lunes, 25 de junio de 2018

LOS HABLADORES

                    
            Los habladores son unos odiosos tiranos, que si antes sólo tenían su hábitat en los corrillos de la especie, hoy  sobreabundan en la sociedad   que tabla en ristre pertinazmente sustituye ya en el pensar al cerebro y lo que pudiera ser un bien, es un mal que sustituye ni más ni menos que a la facultad del cerebro con el escalofriante deterioro  de naturaleza humana.
  Los que quieren siempre ser oídos  y no escuchar ni   atender a nadie, usurpan a los demás una prerrogativa propia del ser y, como el hablador compulsivo miente necesariamente  mucho  (en  el mundo normal no hay temáticas ocupar racionalmente  tanta palabrería de  alcantarilla)  prostituyen con tal raudal de mentiras,  la virtud que más nos diferencia del bruto, del australopitecos no sirve para el buen entendimiento del ser humano,  al   que. A la vez,  ha  engolfado peligrosamente porque, la palabra,  es lo que  concede cierta especie limitada a los brutos de la dicción  que, precisamente, se recluían  para su bípeda lenguarada en corrillos recluyentes; pero,  han escapado de su hábitat natural y, con el aplauso de la chusma indigente intelectual  han hecho de las relaciones humanas un mentidero nacional, una torre de babel moral.
Lo peor, ya digo, es que a la lengua viperina  del hablador pertinaz, le temen los  que blasonan  como “los buenos”, las personas de “orden”, los que tienen “educassión” y, no es otra cosa ello  que, un embozo cobarde y servil no vaya a ser que le sambeniten los habladores como “fachas”, “franquistas” de la “derechona” o “beatos” porque creen en Dios y son coherente, o quieren serlo, con ello.
¡Ah!: un  lenguaraz nunca te dejará razonar, la razón es siempre suya y si tu no opinas como él, eres su  enemigo, que, por algo, han hecho suya,  mientras roban o delinquen (también con  la patente de corso que  han hecho suya por la jeta) la supremacía de la moral y la decencia.
La única manera de contraponer con ellos es descubrirles su flagrantes contradicciones en todos los campo y, echárselas  con valentía a la cara.  Así será, al menos, por lo que a menda respecta.