martes, 23 de marzo de 2021

 

 NACI CABE UN BELLO RÍO

Nací en un cortijo pegadito al  río,

Llamado por los moros, “del pan de trigo”.

Orlaban  su  ribera parajes frondosos

De edénicos, umbrosos y nemorosos sotos,

En cuya tupida  fronda moraban bandadas

De canoras aves que hoy ya solo viven y cantan,

Entre el edénico ramaje de la espiritual memoria

De aquel niño, ya abuelo nonagenario y achacoso.

 

Tuve  una niñez  libre como  el aire que se respira,

Y las retinas de mis ojos de paisajes plenas,

Amigo de los pájaros que de árbol en árbol vuelan

Y,  de la salvaje fauna  que  en  el paraje moran:

El gato montés, hermoso como cabrillo,

La jineta, el tejón, la nutria  del río, el lirón,

La culebra de regadíos, la  comadreja, el turón…,

Y  tantos más que  recordar ya  no puedo.

Los dos niños del cortijo, mi pequeña hermana y yo,

Amábamos  el sol al  despertar cada mañana,

Y éramos coperegrinos suyos en su puntual recorrido,

Libre por la inmensa esfera de la madre tierra.  

 

Desde el zaguán de nuestra humilde casa cortijera

Con la puerta abierta que se orienta hacia el lugar, se veía

 En su cerro la Ermita (hoy robada al devoto pueblo)

De la multisecular Patrona, La Virgen de Los Remedios

Y,  el dulce tañer de sus campañillas, que  a los seres todos

De la hacienda, les enjugaba y dulcificaba  el alma.

 

Las brisas de la serranía bajan cargadas de esencias,

Brilla  la luna redonda en las noches veraniegas

Y    se ve desde el hogar serpear el camino de la Ermita.

 

Ladran  los perros en el silencio de la noche y el corazón

De quienes  dormimos en las parvas de las eras y,

El  corazón  de gozo lleno, palpita al guiñar de las estrellas.

 

¡¡Oh libertad bendita de los campos  de mi pueblo!!,

Perfumadas tus callejas  con la quema

En las tahonas, del  lentisco, el tomillo y las jaras, para

Cocer  en el horno las teleras: el pan nuestro de cada día.