El rictus moralmente dolorido del Rey (¡Jefe de Estado de un país europeo presuntamente civilizado que dice regirse por el imperio de las leyes!); la mirada indefinible al Rey de las dos personas que hay detrás de Mas y, la gozosa geta risueña de este monicaco cobarde, alma del entuerto, constituyen la peor de las imágenes que se puede dar de España y de los españoles que dejamos impasiblemente que se insulte a nuestro Jefe del Estado, a nuestro himno y a nuestra bandera, genuinas señas de identidad de
Esas masas jaleadas con premeditación y alevoso e
ilegítimo designio se han mostrado, más como cavernícolas incivilizados que
como seguidores de un equipo. ¿Se puede
convertir un estadio abierto en una caverna cerrada? Sic. Sí, lo hemos visto.
Porque le bestia negra la llevan muchos dentro y sale en cuanto la ponen en uso
de la libertad, y no existe otro freno
para paliar sus daños a la mayoría, que la LEY aplicaca en regla sin melindres ni cobardías
tipo Rajoy.
Me proponía
renovar mis colaboraciones en el
Aguijón, para el que he escrito este suelto, con una parrafada dedicada a un
socialista cartamitano quien, en Factbook, sin que yo le nombrara ni le
aludiera ni ahora ni nunca, me dedica una referencia cargada de recovecos dialécticos aleves, de mal
gusto y peores intenciones. Se
hace llamar José Guerrero. Pero hoy voy a otro tema hasta tener ocasión más
propicia para la adecuada réplica. Ahora hay temas de más importancia que el que suscita el guillao de
marra. Por cierto, y dicho de paso, había olvidado la preciosa palabra guillao,
tan en uso antiguamente por las gentes de nuestro pueblo y campos, y me la ha venido a recordar en una fraterna
reconvención en Factbook con su hermano,
la gentil señora (a la que no tengo el gusto de conocer personalmente) doña Teresa Pardo. Gracias señora.
Personalizo en el título a Rajoy como paradigma simbólico de la abulia cobardita como gobedrnante, que
es de a lo que me vengo a referir en este artículo, porque parece
que, además, le gusta que le den
por saco sus oponentes, los socialistas
ibéricos de penosa historia (aunque sin reproches, no lo olvidemos), sin llevar
estos razón, ya que si de lo que se
trata en el resultado, y antes, de unas elecciones no generales es acabar con un partido de gobierno con la nefanda y nefasta oposición de zurrapa
heredada del zapaterismo (¡cualquier cosa…!),
esta zurraposa y casposa oposición demuestra que es democraticida (ya
se, amigo, que está en sus genes), como
los antepasados de los mismos demostraron una vez serlo en grado sumo.
A la historia verdadera me remito
y no, por favor, a la Memoria Antihistoria
del mentado Zapatero, retirado tras
quebrar a España (¿quiebra fraudulenta, o al menos culpable y claramente no
fortuita, o sea, presuntamente punible?), con unos cuantos sueldos. ¡Ejemplo de socialismo que nos da el tío!, que
tiene émulos a porrones en el vértice, comedio y base de los 450.000 políticos
que pagamos en España, amén de lo que
“afanare” cada cual. Y, ahora, viene el pánfilo (o espabilado) de Pedro Sánchez,
queriendo responsabilizar, para desviar
la atención hacia sí mismo de
toda España hacia a Rajoy (que insistiré en todo momento y lugar
no es santo de mi devoción) culpándole de la herencia que le dejó el ya mentado
correligionario de Pedro, el señor Zapatero y sus secuaces.
¿Acabar con la derecha demócrata y, además,
por medios antidemócratas? Para que
exista democracia, señores sociatas, es
imprescindible una derecha democrática como, claramente, tenemos en España;
otra cosa es que sea gilipoya, como otrora lo fueron, Niceto Alcalá Zamora y,
sobre todo, Gil Robles, que dieron lugar con cuasi patológica timidez
política a una guerra civil. Lean la historia de
tratadistas serios y no pringaos. Decía Cicerón que la Historia se repite, y es
cierto, aunque siempre suele ser con
otros ropajes y personajes con distintas caretas escénicas.
En el sentido de lo antes dicho,
unos por arte de más (ideólogos de los
sectarismos irracionales y adoctrinados en lo obsoleto trasoceánico) y, otros, por arte de menos (Rajoy), están
acabando con algo tan hermoso como es esta Patria nuestra llamada España. No es
la primera vez histórica que los propios españoles la destruimos, para después,
tenerla que levantar con sangre, sudor y
lágrimas de pobreza e ignorancia. Estos políticos de hogaño, han convertido el
escenario político patrio (adrede digo patrio) en una corrala de comedias, amén
de en un patio de Monipodio. El sistema electoral no da para otra cosa, por eso
se resisten a cambarlo: el pueblo no elegirían en bloque a tanto inepto y
desaprensivo.
Ya sucedió antes a lo largo de la
historia no muy lejana. Pero hoy, al parecer, no existe enderezador que
enderece el entuerto: Todos sabemos que la Justicia es lenta y tiene sus fisuras más o menos
interesadas. ¿Por qué, dicho sea de paso, la “tolerancia” en el apestoso “caso”
de los Pujol? Quien no quiera pasar por memo y lerdo que vea y piense. Estamos, según dicen de boquilla (que la
realidad viene desmintiendo tozuda y rotundamente) en un Estado de Derecho regido por leyes
derivadas y, necesariamente congruentes con ella, de la Constitución Española.
Lo malo de la cuestión es que estos hideputa (honoris causa, conste) donde
dicen digo, al rato y con la misma boquita y énfasis hipócrita y desenfado,
dicen Diego. “Jamás pactaremos con
Podemos u otro populista…” y, ahora, hasta el circunspecto y matritense sociata Carmona, se baja el
pantalón hasta las corvas “con
tal de echar al PP”, que, oigan, no es mi partido, ni lo fue nunca,
pero, repito, es un partido de gobierno
democráticamente elegido y, recientemente, por enorme mayoría absoluta,
mientras los que quieren “echarlo” han perdido relativamente más votos que
ellos. ¡Esta es nuestra España de chaqueta
de pana y corbata, los dos símbolos
consuetudinarios en liza, como los catetos apaleandose del cuadro de
Goya! Pero a lo que vamos, que no es moco de pavo.
En su artículo 8, punto 1, nuestra Constitución dice
textual e inequívocamente: “Las Fuerzas
Armadas…tienen como misión garantizar la soberanía de España, defender su
integridad territorial (en todo caso; no hace salvedades) y el ordenamiento jurídico”
Y, obviamente y, sin dubitaciones intelectuales ni emocionales, el Estado, y, por ende el
Gobierno de turno sea de la ideología que fuere, no sólo ha de cumplir este mandato
constitucional ratificado por todos los españoles, sino que en primera
instancia y razón ha de velar por que se cumpla por todos los ciudadanos de nuestra piel de toro, sean de la
región
que sean. Eso es lo que pasaría en cualquier otro país serio que no sea una bananera parodia de Estado,
en que algunos pilosos mequetrefes ibéricos quieren convertir, por espurios
designios, a España.
Pues bien, el señor Rajoy, ante la chulería nacionalista de
salón para pringar aún mas de Madrid que se trae el señor Mas,
deja que este señor ofenda a todos los
españoles organizando una pitada a España, a su bandera y a nuestro Rey como muestra la patética foto que encabeza el
presente artículo y su comentario a pie de la misma y, Rajoy, digo, como siempre mareando la perdiz: que si
va a proponer sanciones, que si va a legislar al respecto, va a crear --y lo ha
hecho ¿para qué?)--, cuando tiene en su mano, con el deber de cumplirla y
hacerla cumplir, nuestra hermosa Constitución que nos ha dado cuarenta años de
paz y convivencia y, el propio código
penal, etc. Hasta el también cobardita, Azaña, siendo Presidente del Gobierno
de la tan evocada II República, cuando el presidente de la Comunidad catalana de
entonces tuvo pruritos independentista, envió al general de artillería, Saliquet (cito de memoria), y, con sólo tres
cañonazos al aire (al aire) bastó para que los independentistas que no pillaron
un boquete se tiraran al agua por la bocana del puerto. No es eso, ya sabemos, lo que requiere nuestra actualidad, pero
debiera ponerle rajo que para eso es el Presidente del Gobierno, cara de perro a Mas , sin más mandingas; o sea
debiera ponerse a gobernar de una puñetera vez en defensa de la dignidad de
todos los españoles.
Mañana hablaremos seguramente del
“affaire” del Hospital que nadie afronta en serio en sus programas electorales;
ni del Teatro José González Marín cuya nomenclatura, y otras cosillas, es un oprobio para Cártama. Cada vez lo está
evidenciando más el tiempo y la gente caen más en el engaño a que, al respecto,
se le ha sometido.