LUIS LOPE ALTAMIRANO Y PEDRO IGNACIO
ALTAMIRANO
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(AL PARECER SUS ÚLTIMOS
APELLIDOS FUERON MANRIQUE DE LARA).
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El apellido Altamirano tuvo fuerte arraigo en
Cártama y en algún otro pueblo del contorno, como también en Málaga, a partir
del siglo XVII. Al parecer,
proviene de Ávila ---“Altamiros, pueblo
de esta provincia “cuyo nombre, ligeramente modificado, tomaron por apellido”
---, y, así mismo, tuvieron asiento en
Fontiveros, Arévalo y Arenas de San Pedro. Desde esta provincia, alguna rama se extendió
entre otras regiones, por Andalucía,
incluida Málaga, Alora, Velez Málaga y. Cártama. En Álora aparece ya
acompañando a los Reyes Católicos, Bartolomé Sánchez Altamirano, siendo desde
aquí que entroncaron con Cártama, al parecer por casamientos. No es de este
momento, obviamente, establecer el árbol genealógico de los Altamirano
cartameños, que tuvieron fincas en ésta, títulos nobiliarios y conocieron la
riqueza y la ruina, y entroncaron con otra familia cartameña de abolengo:
Andrade y Sotomayor. Digamos que
nuestros biografiados parece que nacieron en Calle Bajoncillo 2 y sus
ascendientes gozaron del marquesado de
Isla Hermosa. cartameña
Dos hermanos
Altamirano muy relevantes en la historia
de España, jesuitas nacidos en Cártama, son los que a continuación aparecen en
sendas notas biográficas, que me fueron suministradas como colofón a mi afanosa
búsqueda de datos sobre nuestros insignes paisanos del siglo XVII-XVIII, por el sacerdote de la Orden , investigador
consagrado, con varios libros escritos
sobre temas jesuíticos e históricos, don
Wenceslao Soto Artuñedo:
Hubo un tercer hermano Altamirano cartameño, Bartolomé Altamirano, de edad intermedia entre Luís y Pedro, que ingresó en la Compañía el día 12 de octubre de 1.714, y murió en Granada el 23 de noviembre de 1.725, cuando ya había dejado de pertenecer a la Orden.
Otros jesuitas nacidos en Cártama fueron,
Bartolomé Sánchez, que ingresó en la Compañía en el año 1.581 (poco después de
la fundación de la Orden por Ignacio de Loyola en 1.534 y de la bula de Pablo
III, 1.537, por la que se prohibía la esclavitud de los indios) y murió en Sevilla
el 6 de octubre de 1.628. Y jesuita también fue el cartameño, Francisco Moreno, que ingresó en
el año 1.593, y, Tomás de Molina Martel el 29 de marzo de 1.755, aunque dimitido el 3
de marzo de 1.767.
Antes de entrar sucintamente en
las apasionantes actividades de los jesuitas
cartameños, hermanos Luís Lope y Pedro
Luís Altamirano, es necesario hacer unas breves anotaciones históricas que tanto condicionó parte de la
vida de Lope Luís de Altamirano:
“El 13 de enero de 1.750 se firma el Tratado
de Límites, o de Madrid, por el que España y Portugal ponían fin a sus
diferencias sobre Sudamérica, intercambiando la colonia de San Sacramento,
fundada por los portugueses en 1.680 en la margen oriental del río de la Plata,
por varias reducciones, o misiones,
jesuíticas del Paraguay, de manera que Portugal pasaba a dominar la orilla
izquierda del río Uruguay, área denominada de “los Siete Pueblos”, o misiones.
Los jesuitas, como otros residentes en América, conocedores de las
consecuencias de este tratado, se opusieron a él por ser claramente perjudicial para los
indígenas, que sin la protección de las
reducciones jesuíticas (pueblos) podían más fácilmente ser convertidos en
esclavos”, comercio a gran escala entonces practicado, entre otras
naciones, por España y Portugal. Las reducciones, pues, comenzaron a ser una amenaza para la corona
española por el nivel cultural, de progreso y autonomía que iban adquiriendo. Ante la oposición jesuítica a este trueque, el Padre Superior de la Orden,
Ignacio Visconti, envió como comisario
de la Orden al Padre Lope Luís de Altamirano, nacido en Cártama (Málaga), y
hermano de Procurador de Indias en Madrid, Pedro Ignacio de Altamirano (*)
(*)
Nota tomada del libro “Los
jesuitas de Málaga y su expulsión en tiempos de Carlos III” del Padre
Wenceslao Soto Artueñedo, al que desde aquí agradezco su atención a mis
llamadas telefónicas a Sevilla en varias ocasiones y, los correos electrónicos
que me ha enviado ilustrándome sobre este tema tan importante para Cártama.
Si bien su cometido fue errado si
nos atenemos a la nota biográfica antes insertada, por otro lado el P. Lope L.
Altamirano tenía una trayectoria brillante dentro de la Compañía (por ello,
precisamente, le fue encomendado tan ingrata misión), y, lo que en este momento
más nos toca resaltar es que era hijo de
Cártama, nombre que ambos hermanos con sus vidas y hechos incluyeron dentro del
contexto de la historia universal.
Le cupo a Lope Luís Altamirano,
pues, bajo “voto de obediencia”,
realizar sobre el terreno las reales cédulas de los años 1.606, 1.607 y 1.609
que sancionaron los “Treinta Pueblos Misioneros guaraníes”, en los que los
jesuitas habían abierto el horizonte de
los indios al saber universal sin exigirles en momento alguno dejar por eso de
pertenecer fielmente a su cultura de etnia guaraní. La intuición de los
jesuitas les dictaba que solamente
podrían llegar a evangelizar a los indígenas
aborígenes guaraníes desde la justicia y el respeto a sus costumbres,
que dio lugar a un acercamiento por parte de los guaraníes, que poco a
poco, se tradujo en la posibilidad de
levantar pueblos partiendo de una civilización nómada equiparable a la
neolítica.
En tiempos de nuestro Rey Fernando VI y su esposa, la portuguesa Bárbara de Braganza, se llevó a cabo definitivamente, quizás por
razones de estado, el Tratado de Límites, según el cual, estos indios eran
obligados a abandonar sus poblados de la otra orilla al oriente del río Uruguay,
lo que significaba su ruina y el inicio de un incierto porvenir. Los jesuitas de estas misiones se rebelaron
contra este tratado, que consideraban cruel e injusto. Y le tocó a un cartameño
sofocar esta rebelión jesuítica invocando el “deber de santa obediencia” bajo
amenaza de excomunión, que él mismo se
veía obligado a cumplir, allanando,
seguramente, su propia conciencia. Fue amenazado de muerte por los indios. Toda
su pesadilla terminó cuando, providencialmente, murió el Padre general,
Visconti el 4 abril de 1757, lo que le descargaba de la misión que éste le
encomendara, y se embarcó para España. Los indios habían empuñado las armas, y
los jesuitas de las reducciones se unieron a ellos, pero fueron derrotados y
aniquilados por la artillería portuguesaespañola en la batalla de Caibale en 1.756.
El Rey Carlos III, expulsó por
ello a los jesuitas en 1.767, que
salieron de España para morir lejos de ella. Los hermanos Altamirano lo harían
cargado de recuerdos de su niñez en una
casa de Cártama de calle Bajoncillo, en donde nacieron.
El jesuita, Wenceslao Soto
Artueñedo describe la vuelta a España
desde México del cartameño Pedro I. Altamirano, de esta manera en su libro
citado “Durante la expulsión de los Jesuitas, viajó alojado en el camarote del
oficial de a bordo, en lugar de hacerlo hacinado con sus compañeros. Comió en
la misma mesa del oficial, al igual que otros jesuitas , pero este le tenía un
especial agradecimiento al P. Pedro, porque de joven había sido su preceptor.
Durante su estancia en América había desempeñado importantes funciones”
En la película “La
Misión” escrita por Robert Bol,
dirigida por Roland Joffre, trata
en profundidad este estadio de nuestra Historia sobre el traslado de las reducciones del Paraguay; el cardenal que en ella aparece interpretado
por el actor Ray McAnally, no era tal
cardenal, sino el cartameño Padre jesuita, Lope L. Altamirano, visitador de la
Orden desde 1.752 a 1.757. Se trata de
una película digna de ver, técnicamente impecable, aunque con bastantes
inexactitudes históricas en aras del impacto cinematográfico, que le significó
premios como Palma de Oro a la mejor película en Cannes 1.986; Oscar a la mejor
fotografía con 6 nominaciones más en 1.987; 3 premios de la British Academy (8
nominaciones) en 1.987, y premio Donatello al mejor film extranjero en 1.987, y
otros premios más. Y, un cartameño entre
sus motivaciones históricas.
Allá 1,630 (esta fecha no ha podido ser bien constatada), un Altamirano
costeó las obras de reedificación de la Ermita del Santo Cristo de la Vera Cruz, ubicada en la falda del Cerro
del Santo Cristo, de ahí el nombre de éste. Por aquel tiempo desde mitad de la
calle Concepción llegaba hasta ella el Vía crucis diario del que nos habla Salvador González Anaya en
su libro, “El llavero de Anica la
Pimienta”, que sobre Cártama escribió a principios de 1.951 cumpliendo una
promesa a su madre, que era cartameña, hecha antes de morir ésta, de lo que
ampliamos en otro lugar de este libro.
En la otra punta del pueblo (entrando desde
Málaga) existía otra Ermita, denominada de San Sebastián, que era contigua al
cementerio antiguo. Los restos de esta ermita, “casilla de los muertos”, duró hasta los años
20, así llamada por estar, precisamente, junto al citado cementerio, que fue
cambiado al lugar del actual siendo alcalde de Cártama, José Salgado Faura
(boticario que regentó su farmacia en la Plaza de la Iglesia en la que después fue casa del antiguo
Ayuntamiento), en el año 1.894.
NOTA: Este autor se ha venido preguntando la razón de que en
Cártama exista una calle con el nombre
del benedictino, Feijoo (del “Fijo” le llaman la gente). La razón de ello puede
residir en la amistad de los hermanos Altamirano, en especial Pedro Ignacio,
con Fray Benito Jerónimo Feijoo, ya que ambos tuvieron una especial relevancia en la corte del Rey Fernando VI y Bárbara de Braganza. Es absolutamente posible,
e incluso probable, que el jesuita quisiera dejar constancia de su amistad con
el benedictino y de la valía científico literaria de éste, de igual línea
progresista ambos, propiciando que en Cártama, pueblo de aquel, éste tuviera
una calle.
MANUEL CARILLO OJEDA (1.855-1.918),
HÉROE DURANTE LA
GUERRA DE INDEPENDENCIA
DE FILIPINAS
Fueron los abuelos de Manuel Carillo Ojeda José carillo y Teresa Roldán,
que vivían en la calle de En medio nº 4, y sus padres José Carillo y Antonia
Ojeda, que además tuvo dos hijos más: Dolores, 1.850. José 1.855. Manuel, y dos
hermanos más nacieron en calle González Marín, nº 10.
Manuel Carillo Ojeda se distinguió en varias acciones bélicas durante la guerra de Filipinas, en donde llegó a coronel, contra los indios tagalos, lo que le valió varias condecoraciones, entre ellas la Laureada de San Fernando. En la puerta de la casa en conde nació existió hasta pasados los años sesenta una placa de bronce que recordaba al laureado héroe cartameño.
Al regreso de Filipinas marchó a
Barcelona en donde casó con la catalana María García Ger. Murió en Madrid en
1.918.
Constriñe el alma del investigador
el solo pensar que sendos archivos cartameños de incalculable
valor histórico y antropológico fueran quemados para los restos de la vida en
aquellas aciagas fechas de nuestra incivil guerra, con lo que Cártama y sus
generaciones perdieron la posibilidad de investigar a fondo sobre nuestro devenir ancestral.