Señalaba Descarte, cómo los vicios sociales son progresivos a par del tiempo, y, sólo se atemperan cuando en el cuerpo social surge alguna crisis que sirva de catarsis. Pero, la actual aguda y plural crisis, no se vislumbra, precisamente, como terapia, sino todo lo contrario, se esa ya endémica enfermedad del espíritu que atosiga a España..
Entre esos vicios es actualmente
llamativo por su magnitud asfixiante, el
“yoismo”,
del que se derivan “egotismo”, “egolatrismo”
y, en alguna equivalencia, el “egoísmo”; todos incardinados en la viscosa y pedante ignorancia, la altanería que
deviene en signos de misantropismo
insolidario, exclusivo y excluyente. Y
uno, que es todo memoria y lengua, por prudencia callaito, callaito..., porque,
lo que es decir, los honrados sólo decimos hoy
en España la mitad de la mitad. Todo, y más, a su acomodo, lo dicen los
otros, los políticos.
Es corriente el hecho de que dos amigos o amigas que se
saludan, uno le pregunte al otro por la
salud: “¡Uf tengo unos dolores de
piernas...” , y, el otro, sin dejarle terminar el desahogo que el mismo le
había instado, se lo roba cortándole para enjaretarle “¡Pues arrímate a mi, pa dolores de piernas ¡yooo...! bla, bla, bla...” Y así, se podrían exponer
miles de ejemplos que huelgan porque todo el mundo conoce muchos.
Pero, en donde esta lacra alcanza cotas frustrantes para el común, es
en la desmadrada casta política actual, incrustada
ya, determinantemente onerosa, en el tejido social: Viéneme a las mientes aquel refrancillo campesino de un padre que tenía varios hijos y, uno de ellos,
no servía ni para dar puntas de batatas, ni siquiera llegó a aprender el abecedario, es decir, no tenía oficio ni beneficio, y sólo se ocupaba en echar
barzones. El padre, cansado de las vagancias de su hijo, y temiendo que por
ello deviniera en maleante, le dijo un
día “Tú, a guardar guarros, pues no
sirves para otra cosa, pero no te quiero ver parao ni un día más...”
Ahora, todo el que no sirve para nada en la vida civil, y
más si es premioso de mollera y llevadizo
de personalidad, antes que luego lo enrolan en algún partido político. Es cosa
vista y comprobada, con evidencias hasta en la misma presidencia del gobierno y
alrededores. Por ello, al fulano (a) que de tal guisa se ve aupado, le
embarga la petulancia altanera y, a
quien a su vera se le ocurra opinar, le
mira por encima del hombro, y todo
displicente le corta la plática para endiñarle él su rollo pedantesco aprendido de carretilla, cuyo
sujeto es siempre “yo, yo, yo y ¡yo!...”
o el análogo artículo, mí, mí, mí, mío y
para mí. Estos políticos (as) de hoy son los consabidos espécimen que de nada saben y de
todo entienden, o sea, las más grandes se les van y las más chicas se les
escapan. Pululan en España de la que ya
la han hecho un remedo del Rinconete y Picadillo cervantino. O, ¿es que
el “affaire” de los ERE, Mercasevilla, los 10.000.000 de euros del ala a la hija del virrey. Chaves (Solchaga de por
medio) etc, no avalan mi mención literaria?
Viene a pelo con el
caso, aquella escena en la que don
Jacinto Benavente leía, previo a su presentación en escena, una de sus obras
allá por la década de los cuarenta. El argumento constituía, como el de casi
todas sus creaciones literarias, una
denuncia de los vicios sociales. En el decurso de la lectura salió a relucir el
ramplón vicio a que antes me he referido,
sobre el que el Nobel hizo una caustica exposición. Uno de los contertulios,
aedo afamado, le dijo:”Maestro ¿por qué
no me hace usted un poema para mi repertorio?” Benavente se apartó a un velador cercano y, tras un corto tiempo escribiendo en un folio, confeccionó
un poema que se hizo famoso y aparece en todas las antologías. Y, así nació el
afamado poema:
EL “MEETING” DE LA HUMANIDAD
En el “meenting” de la Humanidad
millones de hombres gritan lo mismo:
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo...!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo...!
¡Cu, cu, cantaba la rana;
cu, cu, debajo del agua...!
¡Qué monótona es la rana
humana!
¡Qué monótono es el hombre
mono!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
Y luego: A mí, para
mí;
en mi opinión, a mi
entender.
¡Mí,
mí, mí, mí!...
¡Vaya, vaya, vaya con los
políticos (as) “modernistas” !Mejor sea
el año, y salvas las consabidas
excepciones que, haberlas, ahílas, y se notan. En todo caso que pesados son los
hombres sapos y las mujeres ranas!. Y, España, se ha convertido en una inmensa y
viscosa charca en donde pululan, estos saltarines y croantes batracios.