jueves, 14 de junio de 2018

EL JUGLAR SALVADOR DE LA VIRGEN, MENOSPRECIADO EN CÁRTAMA

                                              Foto obtenida en La Habana (Cuba) 1.937

            Era  un día de un mes del año l.944. Los poetas españoles le hacían un homenaje (otro más de muchos)  al insigne cartameño, José González Marín, en el teatro Español de Madrid, al que tuvo la bondad de invitarme  como le había sugerido en conversación telefónica don Jacinto Benavente, amigo de mi familia: “No te dejes a Paquillo ahí…”
            Cuando por la tarde, ya en el tren expreso en la Estación de Málaga (no tenía parada en Cártama) , colocábamos los maletines no facturados en la repisa del apartamento, González Marín  como persona de exquisita educación,  dejó su sombrero sobre uno de ellos. Al volver la vista  vio a una señorita sentada ya,  que llevaba puesta una  enorme y preciosa  boina y, me musitó: “Qué envidia me da la boina que lleva puesta  esa señorita …”  No tardó la chica en levantarse y salir del apartamento; enseguida, entró un señor  con la boina en las  manos:
--“Don José González Marín, para mi hija, y para mí, sería un honor que aceptara  su boina… Somos admiradores suyos…” Pese  a su susurro, la chica había oído las palabras del gran cartameño.
--Por Dios, cómo va a hacer ella el viaje sin su boina…
--Don José, por favor,  no nos prive de ese honor…
--Qué remedio; les estaré agradecido toda la vida… Pepe González Marín llevo la boina puesta toda la noche. Mientras Pepe González dormía ella me fue preguntando cosas  de la historia de Cártama y de José González Marín.
            Entonces en todos los trenes de pasajero, al pasar frente a Cártama, los viajeros se apelotonaron  en la ventanilla exclamando: “Cártama, el pueblo de González Marín; y el cerro con  la Ermita de su Patrona que él salvó de la quema en la guerra llevándosela  en una gira de año y medio por toda Iberoamérica y Nueva York”. Entre la gente estaba la chica de la boina  que se le ocurrió decir: “Pues tienen ustedes a González Marín en persona muy cerca,  viaja en mi apartamento que es aquel…” El número fue apoteósico y, no  tengo palabras para describirlo.
            En uno de sus impulsos característicos José González Marín salió al pasillo y levantando una mano pidió silencio  y, declamó con voz potente los pregones de Salvador Rueda
Málaga, Cártama, tierra que adoro con mis entrañas,
Escuché el coro inmenso de  tus pregones
Llenos de  algarabías dulces y extrañas.
Vi llegar de Cártama la fruta grata
En canastas de esparto escurridizos,
Y cantó el pregonero con voz de plata:
“ ¡Van los chumbos reondos y qué pajizos!.
            Pasaron los años y, hará unos doce, fui invitado a colaborar en un homenaje que la casa de la cultura de Arroyo  de la Miel  le rindió a González Marín y al poeta  de la raza, Salvador Rueda.
            Cuando terminó la velada, nos invitaron a cenar a los intervinientes. De sopetón, una de las señoritas que habían bailado me enjaretó:
--Sr. Baquero ¿por qué Cártama no quiere a un hijo tan famoso y bueno y que tanto hizo por ella?
--Bueno…, quizás haya alguno que por ignorancia no lo aprecia mucho, se me ocurrió contestar
--Mire usted, Sr. Baquero, si en una habitación cerrada hay veinte personas , aunque sólo fumen cinco, cuando salen, todas huelen a humo… y yo tengo familia en Cártama y me duele lo que pasa con la memoria de este  señor.
            Ninguno de los cartameños presentes supimos qué contestar. Reconozco que me dejé sobre la mesa la comida sin poder seguir deglutiendo  los manjares.
¡¡¡Quietas, lágrimas del recuerdo, quietas…!!!