lunes, 28 de octubre de 2013

“CANELA” (De mi libro, "ECOS DE LA ALHÓNDIGA")








Iª PARTE

            Perdón: Para contar esta historia he de hablar, necesariamente, de mí mismo y mis circunstancias, porque, éstas,  contienen el argumento de aquella. A veces, hitos de la vida humana la hacen más de novela que la propia fabulación.

            A lo que vamos.  He sido, y soy, un hombre de suerte dual (mala y buena con  oscilaciones pendulares, como todo ser humano), y extremas, eso sí,  en ambos sentidos; si los hados me han jugado no pocas  malas pasadas, de inmediato Dios y su dulce Madre advocada como de Los Remedios, al alimón, pusieron un borbotón de dulce miel en mi corazón. Jamás hiel ni rencor; el saldo, pues, es positivo.

            Entre esos borbotones de placidez anímica, dos han provenido    de sendos perros; sí, como suena, de dos perros; “Tabique” (del que hasta su  raro apelativo   tiene  original historia que cuento en otro capítulo de este mi libro), y, “Canela”, de la que escribo hoy; por cierto, quizás lo noten a lo largo del relato, con dejos de emoción.

            A “Canela”, la ven ustedes en la fotografía, de trasera  (no tengo otra foto), como uno más de mi familia. “Canela”  era para  mi hijo chiquitín  una especie de  Hada Madrina a esa  edad en la que los seres humanos  sueñan con hadas y magos mientras la madre  les canta una nana. ¿Que exagero? ¡No!: “Canela” trascendía en sutiles efluvios  bondad, dulzura, amistad  leal  que hacía valer, llegado el momento, con inusitada valentía. Ya verán. Y nadie mejor que un niño capta y hace propios estas emanaciones  benéficas manen de donde manen, y siempre como complemento gracioso de los de la madre, pues como los de ésta, nadie ni nada.  

            No quiero omitir en este homenaje desde la nostalgia la historia de la propia “Canela”. Era hija  de otra perra podenca, del mismo pelaje pero más enjuta y rasgos de cazadora  más acusados y enrazados,  que yo, cazador empedernido entonces,  tuve,   también  llamada  “Canela”,  motejo que heredó su hija; veremos por qué.  

            Uno de mis grandes amigos desde la niñez, Enrique Marín (muerto prematuramente) y yo, salíamos juntos con frecuencia a cazar, y, lógicamente, siempre llevábamos a “Canela” (madre) que se bastaba sola para buscar la pieza, señalarla “parándola” tal si fuera un “pachón” y levantarla a nuestra orden (“Canela”¡anda ahí con ella...!”), y “traerla” cuando era abatida a la carrera.

            Un día, el boyero de la labor de mi padre, Antonio “Zapatero” , me dijo que cuando guardaba las vacas en el restrojo de maíz había visto meterse conejos en los riparios de la linde con la haza de “Pajarito”. Al apuntar el sol el siguiente día  ya estábamos pateando el rastrojo engatilladas las “zarasquetas” tras “Canela” (madre), Enrique Marín y yo. La perra se alejó  siguiendo un rastro, pero antes de llegar a su  cubil y “pararla” para darnos tiempo de llegar a Enrique y a mi y tirarla en forma, una liebre saltó;  venía como alma que lleva el diablo y “Canela” detrás   sin latir, cosa inusual en ella, hacia Enrique que la tiró de cabeza, marrando  el tiro, aunque, ya pasada,  la abatí yo, con la intención de ponerle un “bigote” cinegético al amigo.   Cuando miramos a ver en do andaba “Canela”,  ésta yacía con los estertores de la muerte. La perdigonada del “6” del tiro  de Enrique lo había recibido ella en la cabeza. Sólo Dios sabe el trabajo que me costó consolar a mi amigo y convencerlo de que era un accidente que podía ocurrir a cualquiera en los lances de la caza: “Yo tengo el mismo dolor que tú y me lo trago, haz lo propio....” Quería romper la escopeta contra el tronco de un árbol, cosa que evité, y se abrazó llorando a la perrilla ya muerta: ¡“Canela” yo te he matado, yo te he matado, maldito de mí...!”


            “Canela” (madre) había parido cosa de mes y medio antes, y se le dejó a criar una perrilla, la que más se parecía a ella, a la que cuando murió la madre aún estaba amamantando. La terminamos de criar con leche de la suiza de la casa y, esta cría es la “Canela” (tenía que llamarse así) que aparece en la foto, protagonista de tiernas historias  que continuarán  en la próxima IIª entrega.