sábado, 23 de febrero de 2019

NUESTRO GRAN REY, DON FELIPE VI, HA SIDO INTERNACIONALMENTE CONDECORADO


En mi artículo de ayer (“¿A quién votar ya…?”),  expresaba mi  preocupación  como español que ama  a su patria, unida (así me lo enseñaron mis padres y maestros). A qué español  no espanta  el pensar en  el  destino  que le espera a España si siguen gobernándola la caterva de ineptos tragaldabas,  capaces de hacer gárgaras con el badajo de la campana mayor de mi pueblo,  encaramados en el poder por la cara.

  Aprovechaba yo  ayer la ocasión para  elogiar a nuestro gran Rey,  Felipe VI, por haberle sido concedido  lo que es equiparable al premio Nobel, cual  es,  El “PREMIO MUNDIAL DE LA PAZ Y LA LIBERTAD”,  de la ASOCIACIÓN MUNDIAL  DE JURISTAS  por “el papel fundamental de la Monarquía Parlamentaria española y su inquebrantable compromiso con el Estado de Derecho”.

 En  sus  55 años de historia, este premio sólo lo han recibido las siguientes personalidades mundiales: Churchill,  Mandela,  René Cassin y, ahora,  el  egregio Rey de España. ¡¡Nuestro Rey a la altura del Churchill…!! Sólo por él es ya un honor ser español. Sus palabras, por  la circunstancia del  momento, son sabias y valientes.  Dijo así nuestro Rey: “ NO ES ADMISIBLE APELAR A UNA SUPUESTA DEMOCRACIA POR ENCIMA DEL DERECHO” Advirtió del veneno sin nombrar la víbora. En pleno juicio al golpe del 1-0, el Rey desmonta las soflamas del independentismo: “SIN LAS LEYES NO PUEDE HABER DEMOCRACIA, SINO DEMAGOGIA.

En efecto, Felipe VI recibió el PREMIO MUNDIAL DE LA PAZ Y LA LIBERTAD DE LA ASOCIACIÓN MUNDIAL DE JURISTAS, POR EL PAPEL  DE LA MONARQUÍA  PARLAMENTARIO  ESPAÑOLA Y SU INQUEBRANTABLE COMPROMISO CON EL ESTADO DE DERECHO.

“Menos la honra, que es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios, al rey la hacienda y la vida… “ Ojalá viviéramos en el siglo de oro del renacimiento, con los Lope, Cervantes, Calderón, Góngora,  Quevedo, Torres,  etc.etc, una España en la que imperaban los principios. Pero, por desgracia, hoy más que nunca tenemos  el alma,  la  inteligencia y la voluntad, careadas en el páramo  de la incultura y el determinismo.