Esopo fue un literato de la Grecia clásica que creó un
estilo literario: La fábula. Fue, y es,
emulado por todos los fabulistas que, tras él, en el mundo han sido,
especialmente en Europa.
Es la
fábula una composición literaria, generalmente versificada, en que por medio de
una ficción alegórica y de la representación de personas humanas con animales
(a veces tanto monta…) se da una enseñanza útil y moral; a la esencia de la
fábula pertenece la brevedad y la moraleja.
Dicho lo
dicho, y con la brevedad que exige el género, mediante el comentario de una
fabulilla de Esopo nos vamos a referir a
los políticos que actualmente ejercen la
mamandurria en España. Tal se infiere de la mentada fabulilla del remoto Esopo,
en su época ya adolecían los políticos ateniense de tan mala condición y
ostensibles pocas luces como los de hoy en España, con las excepciones, eso
sí, que en justicia cabe encuadrar a
algunos.
Empero, a
estos últimos no les exonera su excepcionalidad porque, al no dimitir ante
tanto estropicio patrio que perpetran sus
compinches, como en puridad sería lo ético y ejemplarizante, y preferir taparse
las narices ante la fetidez de la corrupción circundante en aras de la mamandurria,
se convierten per se en cómplices necesarios. Y, lo que es peor: con su permanencia en el cotarro de
correligionarios corruptos, por afán de conservar los “honestos” el “mandillo”
prestado, cohonestan con su virtual honradez al resto de colegas corruptos que, poniéndolos
subjetivamente a ellos como pantalla, se animan a proclamar en a voz alta y cada dos por tres: “No
todos los políticos somos corruptos…” Ante tal relío de gente mandona
espuria con presuntos honrados, los del pueblo no sabe ya a que atenerse y la
desesperación les hace rendirse alegando, “esto
es lo que hay” y, entonces es
cuando quedan a sus anchas y manos libre para la sisa esta manada de abigeos
esquilmapatrias que nos ha caído sobre nuestro solar como una plaga bíblica.
A unos y
otros les ha abandonado (si alguna vez lo tuvieron) el sentido y el sentimiento
del ideal y, se preocupan más “por el huevo que por el fuero”. Además, tienen tan mermadas luces, que no se
percatan de que tarde más o menos los escasos jueces con que cuenta España, les
ha de echar el guante. La Juez Alaya
es un ejemplo de ello; bendita sea.
Esopo
denuncia elocuentemente las parcas luces que estos robagallinas suelen tener,
carencia que por lo visto no les resulta impedimento, ni óbice, ni cortapisa, ni
valladar para mangar, con la siguiente fabulilla que ustedes, amigos lectores,
sabrán interpretar adecuadamente: Cruzaba el río un mulo al que el agua le
llegaba a la barriga. En el comedio del vado, al bestiajo le entraron ganas de estercolar. En sus cortas luces, mientras
bebía puso la culata contra
corriente y, cagó. Naturalmente, la
corriente arrastró los cagajones por entre las patas hacia la delantera del
mulo, el cual, asombrado en sus esmirriadas luces, incluso para mulo (pero
provenía de la política), se dijo para sí: “Cómo es que lo que echo por detrás es lo que me sale
de la cabeza…” Es que Esopo,
amén de fabulista, fue un profeta que sabia leer en el futuro.