lunes, 27 de febrero de 2017

LAS GLORIAS DE LA CARTAMA DE SIEMPRE (I)

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                La actual exposición de las extraordinarias y múltiples referencias ancestrales  arqueológicas  de Cártama en el nuevo Museo de la Aduana de Málaga, ha despertado  un cierto y merecido interés de propios y extraños dada  la excepcional importancia de la antigua Cartima (Cártama  romana). Ya era hora de que empezara a trascender y a situarse  en el valor a que es acreedor este excepcional municipio cartamitano, uno de los de  mayor enjundia relativa (y en muchos aspectos, absoluta) dentro  del contexto de la Bética eterna.
Coincide lo anterior  con las excavaciones que nuevamente se llevan a cabo en el casco viejo de la villa que ratifican elocuentemente lo que ya sabíamos, y se ha escrito, debido a otras anteriores excavaciones realizadas sucesivamente hasta unas cinco veces   desde  el siglo XVIII, en el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza. Está claro, y es de aplaudir en equidad, que el actual Ayuntamiento que preside, Jorge Gallardo Farulla, ha apostado en firme por avalorar el  tesoro arqueológico de Cártama, cuyos procedimientos técnicos y metodológicos, para  llevarlo a cabo corresponden, lógicamente,  a los técnicos que realizan y enfocan las prospecciones, quizás un tanto susceptibles de  fundadas críticas, como  toda realización humana en la vida.    
                Pero el excepcional don de Cártama no reside sólo, que también sobremanera (es de insistir), en el periodo romano, sino en otras múltiples realidades, aspectos y potencialidades de capital  importancia, incluso interactiva con Iberoamérica como está escrito y demostrado.
En su profundo devenir histórico Cártama  hinca sus raíces en la noche de los tiempos (la insondable  prehistoria, aunque  también de ésta han aparecido  significativas fóllegas al  llevarse a cabo las obras para el paso del AVE hacia Málaga por este municipio), ibero-turdetana, fenicia, romana, bizantina,  visigoda, mora y,  de especial esplendor también a partir de la edad media hasta nuestros días; ya, eso sí, envejecida y cansada de su propia gloria. Para dar idea del hecho actual  ---susceptible siempre de volver a sus glorias si las generaciones se lo proponen (el crisol y el contenido potencial  prevalecen)--- se me ocurre recurrir, remedandolos, a los célebre versos elegíacos de Rodrigo Caro ante las ruinas de Itálica:  
“Esto, Fabio, ¡ay dolor”
Que ves agora,
Campo de soledad
Mustio collado,
Fueron en un tiempo
CARTAMA famosa…”
Jóvenes que tenéis ahora la vena de toro y la fuerza y el vigor de la edad primera, habéis nacido en una ciudad de ensueño; trabajad  duro e inteligentemente por ella y vustro será el destino. SEGUIRÁ