¿PORRA DENTRO O, PORRA FUERA?
Todos
hemos oído, e incluso expresado muchas veces, para indicar si alguien acepta
una propuesta cualquiera o la rechaza, eso de “bueno, “porra aentro o, porra ajuera”
pero, muy pocos saben donde tiene su origen esta frase tan prodigada en todos
los lugares y desde el lejano antaño. Tratemos de recordarlo:
La
expresión tiene trazas de haber salido de la ubérrima cantera de apelativos de
los diseminados agrícolas de muchos
pueblos en todas las épocas; antes, como vivienda fija en las fincas de labor hasta
que la moda de la segunda vivienda en una “parcelita” hizo polvo el paisaje en
aras del “afanaero” recaudatorio a través del IBI de los políticos municipales,
la peor plaga que lastra a España.
Pero
vamos a lo que vamos: Antaño, en muchos pueblos de nuestra geografía el novio
verificaba si su solicitud de noviazgo
con una hembra del lugar, sobre todo en las casas de campo anexa a las fincas agrícolas,
era aceptada, o no, por los futuros
suegros. Dejaba un bastón cuyo asidero era una “porra” o, pomo, en
la puerta de la vivienda de la moza solicitada en noviazgo. Si era aceptada la “porra”,
se metía a la vivienda y se consideraba signo de aprobación. De contrario, el
devolverla dar por denegada su petición. “Porra aentro o porra ajuera”, he aquí
el lenguaje más elocuente y lacónico que
darse pueda; propio de gentes del campo y de los pueblos aún no con ínfulas de
ciudad “progre”. Tras esta ceremonia, cada tarde--noche el novio, acicalado,
acudía a casa de los suegros a pelar la pava con la flamante novia.
Esta
fórmula de trato, pasó a la gente del pueblo llano que cuando hacían un trato, una oferta o instancia
verbal, una parte asentaba: “Y ahora, dígame usté: ¿porra aentro o porra juera”.-