martes, 29 de junio de 2021

                                          ¿PORRA DENTRO O, PORRA FUERA?

            Todos hemos oído, e incluso expresado muchas veces, para indicar si alguien acepta una propuesta cualquiera o la rechaza, eso de “bueno, “porra aentro o, porra ajuera” pero, muy pocos saben donde tiene su origen esta frase tan prodigada en todos los lugares y desde el lejano antaño. Tratemos de recordarlo:

            La expresión tiene trazas de haber salido de la ubérrima cantera de apelativos de los diseminados agrícolas  de muchos pueblos en todas las épocas; antes, como vivienda fija en las fincas de labor hasta que la moda de la segunda vivienda en una “parcelita” hizo polvo el paisaje en aras del “afanaero” recaudatorio a través del IBI de los políticos municipales, la peor plaga que lastra a España.

            Pero vamos a lo que vamos: Antaño, en muchos pueblos de nuestra geografía el novio verificaba  si su solicitud de noviazgo con una hembra del lugar, sobre todo en las casas de campo anexa a las fincas agrícolas,  era aceptada, o no, por los futuros suegros. Dejaba un bastón cuyo asidero era una “porra” o, pomo, en la puerta de la vivienda de la moza solicitada en noviazgo. Si era aceptada la “porra”, se metía a la vivienda y se consideraba signo de aprobación. De contrario, el devolverla dar por denegada su petición. “Porra aentro o porra ajuera”, he aquí el lenguaje más elocuente y lacónico  que darse pueda; propio de gentes del campo y de los pueblos aún no con ínfulas de ciudad “progre”. Tras esta ceremonia, cada tarde--noche el novio, acicalado, acudía a casa de los suegros a pelar la pava con la flamante novia.

            Esta fórmula de trato, pasó a la gente del pueblo llano que cuando  hacían un trato, una oferta o instancia verbal, una parte asentaba: “Y ahora, dígame usté: ¿porra aentro o porra juera”.-