Antonio Beltrán en su espacio televisivo de TELECOM
Presenta: Francisco Baquero
Luque
El protagonista central
de esta velada literaria es, Antonio Beltrán Lucena, un gran señor por donde se
mire, poeta y flamencólogo, quien en el
ojal de la solapa de su chamarreta, siempre lleva por blasón un
ramito de “yerbabuena”, y como símbolo de su nacencia y crianza terruñera, suele
cubrir su cabeza con una gorrilla flamenca.
Personaje singular de nuestra andaluza y
guadalhorzana tierra, a la que él, con
trazos poéticos de buen tempero y
sosegada siembra, canta hogaño con motivos y cadencias de antaño. Un ser humano
de acusada personalidad, definido y definitorio por su musa y por su habla.
Decía, que el gran protagonista de este acto es, Antonio Beltrán Lucena, y,
por ello, a un servidor atañe sólo el
ritual, gratísimo, de presentarlo, si es
que tan original juglar, necesita de presentación. ¿Quien en realidad de verdad no conoce y sabe
de Antonio Beltrán Lucena, de sus cantares y decires sembrados a voleo en
libros, prensa, radio, televisión, certámenes y otros foros?. No obstante, no
está de más centrar brevemente un esbozo de semblanza, con los méritos literarios y humanos de tan
entrañable persona.
Antonio Beltrán lleva el
campo con toda su belleza dramática y multiforme, metido en el fluir de sus
venas, como no puede ser de otra manera porque
en el campo vivió y trabajó siempre, y el
campo le hizo poeta, aunque del campo que, paradójicamente, empobrece, tuvo que emigrar a la fría Europa. Él lo dice
en uno de sus poemas: “En Alemania fui emigrante el año sesenta y dos”. Pero
esta dura experiencia que a muchos “encallece el corazón”, no
fue motivo para excluir del suyo la comprensión, la tolerancia y la
benevolencia:
“
... Que cantando hay que seguí
en guenos y malos tiempos,
aunque a veces esté el sentir
roto por fuera y por dentro...”
Estos
versos de “Seguimos soñando un mundo
mejor”, libro del que son todas las citas poéticas que ofrezco,
demuestran que Beltrán Lucena, como todo
poeta y hombre del campo, amén de ello,
tiene mucho de filósofo.
Una madura reflexión de
tan ásperos avatares y sobre la gloria y
dureza de la vida del campesino, que en perra
brega con la dura tierra ha de ganar el pan de cada día, es, repito, tema de su extensa obra, que, como dice Pablo
Franco Cejas, prologuista de su citado y
último libro, “ presenta la descripción verseada de un andalucismo popular ”,
pleno de “ valores esenciales de la vida
y, semillas de sentimientos que siembra
en los corazones del pueblo con el arado de su verbo peculiar...”.
Antonio Beltrán, al igual que las aves canoras, tiene su “queá” (que para más
propiedad llama “Er Zirguero”), en la Fresneda , paraje labrantío de Campanillas, villa ésta asentada en el
triángulo de confluencia de dos ríos históricamente
emblemáticos de la Hoya
de Málaga: Guadalmedina y Guadalhorce.
Desde esa su “quedada” ribereña, se solaza,
medita y nutre su poesía cada jornada
cumplida, con los postreros candilazos del
lento morir del sol en el
horizonte, cuando ya los rumores del campo se apagan, el viento de la tarde se echa a dormitar, y,
las sombras empiezan a envolver los espesos árboles del nemoroso soto del río,
dejando paso a la luna alegre y redonda
sobre el fondo violeta del cielo, precedida de un cortejo de luceros tempraneros.
Y en esa atalaya, con sus pupilas colmadas de paisajes dibujados por el eterno
pincel, el numen de Antonio Beltrán Lucena concibe y crea su poesía, y su prosa,
que es un constante, sencillo y elemental cántico a la vida, a las gentes de
ayer y de hoy con sus costumbres.
Pero no elude, ni mucho
menos, la denuncia de las injusticias sociales, como corresponde a un alma, tal
la suya, en constante sintonía con el Sumo Hacedor de la Justa Armonía y del
Bie
“Uníos, ni un paso atrás,
No más
niños muertos de hambre,
Instemos a los mandamás
Conviertan misiles y tanques
En
arados para labrar.
Falta están haciendo bastantes. ”
Si mal no recuerdo,
la obra de este trovador moderno está contenida en 15 libros que le han
deparado una “jartá”, (como diría él), de importantes premios que, la brevedad
de este Introito, no permite enumerar.
Su ya citado y último libro, “Seguimos soñando un mundo mejor” (significativo título), nos muestra
líricamente toda una geografía de usos y
costumbres de las gentes del pueblo liso
y llano, del campo y de la ciudad, pero también nos ofrece el radiograma de las
flores, los pétalos del rocío, la luz del alba, el “pipiár” de los jilgueros, el reventar de la
espiga, y, el silencioso lenguaje de la
toponimia en valles cerros y altozanos guadalhorceños.
Quiero decir, para
terminar, una vivencia mía relacionada con el libro “Soñando un mundo mejor” de Antonio Beltrán:Yo suelo intentar
dilatar mi vida interior hacia el futuro
en alas de la fe, y, prolongarla hacia el pasado actualizando recuerdos para,
así, evadirme circunstancialmente de la estrecha burbuja del presente. Pues
bien, ensimismado en recuerdos de un pasado que hoy se me aparece vitalmente pletórico,
no ha mucho tiempo rememoraba yo cuando de zagal ayudaba a mi padre en las faenas camperas: pintando trigo en el surco que abría el arado
que él seguía aferrado a su mancera; o, barcinando con el carro o la carreta; o, la era y la trilla;
o, compartiendo con él las faenas de maquila del molino aceitero, comunicado
con la casa vivienda; o, ayudando a la madre guapa en el amasijo y cochura del
pan; o, el cuido del ganado en los tinados con rumores de esquilas. Pues bien, cuando el alma evocaba aquellos tiempos idos, me preguntaba ¿qué poeta
cantará algún día todo esto?. Y, que casualidad, días después, cae en mis manos,
“Soñamos un mundo mejor”, y allí vi reflejados mis
recuerdos en
“Aquí un carro faenero
los avíos pa castra
los atavíos de un bandolero
los aperos pa
trillá ”
“Aquí
un molino de aceite
el argaíjo pa amasar,
tahona, seaso, arteza,
el jozno pa cocé el pan...”
Y es que Antonio Beltrán, no sólo ha hecho
del lenguaje popular, sencillo y atávico, toda una construcción literaria genuina y personal, que llega al
corazón de las gentes, sino ponernos
ante aquella sabiduría natural de nuestros abuelos, que nos lleva a
preguntarnos con ELIOT: “ ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con
tanta información?. ¿ Donde está la sabiduría que hemos perdido con tanto
conocimiento?.
Y yo, paro ya de contar, que para paladear
despacio los saberes de este libro, está en la Papelería Ibérica , y, su autor, en
cuya tarjeta consta, “Antonio Beltrán
Lucena, la amistad, un cante y una flor”, se dispone ya a platicar con nosotros.
Muchas gracias
.