Se puede contemplar en la fotografía arriba inserta la celebración por la gentes del pueblo cartameño de la Fiesta de Carnaval, allá por los años sesenta, del pasado siglo XX. Era una especie de procesión laíca en la que gastaban bromas, a veces hirientes, a alguna persona significada; en este caso se trataba de nuestro, "Pepe el Chirro" ---apelativo que de forma entrañable le aplicaba el pueblo y que él admite de buen grado---, vestido de novia a lomos de una jumenta, desde la que prodigaba al gentío toda clase de cucamañas y ocurrencias graciosas, en Pepe tan habituales. En tales efemérides, todo el pueblo estaba tirado a la calle, unos detrás de la "amazona" vestida de blanco y otros viendo el evento desde las puertas de las viviendas.
Un detalle hoy desaparecido es la "peana", que se ve al filo de la acera empedrada, otrora, desde el siglo XVII hasta princpios del XX, fue estación del Vía Crucis que en días señalados, sobre todo de Cauresma, recorría algunas calles del pueblo. Antes se custodiaba dentro de esta peana una cruz solitaria, hasta que al desaparecer la costumbre del Via Crucis, se sustituyó por una imagen a la que los vecinos de esta calle, por toca, le llevaban flores y le encendían velas y mariposas.
En esta procesion solían hacer de Magdalena la vecina, Isabel Santos Porra, madre de Gaspar Lopez, "Gasparillo", y, su hermana Remedios, entre otras mujeres del pueblo.
Muchas leyendas que recuerdan un vodevil de capa y espada, se pueden contar de esta calle, pero ello, no es de este momento, como tampoco toca describir hoy los episodios de la filmación de la película francoespañolaportuguesa, "LOS JOYEROS DEL CLARO DE LUNA", en la que intervinieron como figuras estelares, la francesa Brigitte Bardot, la española Maruchi Fresno y, el portugués Antonio Vilar.
El caserío que se otea en el monte era el llamado, Cortijo "Granaero", y, como dato curioso, en el árbol que aperece junto a dicho caserío se ahorcó el vecino apodado, "El Cirilo", cuya patética figura colgada se veía desde el pilar, "Los Chorritos", que entonces existía con abrevadero en la salida de esta calle. En vista de la expectación pública que despertó la sorprendente muerte del Cirilo, otro vecino, cuyo nombre no recuerdo ahora, le imitó "ahorcandose" también en el mismo árbol, pero en vez de amarrarse el cordelillo al el cuello, más pragmatico él, va y se anuda a un pie y, colgado de tal guisa, estuvo hasta que el pueblo en masa, con el natural regocijo y recochineo, lo descolgó. No sólo los políticos de una y otra laya de hoy tienen afán de protagonismo extremoso.