica La Pimienta”. Y el universal rapsoda, José González Marín. Y cantaoras y cantaores como Teresita la del Terralo, enorme saetera, y Cipriano Díaz, “Pitana”, que recogió y legó para la historia del flamenco, ya con su personal impronta, los cantes de la “Chirrína”, a la que algunos autores, y yo con ellos, tienen también por cartameña. Y Carbonero, y el hace poco fallecido Ramolichi, y, una larga lista de artistas anónimos, como el Zocato, y el Niño de la Ramona en cuyo Cante de la Trilla se inspiró José Carlos de Luna para reescribir su poema del mismo título. Y, si todo ello fuera poco, de ambas riberas del río es reina de corazones nuestra venerada Patrona, la Virgen de Los Remedios.
Valgan estos escuetos trazos para dar idea de cómo fue antaño esta Cártama de nuestros amores. Si lamentablemente a una tarde de luces lejanas en que resonaron disparos con pavorosos ecos de convivencia truncada, le siguieron unas décadas de modorra cultural e intelectual, hoy va despertando de ese letargo y cuenta ya con una importante nómina de jóvenes universitarios y universitarias, deportistas y artistas que prestigian nuestro pueblo por los rincones de la patria. Esto, a los que hemos vivido una y otra época, nos embalsama el alma.
Representando a esta nueva generación de artistas cartameños, esta noche actuarán para nosotros tres figuras del flamenco, ya consagradas pese a su juventud: El Guitarrista “Niño de la Aljáima”, que ha marcado el paso del cante a grandes intérpretes del momento. María José Santos, creadora del cartameño grupo de baile “Los tarantos”, que cuando baila hace brotar con el aire de su cuerpo, según me cuentan, amapolas y alhelíes. Y, como benjamín del elenco, pero ya consagrado cantaor de cepa, Antonio Luque, “Canito”, apelativo que antaño llevaron su abuelo y el mío, recuerdo a los antepasados que le honra y demuestra tener alma de artista.
Y, Antonio Beltrán Lucena. Además de lo que a renglón seguido voy a semblar de él, yo le tengo anotado algo que, personalmente, valoro en mucho: Es mi AMIGO.
Gran señor por donde se le mire, poeta y flamencólogo, que, por blasón, lleva siempre en el ojal de la solapa de su chamarreta un ramito de “hierbabuena”, y, como símbolo de su nacencia y crianza terruñera, suele cubrir su cabeza con una gorrilla flamenca.
Pocas personas de nuestra comarca ignoran quien en realidad de verdad es Antonio Beltrán Lucena, y todos en algún momento han conocido de sus cantares y decires difundidos a voleo en prensa, radio, televisión, certámenes y libros, de los que esta noche, precisamente, nos presenta el último de los muchos que ha escrito titulado, “Seguimos soñando un mundo mejor.
Siguiendo con su trayectoria humana y artística, Antonio Beltrán lleva el campo, con toda su belleza dramática y multiforme, metido en el fluir de sus venas, porque en el campo vivió y trabajó siempre, y el campo le hizo poeta. Pero como el campo suele empobrecer a quienes en el afincan su vida, él también como tantos otros, un día tuvo que emigrar a la fría Europa. “En Alemania fui emigrante el año sesenta y dos” dice en uno de sus libros. Esta dura experiencia no fue capaz de agostar en su corazón la comprensión, la tolerancia y la benevolencia:
“ ... Que cantando hay que seguí
en guenos y malos tiempos,
aunque a veces esté el sentir
roto por fuera y por dentro..”
Una madura reflexión de tan ásperos avatares y sobre la ascética y a la vez dura vida del campesino, que en perra brega con la dura tierra ha de ganar el pan de cada día, es, repito, tema de su extensa obra, que, como dice Pablo Franco Cejas, prologuista de su citado y último libro, “presenta la descripción verseada de un andalucismo popular”, pero pleno de “valores esenciales de la vida”.
Antonio Beltrán, al igual que las aves canoras, tiene su “queá” (que para más propiedad llama “Er Sírguero”), arrecachada en la ladera de un tibio alcor cercano a Campanillas, villa ésta asentada en el triángulo de confluencia de los dos ríos históricamente emblemáticos de la Hoya de Málaga: Guadalmedina y Guadalhorce.
Y en esa atalaya, con sus pupilas colmadas de paisajes dibujados por el eterno pincel, el numen de Antonio Beltrán Lucena concibe y crea su poesía y su prosa, que es un constante, sencillo y elemental cántico a la vida, a las gentes de ayer y de hoy con sus costumbres.
Pero no elude, ni mucho menos, la denuncia de las injusticias sociales, contra las que clama de esta manera rimada:
“Uníos, ni un paso atrás,
No más niños muertos de hambre,
Instemos a los mandamás
Conviertan misiles y tanques
En arados para labrar.
Falta están haciendo bastantes. ”
Si mal no recuerdo, la obra de este trovador moderno está contenida en 15 libros que le han deparado una “jartá”, (como diría él), de importantes premios que no hay tiempo de enumerar. Su libro, “Seguimos soñando un mundo mejor” (significativo título), nos muestra líricamente toda una geografía de usos y costumbres de las gentes del pueblo liso y llano, del campo y de la ciudad, pero también nos ofrece el radiograma rimado de las flores, de los pétalos del rocío, de la luz del alba, del “pipiár” de los jilgueros, del reventar de la espiga, y, el silencioso lenguaje de la toponimia de nuestros valles, cerros y horizontes guadalhorceños.
Quiero contar, para terminar, una vivencia mía relacionada con su “Seguimos soñando un mundo mejor”: Yo intento dilatar mi vida interior hacia el futuro en alas de la fe, y, prolongarla hacia el pasado actualizando gozosos recuerdos para, así, evadirme virtualmente de la estrecha burbuja del presente. Ensimismado en nostalgias de ese pasado lejano que hoy se me aparece vitalmente pletórico, no ha muchos meses rememoraba yo cuando de zagal ayudaba a mi padre en las faenas camperas: pintando trigo en el surco que abría el arado; en la barcina con la carreta; trillando la parva en la era durante las horas en las que el sol hacía “chirivitas” en los rastrojos; durante la maquila del molino aceitero, comunicado con la casa vivienda a la que inundaba del grato olor de las aceitunas atrojadas y del aceite virgen de los mastrenes ; a la madre guapa a la que ayudaba en el amasijo y cochura del pan; el cuido del ganado en los tinados con rumores de esquilas. Pues bien, cuando el alma evocaba esos hitos de tiempos idos, me preguntaba ¿qué poeta cantará algún día todo esto? Y, que casualidad, días después, cae en mis manos el libro “Seguimos soñamos un mundo mejor”, de Antonio Beltrán, y de inmediato, mi alma rimó con la suya al conjuro de estos versos:
“Aquí un carro faenero,
los avíos pa castrá,
los atavíos de un bandolero
los aperos pa trillá ”
“Aquí un molino de aceite,
el argaíjo pa amasar,
tahona, seaso, arteza,
el jozno pa cocé el pan...”
Y es que Antonio Beltrán, no sólo ha hecho del lenguaje popular, sencillo y atávico, toda una construcción literaria genuina y personal que llega al corazón de las gentes, sino que ha sabido ponernos ante aquella sabiduría natural de nuestros abuelos, que nos lleva a preguntarnos con ELIOT: “¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con tanta Televisión?. ¿Donde está la sabiduría que hemos perdido con tanta desinformación?....
Muchas gracias”.
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