Este Cancionero contiene, entre otras, una colección de bellos y cultos sonetos dedicados en distintas épocas al
emblemático e histórico Río Guadalhorce. En mi archivo cuento con unos siete de
ellos (que iré aportando comentados) , con la particularidad de que algunos los
escribieron desde América hombres guadalhorzanos que, no más iniciarse en el
siglo XVI la colonización de aquel nuevo continente tras oceánico, buscaron
nuevos horizontes para sus vidas y haciendas enrolándose en las huestes
colonizadoras que allá marcharon, casi todos para no volver jamás a la madre patria.
Eran hijos de los ribereños pueblos
guadalhorceños que allá rebautizaban los
villorrios que descubrían habitados por salvajes, con topónimos de su tierra de nacencia aquende el océano, cuyo recuerdo les producía
una nostalgia casi insufrible, que paliaban cantando en sentidos poemas la tierra madre que dejaron atrás para
siempre. Así, nos encontramos con ríos llamados Cártama, e, igualmente,
ciudades populosas que se llaman también Cártama y que, antes fueron aldeas insignificantes pobladas por
salvajes nativos.
Dedico el soneto de hoy a los
entusiastas “Amigos del Puente del río
Guadalhorce”, río padre al que un
guadalhorzano lo canta desde Perú a la salida del medioevo, de esta guisa:
“Oye de un hijo tuyo, que en la espalda
del
mundo viejo, desterrado, mora,
sagrado
GUADALHORCE, el son que llora,
ya
que le desterraste de tu falda.
Si
acaso por las hojas de esmeralda
que
entapizan tu margen, mi pastora
sosegare
la planta voladora,
dale
en mi nombre la mejor guirnalda.
Dile
que en esta ausencia transformado
en su luz fortifico mi
memoria,
por
no perder el nombre de ser suyo.
Mas,
¡ay!, que si te cebas en la gloria
de
sus ojos, al punto mi cuidado
olvidarás
y le darás el tuyo”.