El gran pintor sevillano, José Jimenez Aranda (1.837- 1.903), en su cuadro, arriba insertado, "ESCLAVA EN VENTA", nos retrotrae comparativamente al hoy a lomos de su exquisito arte pictórico; arte e historia son dos soportes esenciales de la cultura.
Nos traslada el cuadro en sentido inverso, a tristes procederes de épocas pretéritas, no tan lejanas, que laceran nuestros sentimientos; pero, hoy, los seres humanos hacemos lo mismo (por acción o cobarde silencio). Eso sí, con métodos más sofisticados (más hipócritas) con nuestros prójimos; basta echar una mirada al "progre" aborto (ahora no se venden los niños, se matan en dilatado genocidio desde fuera de su dulce habitáculo materno introduciendo en el vientre de ésta una larga aguja, mientras como viles asesinos, llamamos a eso progreso y, barbarie, que lo fue, a aquella "venta de esclava").
A propósito, echemos un vistazo físico e intelectual a la actual trata de mujeres, en su mayoría adolescentes, para el mercado de la "prostitución", con empresas - negocios (cárter) de tráfico de cuerpos y almas humanos
Arriba, en toda su esplendorosa juventud desnuda, una joven hace escaparate de su dignidad con un letrero comercial que su "amo" le ha colgado, que reza "SE VENDE...", como si se pregonaran jureles o chumbos.
Seguimos siendo los actuales humanos la misma nota discordante en la maravilla de la creación; los mismos hijos de puta (honoris causa, todas las madres son santas por el merlo hecho de parirnos), los que nos disponemos a destruir el planeta que Dios --¡sí Dios!--nos regaló gratuitamente como ofertorio para una vida armónica que estamos (¡qué hijos de puta!, con perdón), destruyendo.
Ya lo dijo George Bernard Swaw: "Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma" Esto último, humildemente, he intentado con mi crítica artística a una preciosa y sugerente pintura.