martes, 7 de junio de 2016

8 DE FEBRERO 1.938, DÍA DE GLORIA EN CÁRTAMA Y ESPAÑA

Dedicado con gratitud de cartameño por el interés  periodístico y humano que vienen mostrando por las tradiciones e historia de Cártama, a Manuel López Mestanza y a Juanma López

             Día de gloria, en efecto,    para España  (a las hemerotecas   y a las cientos  de crónicas de todo el mundo de habla española que obran en mi archivo y están a disposición me remito)  ya que,  el grandioso suceso de aquella tarde  en Cártama,  tuvo también ecos y connotaciones recogidas en los medios de España y  America, desde la Tierra de Fuego en el Cono Sur de aquel continente hasta New York. Pero qúe pasó aquel 8 de febrero de 1.938   en Cártama aquel  8 de febrero de lo que se han cumplido  78 años.

            Hacía justamente un año que las tropas del bando nacional habían entrado en el pueblo. Una mitad de la gente de Cártama guardaba luto por mor  de la otra mitad y, viceversa.  

            Aquel día de 1.938, cuando “ya febrerillo brumoso, // célebre por su locura, // va despojando a natura // del triste invernal reposo...//, cuando entre los alcaceles  a media caña cada perdiz se une  a su perdigón piñoneando ambos su canto nupcial, también fue para Cártama un día de gloria que dejaba atrás  nubes  de muerte y dolor de una fratricida guerra.

            Aquel día, una multitud de hombres, mujeres y niños se encaminaba gozosa por las tres calles paralelas del villorrio  hacia la punta del pueblo conforme se llega a él desde Málaga. Yo, con siete años, iba cogido de la mano de mi padre;  mi madre  cogía la de mi hermana, Ana, de algo más de cinco años; en casa  de unos buenos vecinos  mis padres había dejado a su tercer hijo, nacido en noviembre  de mil novecientos treinta y seis, mientras desde el Hospital mi madre oía  aterrada los troníos de las bombas que tiraban los “aparatos” del bando nacional; pensaba en sus otros dos hijos que estaban con los padres de ella en el Cortijo, “El Convento”, del Alhaurinejo, y, cómo no, en su esposo que se escapó del coche durante el “paseo” de la muerte  y estaba refugiado en la sierra.

            No hay razón para omitir aquí ningún hecho que pueda apoyar y subrayar las razones, una por miles, por las que el pueblo de Cártama ha venido  depositando durante siglos una  acendrada fe en su Patrona, la Virgen María bajo la advocación  de Los Remedios. Y ello,  desde aquel día que  liberó a su pueblo, tal aparece en los anales, de una mortal epidemia de peste el año 1.579; antes Virgen de Los Reyes porque era la imagen que los Reyes Católicos, al tomar Cártama, tenían en su tienda de campaña y la regalaron  a la villa instituyéndola como su Patrona nel 26 de abril de 1.485, hace ya 531 años; por ello, esa imagen está impregnada del hálito devocional de nuestros antepasados de infinidad de generaciones  que volcaron el ella su fe existencial  y le elevaron preces, plegarias y rogativas,  muchas de ellas concretadas en exvotos que siempre colgaron en cantidad incontable de sus muros.

Cuando mi padre se escapó del coche durante el “paseo”, mi madre y una hermana de mi padre, de rodillas y manteniéndonos bajo sus brazos  a sus respectivos costados a mi hermana menor y a  mi, le rezaban y pedían a un icono gráfico de la Virgen de los Remedios, cuya imagen creían quemada, que hiciera un nuevo milagro y salvara a su esposo y hermano de la muerte que casi inexorablemente, salvo milagro, se cernía sobre él. En ese preciso momento, mi padre logró soltarse las ligaduras que le ataban  las manos a la espalda.  Al serle abierta la portezuela de uno de los dos coches con los once milicianos que iban a matarle armas engatilladas  en la explanada de Maqueda, cabe la carretera Cártama-Málaga, el pres, de complexión atlética,  abrió los brazos dando un rugido de rabio y reto, y aprovechando el desconcierto de la sorpresa emprendió veloz carrera hacia la sierra de Almotaje, río y Caos de Rubira de por medio. Y el poeta le cantó cuando conoció   su dual odisea en África tras el desastre de Anual y, en esta segunda vez de 1. 936.

...A Baquero lo persiguen
Once hombres con fusiles
En el aire dibujando
Su silueta de gigante
Una floresta de tiros
Sin que ninguno le mate.

En sus lares su mujer,
Con dos hijos y su padre,
A la Virgen del Remedio
Le están pidiendo que escape.

¡Corre, Francisco Baquero,
Que te van a los alcances
Las balas de once fusiles
Entre pitas y jarales!

Ya gana la serranía,
Reina de las soledades,
Ya de sus estribaciones,
Traspasa los roquedales:
Francisco Baquero Vargas,
Montes  y riscos te amparen,

¡Qué claro estuvo el milagro!
La Virgen quiso salvarle
Como lo salvó en Marruecos
De forma tan  semejante...

Enlutadas de esta guisa, por familiares muertos de uno y otro bando,  estaban las mujeres de Cártama en la “punta” del pueblo esperando la llegada de la Patrona, la Virgen de los Remedios, que hasta poco antes creían  quemada; lo fue una copia dejada ad hoc por el raptor de la auténtica que ahora retornaba con él.


            Toda aquella multitud enlutada --las mujeres con pañolones negros en la cabeza anudados bajo la barbilla y dejando ver sólo la cara avejentada por el sufrimiento, vestido negro, medias negras y, la mayoría, alpargatas     negras--  se apelotonaron en “la punta”  abarrotando la explanada de Los Chorritos (abrevadero singular ya desaparecido), la de la puerta de Diego Díaz que daba a su terraza y la carretera hasta el “pocillo de Gasparito”, el pregonero a trompetilla del alcalde de turno.

            De pronto, los zagales que estaban en descubierta en la curva de los “paerones”,  retornaron  corriendo y gritando con aspaviento de brazos: “¡¡Ya viene, ya viene, ya viene la Virgen de Los Remedios y dos camionetas  con los paisanos que se llevaron presos...!” ¡Deteneos lágrimas, dejadme escribir...no emborronadme los recuerdos netos...! Miré a mi padre, lloraba; miré a mi madre, lloraba; miré a todos sitios,  y toda la gente, incluidos los hombres avezados a tremendas luchas, lloraban. El odio se había trocado en Amor al conjuro de la Madre Celestial; la única  Madre de todos sin exclusión alguna... Abundaban los rosarios en las sarmentosas manos de las   sufridas mujeres. Las mozuelas que no iban enlutadas, vestían el ancestral  hábito celeste con cordón blanco en la cintura, de la Virgen de Los Remedios. Muchas avanzaban  penosamente  de rodillas a encontrarse con nuestra Virgen. El aire cortante de una tarde de febrero el loco, se hizo caricia de  perfumes  a junquitos de la Virgen y de aromas a gloria de las azucenas.  En los aleros de las casas, los gorriones pipiaban tímidamente, sin algarabías de celo, sino de empatía con la mística del entorno; ¡memento…!

             Aquel día  volvía tras año y medio peregrinando en olor de plegarias y poesía por  ciudades y pueblos de todas las repúblicas  de Iberoamérica la Patrona del pueblo, Ntra. Señora de los Remedios, pues la que fue quemada era una copia ad hoc que por encargo de González Marín había pergeñado el imaginero Paco Palma. La auténtica volvía salva a casa en los brazos de su singular paje y juglar.

             Ya avanzada la media tarde, el automovil  que conducía Antonio López Plana (“Antoñico”),  asistente escénico que completaba el trío peregrino, se posó, más que paró,  en la puerta de la carpintería, El Ñaña.  Sentado junto a Antoñico iba su hermano José y, detrás con la virgen, José González Marín quien, les señaló el lecho de una carreta sin varales para desde ella hablarle al pueblo y entregarle salva de la quema, su Patrona que, al efecto, él se llevara a América a primeros de julio del año 1.936.

            Detrás de ellos en dos camionetas llegaban a Cártama los 36 cartameños de izquierda que González Marín, fiándolos con su firma logró salvar de ir a un campo de concentración por sus ideas políticas cuando ya estaban concentrados a tal fin en el antiguo Cuartel de la Aurora a la salida de Málaga. Se tiraron de la camioneta y se abrazaron a sus familiares con emoción indescriptible. Este hecho está reconocido por la Corporación Municipal de Cártama en Sesión de Pleno del 20 de febrero de 2.014 y, si así lo saben, pues es verdad, ¿qué razones tiene Cártama a través de sus representantes legítimos para perseguir la memoria de tan preclaro y amoroso benefactor de Cártama y genial poeta de poetas hijo predilecto nombrado por una corporación socialesta en 1.935? ¡¡¡Explíquenlo quienes deban hacerlo!!!.

       Desde el lecho de la carreta como tribuna improvisada, González Marín mostró en alto la Virgen de los Remedios, la auténtica, a la multitud reunida esperándola.          Reconozco mi torpeza para llevar al papel la emoción del momento. Era una alegría reflejada en unos rostros aún marcados en rictus de dolor y enlutadas de cabeza a los pies;  era la fe de un pueblo sencillo y bueno que unos locos les había llevado a una caída cainita; era la esperanza  de que desde aquel momento todo cambiaría en el corazón de las gentes en el pueblo de Cártama y, el odio, de una vez por todas se trocaría en Amor al conjuro de la Virgen María bajo la advocación trinitaria de Los Remedios. De pronto, alguien inició una salve cantada y, ¡oh maravilla!, cada persona se cogió de la mano del que tenía al lado sin tener ya en cuenta si era de un bando u otro: Todos, haciendo una cadena redonda y total de eslabones con dedos, rezaban cantando a la Madre de todos, pues todos sabían  que para aquella Madre todos eran sus hijos sin distinción de colores. ¿Milagrería? El hecho es este; fui testigo de ello; que cada cual piense y opine según su libre albedrío.

            González Marín, evidentemente emocionado pidió atención y hablo a sus paisanos de esta manera:

            Queridos paisanos, a mi me tocó salvar a nuestra madre. Yo os aseguro que de no haber sido porque algo o alguien dirigió mi voluntad y mis pasos, no hubiera podido hacerlo, no tengo madera de héroe. He visto vuestras manos entrelazadas ¿qué fuerza interior os ha inducido espontáneamente a ello? La misma  que me indujo a mi a robar: ¡¡¡Ellaaaa!! A robarla a Ella para traérosla hoy aquí salva y que siga siendo nuestra Madre como lo viene siendo a golpes de milagros desde hace cinco siglos. Cartameños ¡¡Viva nuestra madre la Virgen de Los Remedios...!!”

            En un artilugio de madera la subieron y, a hombros de jóvenes y mayores por turno, en olor de multitud entre rezos y cantos, un pueblo ya amalgamado por el “Amor de los Amores...” fue prosesionada por la calle de Enmedio hasta la Iglesia Parroquial. Fue un 8 de febrero de 1.938

            Me consta que el Juglar y Paje de la Virgen Peregrina y su ayudante pidieron  permiso al párroco para pasar esa noche entera junto a la madre que con ellos formaron el trío peregrino más singular de la Historia mariana de todos los tiempos. Ellos dos murieron pero nos dejaron restañada una tradición mirífica que estuvo partida en dos por los desgraciados avatares de una guerra incivil. La Historia es maestra de lo porvenir.

            Entre rezo y rezo, aquella noche de oración el juglar le decía.

“Madre mía...
Fui contigo embajador, pregonero,
Apóstol e imaginero
Rival de la primavera.

Fui novio a ganar dinero,
Diamantes, perlas, rubíes
Para su novia
De terciopelo y de seda.

Ya  regresamos los tres,
Anchos de luz y poesía:
 Tú, con tu alegría,
Nosotros con nuestra gesta. Y allá Dios
En su pálida custodia
Con la balanza, amando al bueno

 y perdonando al que odia...”