He de pedir disculpas por ciertas palabras pretendidamente malsonantes
que, en respuestas a quien ha intentado coartar mi sacrosanta libertad de elegir mis amigos, he insertado en
la página de otra persona hoy mismo. Sólo por esos pido disculpas, por la página
en donde las he transitado. Por lo
demás, no he utilizado término alguno que no esté en el diccionario de la
lengua española y, tanto Quevedo como el nobel español contempráneo, Camilo José Cela, abundan
en distintos sentidos en tal terminología que, por cierto, no menoscaba la
educación de quien las dice legítimamente ante un ataque arbitrario y avieso a
la propia estima del prójimo; en este caso, la mía. Y punto.