viernes, 5 de diciembre de 2014

...Y ALHAURÍN EL GRANDE HIZO JUSTICIA









Los grandes hombres que se distinguieron en alguna noble disciplina con incidencia nacional (e internacional), dan pátina y prestigian a los pueblos en que nacieron, y estos pueblos son deudos de gratitud  hacia ellos, incluso en la memoria después de muertos.
Al respecto, sendos acontecimientos culturales  de enjundia (no de “captavotos” al uso) han tenido lugar estos últimos días en dos pueblos de la comarca guadalhorzana: Coín y Alhaurín el Grande; dos pueblos que, con Cártama y Álora, integraron otrora el corregimiento de las “cuatro villas.
Ambos sucesos, que eran de hacer justicia, tuvieron como motivo rendir homenaje y recordar a dos personajes que, por nacencia o por adopción, estuvieron en vida enraizados en nuestra comarca: Rafael Pérez Estrada y José González Marín. Los dos, virtuosos en la más noble expresión del espíritu: la poesía. Uno como exquisito trovero, de cuyo estro manaba  el verso como el agua clara de un venero.
Rafael Pérez Estrada estuvo asentado en Coínbastantes años, motivo por el que esta Villa ha querido rendirle homenaje en estas fechas a través de la Fundación García Agüera, que, mediante una serie de actos literarios, ha exaltado su figura, su poesía y sus dibujos de corte lorquiano. Rafael (de cuya amistad, como de la de su insigne madre, Doña María Pepa Estrada, y la de su hermano, José Manuel, fui, y soy, beneficiario) era un poeta  genial y una persona exquisita en su trato que eligió, honrándola, (como hizo su abuelo, el preclaro jurista y ministro, José Estrada y Estrada en Alhaurín el Grande), a nuestra comarca para vivir en ella largos periodos de su vida. Un acierto más de mi entrañable amigo, que no sabe olvidar la carga de la gratitud, José Manuel García Agüera, el de organizar este homenaje al que, de todo corazón, me uno. Y, en Coín, se le ha hecho justicia.
Por otro lado, Alhaurín el Grande, a través de la concejalía de cultura del Ayuntamiento, rindió el día 27 del corriente mes un homenaje a su preclaro hijo adoptivo -lo fue también de Coín, Ronda, Málaga, Álora y presidente honorífico de instituciones, cofradías, etc, de casi todos los pueblos de la provincia-, José González Marín (nacido en otro pueblo comarcano, del que en 1.935, siendo alcalde un socialista republicano se le nombró hijo predilectoy se le prometió hacer un teatro con su nombre que fue realidad en 1.942),  con motivo del 125 aniversario de su nacimiento. María Rosa González, eficiente concejala de cultura y Jesús Rueda, responsable de organización, han hecho un formidable trabajo, cuyo fruto ha sido un apoteósico homenaje público, con el teatro de la Biblioteca municipal totalmente lleno de un público llegado de distintos pueblos de la comarca, ya que el suceso tenía carácter comarcano. Málaga, capital, que tanto debe a González Marín, tiene prometido en puño y letra de su alcalde, otro homenaje. Han sido numerosas las personas de distintos puntos de España que, mediante correo electrónico, se han adherido a este  homenaje a nuestro preclaro paisano.
¿Que cómo eran González Marín y un recital suyo? Voy a atreverme a definir la personalidad artística del homenajeado, describiendo un recital de él, tal le vi infinidad de veces durante los 18 años que duró nuestra amistad hasta su muerte:
Sube el telón, y aparece de fondo otro decorado por Blume.  Se encienden las candilejas. Una mesa y un sillón (ambos de estilo español). Una  jarra de agua y un vaso. Todo insuficiente para que un solo actor llene  un teatro, sea de España o de América. González Marín  los abarrotaba  siempre, en sesiones de tarde y noche.
Sale a escena el artista y, con palabras sencillas y exactas  saluda al público, o se despide de él, si es el caso.
El rapsoda era  de figura mediana y complexión leve, su conjunto  denotaba espiritualidad a flor de piel; en su rostro había  ángulos que en otro pudiera decirse pronunciados. Vestía de corto, o capa parda. Era armónico en escena, pero sin líneas acusadas que sobresaliera. Recita, canta y se estiliza. Tanto se estiliza, que el tablado resulta pequeño, porque,  como dijo Manuel Alcántara, González Marín no es sólo un actor, que lo es,  es un actor y toda la compañía. La sala la ocupan centenares  de almas, de cuyos cuerpos sólo se ven manos cuando aplauden con admiración y entrega;  se confunden con el actor  genial, y establecen con él la comunión espiritual más imponente que en un espectáculo  poético se vio jamás; en ello coinciden también, como veremos, todos los críticos de arte de la época en dos continentes de habla hispana.
Las cadencias líricas de sus recitados son al oído, lo que a los ojos serían miríadas de mariposas multicolores  revoloteando.  La palabra se encadena armónica a la mímica  del juglar moderno. El público permanece suspenso durante dos horas,  absorto en aquel singular  artista que se atrevió a liberar la poesía de las excluyentes  covachuelas  de los intelectuales, para devolverla  al pueblo, su auténtico dueño, escenificada de forma asequible a todas las clases sociales  de todos los niveles culturales. 
Desfilan por él, los poemas de Salvador Rueda, del que paseó por  medio mundo los pregones de nuestra tierra,  cuyos primeros versos eran  de este tenor:
  Málaga, tierra que quiero  con mis entrañas.
  Yo escuché el coro inmenso de tus pregones
  Llenos de algarabías dulces y extrañas...

Invoco aquí esta estrofa, porque el de Alhaurín el Grande  fue el primer público que escuchó la poesía recitada de sus labios, en la que fue la primera actuación pública como recitador de Pepe González Marín, en  el año 1.929, de la mano del célebre jurista, y ministro, don José Estrada y Estrada,  su amigo quien,  por aquellas datas, solía veranear en esta noble villa. Fue la reválida para al artista comarcano. De aquí a Sevilla. Triunfo total en el Teatro San Fernando  hispalense, y de allí, al Teatro Español de Madrid. A partir de aquí, nuestro homenajeado fue  de triunfo en triunfo, y, con él la poesía y los poetas de España y de todo el mundo que  habla la lengua de Cervantes. En ese su primer recital poético, repito, en Alhaurín el Grande, según un cronista de la época logró entusiasmar a un auditorio integrado por sencillos labradores, cuya cultura estaba ligada a su brega con la dura tierra, aunque, ciertamente, no hay mejor escuela para el sentimiento poético, que el contacto cotidiano con las auroras,  los candilazos del ocaso y el canto de los pájaros en los campos abiertos. Quien así  lo proclama,  lo sabe.  
Su corazón de juglar,  asumía con armonía interior  la poesía escrita por los trovadores y, su cerebro, la acababa, su boca, la modulaba y, sus manos, la engrandecía. La lírica popular halla en él ecos y acentos  tal vez desconocidos, que le hizo afirmar sin ambages  a los Hermanos Álvarez Quintero: “El arte de González Marín, tiene sus raíces más hondas y su más comprensible excelencia en el sentimiento de lo popular… recitando  es una exclamación del pueblo. Éste, por medio de él, habla y canta  como enardecido…González Marín presta a la palabra el calor y la pasión de un corazón amando…”  
En la misma línea que los hermanos Álvarez Quintero, opinaron los  intelectuales de América: Eugenio Florit en el Diario, El País, de la Habana:
¿Qué magia se operaba en el público? No era magia: era el arte con mayúscula que se le ponía delante, y avasallaba los espíritus. Era también la poesía, que regresaba al pueblo cuando la recitaba González Marín”. De la Habana, Mario Lescano Avellá:  “La Habana tuvo el honor de escuchar al más insigne de los recitadores de nuestra lengua”. Juan Bonich: “GonzálezMarín…intérprete máximo de los poetas,embajador de España ante sus hijas emancipadas, mantenedor de una raza…”.  Como colofón de este resumen de opiniones laudatorias por tierras de allende el océano, el célebre, Juan Rana, dijo de él en “El Universal de México”: “¡Salve, admirable artista, creador de un arte inimitable y único! ¡Salve  artista genial! Que España entera te arrulle con sus cantos rimados, para que tú puedas ir por el mundo alfombrando con ellos la senda gloriosa del idioma de Cervantes”
En definitiva: Tres actos de arte puro, de embeleso. Centenares  de espectadores pendientes de él, perdida la noción del tiempo. Vítores y ovaciones. Por fin, baja el telón -todo se acaba-, y, durante un largo rato, indecisión para volver a entrar en contacto con la vida.
 Así era, en el recuerdo,   González Marín como artista, y así  era un recital suyo.
Como persona lo definió brevemente Manuel Alcántara con frases de este tenor literal:“Fui uno de sus beneficiarios. A él debo  mis primeros escalofríos ante el indescifrable hecho poético…  Además de un gran artista fue un hombre bueno. Si en el cielo, según rumores no confirmados, tienen un sitio quienes pasaron la vida haciendo el bien, allí estará el hombre que se pasó la vida  divulgando la poesía a los cuatro vientos, en dos continentes, para que los versos se quedasen en la memoria del aire…”
Sí, fue un hombre bueno; tan bueno, que, por poner un ejemplo de lo que dijeron de él los poetas, Manuel Benitez Carrasco le expresó su gratitud de esta manera:

Fue un hombre bueno; yo que le conocí, doy fe de ello; y en Alhaurín el Grande  se le ha hecho justicia por obra y gracia del sentido de la equidad de un pueblo y su Ayuntamiento.