Cártama era ya asentamiento humano en la noche
de los tiempos, como atestiguan depósitos ancestrales que constantemente
afloran en su solar. De ahí que, inevitablemente, a lo
largo de los siglos haya sido protagonista necesaria de toda clase hechos prehistóricos que son del
misterio y, otros, de épocas ya históricas,
pero que, la inexorable lija del tiempo
ha ido borrando de la memoria popular a la
que llegaron por la tradición oral en forma de leyendas que siempre
tienen un verosímil punto de ignición
real.
Con
la guerra civil de 1.936, desaparecieron los archivos municipales y
parroquiales y, con ellos, infinidad de memoriales, anales, actas e infinidad
de escritos testimoniales de hechos,
tradiciones y leyendas populares de la villa. La edad me permitió tratar
a personas que conocieron dichos archivos, y me
contaron cosas interesantísimas, que como decía antes, el tiempo ha borrado de
la historia. Una de estas leyendas, con
más o menos visos de verosimilitud, es
esta que hoy cedo a mis lectores.
En
1.484, un año antes de la toma de Cártama por los Reyes Católicos, y desde
Alora -- a propósito: la serie Isabel no casa con la verdad histórica-- ya
tomada, el Rey Fernando ordenó al Marqués de Cádiz que, con sus huestes
que eran parte del ejército cristiano,
haciera una de las entonces frecuentas correrías de hostigamiento por La Hoya del Guadalhorce hasta Coín, cuya toma inmediata tenía prevista
el monarca.
Estas
incursiones en territorio enemigo, llamadas “algaradas” o “razias”,
se llevaban a cabo partiendo de los pueblos fronterizos dentro ya del reino nazarí de Granada, unas veces
adentrándose los cristianos en
territorio moro, como es el caso que hoy comentamos y, otras, los moros en el
cristiano. La novela romance, “El abencerraje y la bella Jarifa”,
recoge de forma ideal el ambiente de estas luchas fronterizas, en la que
aparecen Cártama, Coín y Álora conformando
el escenario de dicho romance de fronteras.
Durante
estas “correrías”, se talaban olivos,
higueras, almendros, viñedos, se quemaban
cosechas de cereales y se arreaban piaras
de ganado vacuno y caballar hacia las
tierras del invasor, todo ello para
arruinar y debilitar la defensa de pueblos enemigos y sus ejércitos, haciendo así
más fácil su derrota y la conquista de la plaza atacada.
Efectivamente,
la “razia”
de 1.484 fue preparatoria de la toma, en
abril de 1.485, de Cártama, Benamaquís (que fue arrasado), Coín, los Alhaurínes
y otros pequeños pueblos y alquerías, algunos de los cuales desaparecieron,
como Fadala, Pupiana, etc.
Si
la población civil no se percataba a tiempo del avance del enemigo en “algarada”
y, algún vecino era sorprendido en huertos,
caminos, abrevaderos, molinos, etc, su suerte estaba echada: los hacían
prisioneros para después venderlos como esclavos, según la costumbre de la
época. Precísamente la mentada novela romance, “El Abencerraje y la bella Jarifa”
describe caballerescamente un
episodio de internada desde Alora de moros por tierras de enemigos.
Durante
dicha “razia” de 1.484, las
huestes del rey católico cogieron prisionero, entre otros, a un moro llamado, Alhaberque
Zaimén, dueño de un importante negocio de especerías ubicado en las cercanías
del zoco. Tras el rapto de Alhaberque,
hubo de hacerse cargo del negocio su único hijo, un mozo de cómo 17 años llamado Abdulá
Zaimén.
Ya en abril de 1.485, el Maestre de Santiago con
sus mesnadas tomó Cártama; expulsó de ella a la totalidad de sus pobladores
moros, dado que Los Reyes Católicos querían hacer de esta plaza una fortaleza
militar estratégica para la futura toma
de Málaga, luego llevada a cabo en 1.487. Cártama siempre fue la llave de entrada a Málaga desde otros puntos por la
ruta este, y, en cuanto fue tomada, el Rey reunió a su Estado Mayor en la Alcazaba , sita en el
Castillo, para diseñar la estrategia
militar en la toma de Málaga. Formando
parte de ese Estado Mayor, estuvieron en Cártama personajes sobresalientes de
la historia de España.
Al
saber Abdulá Zaimén (que desconocía
la suerte seguida por su padre tras su secuestro un año antes), que su casa, cargada de emotivos recuerdos,
iba a ser adjudicada por el Concejo de los conquistadores al repoblador
castellano, Juan Sinalma Parejo, herrero que había acompañado al ejército real,
se negó a exilarse; cerró su casa, echó
aldabas y cerrojos a la puerta y atrancó las ventanas con fuertes tablas
fijadas con gruesos clavos, los conquistadores creyeron que él estaba dentro.
Cuando los soldados del Maestre de Santiago,
al que los Reyes Católicos habían encargado la defensa y atención de la
guarnición militar acuartelada, con vistas al aislamiento de Málaga por el
Este, echaron abajo la puerta de la
vivienda del joven especiero, Abdulá Zaimén, por más que le buscaron en
el interior del inmueble, y en el
pueblo, no le encontraron.
En
Cártama, como en todos los pueblos y ciudades que tomaban Isabel y Fernando,
implantaron la religión católica e
hicieron iglesia la mezquita musulmana, bajo la advocación de la Encarnación : “…Por
la mucha devoción que Nos tenemos a Nuestra Señora La Virgen María en el
Misterio de la Encarnación
de Nuestro Señor Yesu Cristo, queremos que … la
Iglesia Principal de cada una de las Villas e lugares de
su Obispado ( Málaga) sea titulada en nombre de Santa María de la Encarnación.. .”
Esta era su oración de implantación del credo católico en casi todas las plazas que tomaban,
incluida Cártama.
No obstante, cuando en 1.505, D. Diego de
Deza, arzobispo hispalense con sede en Segovia, ordenó que fuera reconvertida al
uso exclusivo del culto cristiano la arquitectura del templo-sinanoga-mezquita,
la rebautizó con el título de Parroquia de San Pedro Apóstol, y así se sigue nominada.
Igualmente, y como se
detalla en mi libro, “El juglar y la Virgen Peregrina ”,
sobre el agareno oratorio, que entonces ya existía en la falda del monte, a cuyos pies Cártama
dormita su historia varias veces milenaria, los Reyes la convirtieron en una pequeña Ermita (con los siglos varias
veces reformada por causas diversas), en la que instituyeron como Patrona de la Villa a la Virgen de los Reyes, aunque pronto el pueblo
llano, dada su ubicación, dio en llamarla, Virgen del Monte.
A partir del 23 de abril
de 1.579, el pueblo la tituló “remediadora”
al ser remediada por su intercesión una terrible epidemia de peste; dicho
nombre pudo ser por sugerencia de los
monjes Trinitarios que, entonces, en alguna medida, tenían relación con
Cártama, aunque no Convento como en Ronda y Coín y, ayudaban sin regentarlo al
Hospital de Cártama, sito en lo que hoy es Calle Concepción, entonces calle Hospital,
se la tituló Virgen de Los Remedios (que
es advocación de dicha Orden), declarándose, desde 1.579, el día 23 de abril de
cada año como el de la Virgen de Los Remedios de
Cártama, “por siempre jamás”, con celebración de solemnes actos eucarísticos y
procesionales; y, así se sigue haciendo aún,
a los 435 años de dicho hito milagroso.
Volviendo al morito Abdulá
Zaimén, algún tiempo después de la toma de Cártama, los nuevos
repobladores del pueblo, cristianos viejos venidos de otras partes de
Andalucía, Extremadura y Castilla, y algunos cristianos nuevos o moriscos, notaron
que la pequeña campana eremita tocaba con un son especialmente musical y pegadizo.
Para comprobar quien la tañía con ritmos tan singulares, subieron por el mismo empedrado sendero que los moros usaron durante ocho
siglos para acceder a la
Fortaleza-Alcazaba y, se
encontraron que el campanero era un joven, vestido con zayal, que se había instalado en un pequeño reducto
del templo que, a diario, cuidaba de las
lámparas, hacía de guarda y abría la puerta de la Ermita , ya cristiana, a la soldadesca que ahora, como antes los musulmanes a Alá,
rezaban a los pie de la virgencita serrana, que no era otra imagen que la
propia que los Reyes Católicos llevaron hasta ese día en su tienda de campaña, porque
al faltarles iconos realizados en el
taller que la reina Isabel tenía en Sevilla para instaurar en cada plaza tomada,
la donaron a Cártama.
Los nuevos vecinos
cartameños, atribuyeron a la influencia milagrosa de la Virgen , el que el joven Abdulad Zaimén, se librara del exilio y fuera inspiradora de su conversión al cristianismo, siendo así,
según cuentan las viejas leyendas, el
primer ermitaño que tuvo nuestra Patrona,
menester que han venido ocupando generaciones de familias a lo largo de los
siglos hasta hoy. (De mi libro, “…El
Juglar y la Virgen Peregrina )