Gerardo Hernandez Les.
Médico y Político nacional, cuenta con un brillante historial profesional en las duales actividades de su vida. En política, ha ocupado siempre cargos de responsabilidad a escala nacional, hasta que por las razones que magistralmente explica en este artículo de Opinión publicado en el Diario El Mundo dejó la política activa.
La lectura de este trabajo nos trae a la vista de forma objetiva una panorámica de nuestro ruedo político que tanto nos duele hoy a los españoles con sentido de unidad nacional.
Gerardo Hernandez Les, generoso amigo de sus amigos, vive actualmente en Cártama (en donde, retirado del mundanal ruido, ha escrito tan trascendente artículo) que hoy publica el Mundo y que aquí se transcribe para recreo intelectual de quienes en política le interesa las cosas serias.
EL MUNDO
TRIBUNA
¿ESTAMOS ANTE EL FINAL DE UPyD?
Gerardo Hernández
Les
No es posible todavía contestar a la pregunta que encabeza
este artículo, pero sí discurrir sobre las causas que hacen pertinente que esta
pregunta se la haga mucha gente cuando los acontecimientos se precipitan sin
pausa. En estos días acaban de ser suspendidos cautelarmente de militancia (lo que
equivale a una expulsión de facto) Fernando Maura y Enrique Calvet, eurodiputados del partido. Hay que
haber conocido la génesis de UPyD para poder imaginar el estado de ánimo de sus
dirigentes ante la crisis de confianza en la que están inmersos y,
principalmente, el que tiene que estar sufriendo su líder, Rosa Díez, a poco que se la conozca. Decisiones
como la que nos estamos refiriendo están dentro del guión que queremos exponer.
De tener el
convencimiento de haber creado un partido para ser la alternativa al
bipartidismo y postularse como paladines de la renovación democrática que
España necesita, asisten impotentes -después de ocho años de existencia- al
despegue electoral de dos partidos, uno en las antípodas de su pensamiento, y
el otro su verdadero alter ego en el imaginario de la gente, cuyo éxito sólo
puede augurar el fracaso propio. Hablamos de Ciudadanos, formación a la que
tratan de endosar diferencias imposibles de entender para los potenciales
votantes de ambos partidos, con los resultados de todos conocidos.
Todos somos
políticamente responsables de nuestros actos y, como no puede ser menos, es
difícil rehuir sus consecuencias. Era inconcebible pensar que los gestos y
acciones de carácter despótico ejercidos en el seno de UPyD contra quienes
dentro del partido tuvieron el valor de ser discrepantes ante lo que no podían
estar de acuerdo, iban a suceder sin trascendencia alguna. Han tenido que
transcurrir varios años para que se vieran los signos de aluminosis pero, al
final, el edificio no ha podido resistir. Sólo alguien con un egocentrismo
'hors catégorie' podía creerse que en pleno siglo XXI podía dirigirse un
partido con los procedimientos propios de los partidos leninistas y que nadie
se enterara Y esto en un partido que salta al ruedo político para regenerar una
democracia que el estilo partitocrático de las formaciones políticas que
gobernaron desde la época de la
Transición habían arruinado.
Díez amenazó a los consejeros que si la
propuesta que apoyábamos los partidarios de las listas abiertas era aprobada
ella no seguiría en el partido
Es necesario
conocer la intrahistoria de este proceso. Algunos de los que estuvimos en los
primeros momentos de la formación de Plataforma Pro (embrión y lanzadera de
UPyD) no podíamos sospechar que estábamos colaborando en un proyecto que, en
realidad, era un diseño de pura ingeniería social, que unos pocos habían
maquinado con unos mimbres muy viejos, y ya averiados, pero mostrado en un
envoltorio (el Manifiesto Fundacional) muy atractivo. También pensábamos que el
nuevo partido que íbamos a construir era un intento superador de los vicios
partidistas que habían cristalizado en España, y que algunos ya habíamos
conocido en otras experiencias pasadas. Lo que ocurrió es que quienes realmente
controlaban el partido provenían también de esas mismas experiencias y, en
lugar de haber hecho un ajuste de cuentas con su pasado, lo que pretendían era
reproducirlo tal cual, aunque utilizando un discurso nuevo muy cercano a lo que
la gente estaba necesitando escuchar.
Enseguida se
empezó a ver que UPyD no iba a ser nunca un partido de nuevo tipo, sino una
formación cesarista organizada con las mismas estructuras de los viejos
partidos de la izquierda, donde la discusión abierta y la discrepancia
inevitable en los temas de profundo calado no era posible sin atenerse a las
consecuencias. Esto es lo que sucedió cuando nos enfrentamos ante el hecho de
tener que elegir determinados cargos orgánicos donde la voluntad de la
dirección del partido se trataba de imponer siempre sobre la lógica
democrática. Y no digamos cuando en un Consejo Político se tuvo que discutir si
el Consejo de Dirección (máximo órgano ejecutivo del partido) sería elegido con
el criterio de listas abiertas o cerradas, algo así como el ser o no ser de la
joven formación. Díez amenazó a los consejeros que si la propuesta que apoyábamos
los partidarios de las listas abiertas era aprobada ella no seguiría en el
partido. Naturalmente, su órdago a favor de las listas cerradas fue
mayoritario. Las consecuencias de aquel debate no fueron baladíes: con un
pretexto falaz (pero derivado del acontecimiento referido), 14 dirigentes del
partido (en mi caso, además, miembro a la sazón del Consejo de Dirección)
fuimos suspendidos de militancia y se nos indicó la puerta de salida.
Todo esto sucedía a los dos años de la
fundación de UPyD. Era una crisis muy grave -no era la primera- y, desde
entonces, los conflictos y los abandonos de afiliados, tanto en las estructuras
regionales como locales, no han parado, y todos tienen que ver con la
intolerancia de los comportamientos de vocación oligárquica del núcleo duro que
manda en el partido. Pero hasta que surge el 'affaire' Sosa Wagner, y la abrupta reacción que provocó su
artículo -que dio a conocer este periódico- entre los miembros del Consejo de
Dirección y del Consejo Político, la crisis de UPyD no toma carta de naturaleza
en los medios, y lo hace de una forma tan explosiva que parece casi imparable.
El profesor Sosa hace públicos dos hechos indiscutibles: el autoritarismo ya
indisimulable de Rosa Díez, y la responsabilidad en primera persona de ella
misma en el fracaso del pacto con Ciudadanos, que muchos sectores
constitucionalistas y alternativos del tándem PP-PSOE reclamaban como la mejor
salida posible a un bipartidismo agotado.
Ante estos
hechos, las buenas iniciativas parlamentarias, las denuncias contra la
corrupción o las querellas de Bankia pierden valor a los ojos de los
ciudadanos. Desde entonces, la líder y su partido han iniciado su particular
descenso a los infiernos de la política y la crisis que han abierto tiene todos
los visos de hacerse cada vez más profunda.
Gerardo Hernández Les, ex miembro del Consejo de Dirección y del
Consejo Político de UPyD.