NOCHEBUENA
DE 1.937:
Dos veces estuvo la famosa por milagrosa Patrona de Cártama,
Nuestra Señora de Los Remedios, en sumo
peligro en alta mar con ocasión de su grandioso peregrinar de año y medio (julio de
Una
fue, durante la ida al exilio a tierras
de allende el océno a bordo del trasatlántico, “Cabo Santo Tomé”, cuyo
capitán recibió un cable del gobierno de
A la altura de Brasil, el capitán, y ya amigo del artista que había hecho llevadera con sus poemas la
singladura de personas que huían de una guerra cruel y fracticida, llevó a su
camarote al recitador español y le comunicó:
“Tengo
orden de detenerte y retornarte cautivo a España. No lo voy a hacer. No lo
puedo hacer. Voy a simular una avería
para tocar en el puerto de Río Verde en Brasil cuya altura estamos y, voy a dar unas horas al pasaje que quiera
bajar a tierra. Aprovecha y sigue tu ruta con Ella por tierra hasta tu destino.
Con el atrezzo que siga “Antoñico” hasta Argentina. Que
Dios y esa Virgencita milagrosa,
que debes llevarte contigo por tierra, nos ayude a todos...”
De la otra, se cumplen ahora 81 años. Desde New York, y ante la duda de giro que tenía la guerra civil española, el genial y devoto rapsoda optó por emprender el retorno a España en un buque inglés, vía Gibraltar. A partir de aquí, copio literalmente de mi antes citado libro, este emocionante, singular y bello episodio mariano ocurrido próximo ya al siglo:
... Al “trío peregrino” al regresar a España en diciembre de 1.937 le cogió en alta mar una enorme y temible tempestad, lo cual, según
contaron siempre el rapsoda y su
ayudante, no fue óbice para que, tanto
pasaje como marinería no ocupada, le cantaran a
“Antoñico”, inspirado por el canguelo que le producía el tronar de las olas contra el maderamen del barco, cantaba un villancico, o lo que fuera, que, según me decía años después, no sabía donde ni cuando lo había aprendido:
“El que no sepa rezar,
que
venga por estos mares
una
noche de diciembre,
y verá que pronto
aprende
sin
que se lo enseñe “nadie”..
“Así como en la travesía de
ida pesaba sobre el rapsoda español la
duda de si habría hecho bien o no de llevarse consigo la famosa imagen de la
Patrona de su pueblo, lo que le hacía pasar gran parte de las noches angustiado sobre la cubierta del barco,
también sobre el ánimo de
los nautas españoles gravitaba durante
la travesía de regreso a