martes, 2 de junio de 2015

MARTINGALAS Y COMPLEJOS DE RAJOY


El   rictus moralmente dolorido del Rey  (¡Jefe de Estado de un país europeo  presuntamente civilizado  que dice regirse por el imperio de las leyes!);   la mirada indefinible al Rey de  las dos personas que hay  detrás de Mas y, la gozosa geta risueña  de este monicaco  cobarde,  alma del entuerto,  constituyen  la peor  de las imágenes que se puede dar de España y de los españoles que dejamos impasiblemente que se insulte a  nuestro Jefe del Estado, a nuestro himno y a nuestra bandera,  genuinas señas de identidad de la Patria. ¡Sí, Patria, humillada y escarnecida por una mínima fracción del conjunto del pueblo español que no quieren ser españoles y nos humillan a la inmensa mayoría que sí queremos serlo! No hay en el mundo rincón de país alguno en que pueda acaecer  tal felonía impunemente. Sólo en España. Y nuestra connivencia tácita nos hace coautores a los ojos del mundo entero; a la prensa extranjera me remito y, remito, a quien le parezca excesivo lo que aquí alego.
Esas masas jaleadas con premeditación y alevoso e ilegítimo designio se han mostrado, más como cavernícolas incivilizados que como seguidores  de un equipo. ¿Se puede convertir un estadio abierto en una caverna cerrada? Sic. Sí, lo hemos visto. Porque le bestia negra la llevan muchos dentro y sale en cuanto la ponen en uso de la libertad, y no existe otro freno  para paliar sus daños a la mayoría, que la  LEY  aplicaca en regla sin melindres ni cobardías tipo Rajoy.

            Me proponía renovar mis colaboraciones en  el Aguijón, para el que he escrito este suelto, con una parrafada dedicada a un socialista cartamitano quien, en Factbook, sin que yo le nombrara ni le aludiera ni ahora ni nunca, me dedica una referencia cargada de   recovecos dialécticos aleves, de mal gusto y peores intenciones. Se  hace llamar José Guerrero. Pero hoy voy a otro tema hasta tener ocasión más propicia para la adecuada réplica. Ahora hay temas de más importancia que el que suscita el guillao de marra. Por cierto, y dicho de paso, había olvidado la preciosa palabra guillao, tan en uso antiguamente por las gentes de nuestro pueblo y campos, y  me la ha venido a recordar en una fraterna reconvención en Factbook con su  hermano, la gentil señora (a la que no tengo el gusto de conocer personalmente)  doña Teresa Pardo. Gracias señora.


Personalizo en el título  a Rajoy como paradigma simbólico  de la abulia cobardita como gobedrnante, que es de a lo que me vengo a referir en este artículo, porque   parece  que, además,  le gusta que le den por saco sus  oponentes, los socialistas ibéricos de penosa historia (aunque sin reproches, no lo olvidemos), sin llevar estos razón, ya que  si de lo que se trata en el resultado, y antes, de unas elecciones no generales es  acabar con un partido de gobierno con  la nefanda y nefasta oposición de zurrapa heredada del zapaterismo  (¡cualquier cosa…!), esta zurraposa y casposa oposición demuestra que es democraticida (ya se, amigo, que está en sus genes), como  los antepasados de los mismos  demostraron una vez serlo en grado sumo.

A la historia verdadera me remito y no, por favor,  a la Memoria Antihistoria del mentado Zapatero,   retirado tras quebrar a España (¿quiebra fraudulenta, o al menos culpable y claramente no fortuita, o sea, presuntamente punible?), con unos cuantos sueldos.  ¡Ejemplo de socialismo que nos da el tío!, que tiene émulos a porrones en el vértice, comedio y base de los 450.000 políticos que pagamos en España,  amén de lo que “afanare” cada cual. Y, ahora, viene el pánfilo (o espabilado) de Pedro Sánchez, queriendo responsabilizar, para desviar  la atención hacia  sí mismo de toda España hacia   a Rajoy (que insistiré en todo momento y lugar no es santo de mi devoción) culpándole de la herencia que le dejó el ya mentado correligionario de Pedro, el señor  Zapatero y sus secuaces. 

 ¿Acabar con la derecha demócrata y, además, por medios antidemócratas? Para  que exista democracia, señores sociatas,  es imprescindible una derecha democrática como, claramente, tenemos en España; otra cosa es que sea gilipoya, como otrora lo fueron, Niceto Alcalá Zamora y, sobre todo, Gil Robles, que dieron lugar con cuasi patológica timidez política  a  una guerra civil. Lean la historia de tratadistas serios y no pringaos. Decía Cicerón que la Historia se repite, y es cierto, aunque siempre suele ser  con otros ropajes y personajes con distintas caretas escénicas.

En el sentido de lo antes dicho, unos por arte de  más (ideólogos de los sectarismos irracionales y adoctrinados en lo obsoleto trasoceánico)  y, otros, por arte de menos (Rajoy), están acabando con algo tan hermoso como es esta Patria nuestra llamada España. No es la primera vez histórica que los propios españoles la destruimos, para después, tenerla que  levantar con sangre, sudor y lágrimas de pobreza e ignorancia. Estos políticos de hogaño, han convertido el escenario político patrio (adrede digo patrio) en una corrala de comedias, amén de en un patio de Monipodio. El sistema electoral no da para otra cosa, por eso se resisten a cambarlo: el pueblo no elegirían en bloque a tanto inepto y desaprensivo.


Ya sucedió antes a lo largo de la historia no muy lejana. Pero hoy, al parecer, no existe enderezador que enderece el entuerto: Todos sabemos que la Justicia es lenta y tiene sus fisuras más o menos interesadas. ¿Por qué, dicho sea de paso, la “tolerancia” en el apestoso “caso” de los Pujol? Quien no quiera pasar por memo y lerdo que vea y piense.  Estamos, según dicen de boquilla (que la realidad viene desmintiendo  tozuda  y rotundamente)  en un Estado de Derecho regido por leyes derivadas y, necesariamente congruentes con ella,  de la Constitución Española. Lo malo de la cuestión  es que  estos hideputa (honoris causa, conste) donde dicen digo, al rato y con la misma boquita y énfasis hipócrita y desenfado, dicen Diego. “Jamás pactaremos con Podemos u otro populista…” y, ahora, hasta el circunspecto y  matritense sociata Carmona, se baja el pantalón hasta las  corvas “con tal de echar al PP”, que, oigan, no es mi partido, ni lo fue nunca, pero, repito,  es un partido de gobierno democráticamente elegido y, recientemente, por enorme mayoría absoluta, mientras los que quieren “echarlo” han perdido relativamente más votos que ellos. ¡Esta es nuestra  España de chaqueta de pana y corbata, los dos símbolos  consuetudinarios en liza, como los catetos apaleandose del cuadro de Goya! Pero a lo que vamos, que no es moco de pavo.

En  su artículo 8, punto 1, nuestra Constitución dice textual e inequívocamente: “Las Fuerzas Armadas…tienen como misión garantizar la soberanía de España, defender su integridad territorial (en todo caso; no hace salvedades) y el ordenamiento jurídico” Y, obviamente y, sin dubitaciones intelectuales  ni emocionales, el Estado, y, por ende el Gobierno de turno sea de la ideología que fuere, no sólo ha de cumplir este mandato constitucional ratificado por todos los españoles, sino que en primera instancia y razón ha de velar por que se cumpla por todos los  ciudadanos de nuestra piel de toro, sean de la región que sean. Eso es lo que pasaría en cualquier otro país  serio que no sea una bananera parodia de Estado, en que algunos pilosos mequetrefes ibéricos quieren convertir, por espurios designios, a España.

Pues bien, el señor  Rajoy, ante la chulería nacionalista de salón  para pringar  aún mas de Madrid que se trae el señor Mas, deja que este señor  ofenda a todos los españoles organizando una pitada a España, a su bandera y a nuestro Rey  como muestra la patética foto que encabeza el presente artículo y su comentario a pie de la misma y, Rajoy, digo,  como siempre mareando la perdiz:   que si va a proponer sanciones, que si va a legislar al respecto, va a crear --y lo ha hecho ¿para qué?)--, cuando tiene en su mano, con el deber de cumplirla y hacerla cumplir, nuestra hermosa Constitución que nos ha dado cuarenta años de paz y convivencia y, el propio  código penal, etc. Hasta el también cobardita, Azaña, siendo Presidente del Gobierno de la tan evocada II República, cuando el presidente de la Comunidad catalana de entonces tuvo pruritos independentista,  envió al general de artillería,  Saliquet (cito de memoria), y, con sólo tres cañonazos al aire (al aire) bastó para que los independentistas que no pillaron un boquete se tiraran al agua por la bocana del puerto. No es eso, ya sabemos,  lo que requiere nuestra actualidad, pero debiera ponerle rajo que para eso es el Presidente del Gobierno,  cara de perro a Mas , sin más mandingas; o sea debiera ponerse a gobernar de una puñetera vez en defensa de la dignidad de todos los españoles.



Mañana hablaremos seguramente del “affaire” del Hospital que nadie afronta en serio en sus programas electorales; ni del Teatro José González Marín cuya nomenclatura, y otras cosillas,  es un oprobio para Cártama. Cada vez lo está evidenciando más el tiempo y la gente caen más en el engaño a que, al respecto, se le ha sometido.