Hasta los que le amenazan de muerte guiados sólo por odio inmotivado (como hoy con su memoria) reconocían su valía artística.
Uno oye, oye y oye generalizaciones sobre nuestra historia que hieren los sentimientos de los que, por prudencia, callamos respetando en silencio los sentimientos ajenos sobre una época que vivimos y sufrimos, y de la que, por la edad que teníamos cuando la padecimos sin tener culpa de nada, somos hoy los únicos moralmente autorizados a hablar de ella con propiedad.
Si los poquitos que quedamos de entonces cediéramos a las provocaciones sectarias y maniqueas y, hablásemos congruentemente, no les iba a gustar, ni a unos, ni a otros.