Todos somos rehenes de nuestra historia; por supuesto, también José Escalona, y no tenemos en la mano la posibilidad de cambiar nuestro pasado, y menos el ajeno. Conozco el de Pepe Escalona desde que por los primeros años de la década de los setenta vino a Cártama. No pocas crónicas me dictaron sus actuaciones, como párroco primero y, después, como alcalde, causa ello de que se llevara algún que otro berrinche; me consta pero, aquellos, fueron otros tiempos y otras circunstancias; suyas y mías.
Y ahora, me viene alguien, cuyo nombre no voy a dar, a pedirme razones del porqué en mis escritos no critico la gestión como concejal de Pepe Escalona. No sin enfado le contesté que yo digo, con la verdad siempre por bandera, lo que me sale (imagínense de donde) cuando escribo. ¡Faltaría más!.
Y, al hilo de ello, platico aquí: Bien sabe mi amigo (¿o ya no...?, su suboirdinado Pepito Ocaña me da mala espina) Pepe Escalona, y quien me conoce, que soy agradecido por naturaleza. Por eso, nunca olvidaré que cuando hace como seis años me encontraba sometido, por segunda vez, a una operación de aneurisma aórtico a pecho abierto en quirófano durante 10 horas, con más probabilidades de diñarla que de vivir, él, Pepe Escalona, estuvo constantemente junto a mi atribulada familia dándole calor humano y ayudándola en todo, y su coche y él mismo, a disposición. ¿Hay algún otro macandito que tenga otra pijada que objetarme sobre la praxis de mis sentimientos? Para un bien nacido, que lo soy, esa es una hipoteca afectiva sin vencimiento, aunque en muchos otros aspectos del diario ajetreo (en este tira y afloja Pepe siempre es un poco repeloso) haya discrepancias ostensibles; incluso puede haberlas, en ocasiones, manifiestamente dispares. A veces los políticos tienen "razones" que a los de a pie nos resulta difíciles de digerir.
Es lo que tenía que decir, dadas las circunstancias.
Francisco Baquero Luque