TARDE ESTIVAL
(Brindo esta humilde e
imperfecta égloga mía…
al campesino que hoy,
echados a la calle, se
ven obligados a demandar justicia a los mandamases)
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Somnolienta va la tarde,
lenta, lenta hacia el ocaso,
Donde se adentrará en
las
nubes que con sus lloviznas,
le daban grato frescor al verano
y “blanduras” para los frutos de la higuera:
brevas rayadas y dulces higos verdes.
También son frescos alivios siderales
que hace Dios al
labriego, afanado siempre,
con generoso empeño en
obtener
el pan de la tierra áspera y entrañable
Y siembra pegujales verdes
alimentos vitales del hombre
fiel el labriego al Divino Alegato:
“con tu sudor ganaras
el pan de la especie”.
Benditas sean las saudades
que me traen los recuerdos de
aquellas tardes gloriosas en que yo,
chaval aún, recostado en un lindazo
de las hazas, pasaba horas y horas
ensimismado en el ocaso con sus
candilazos
rojos como de Abel la sangre.
Y no encontré respuestas a las
preguntas
que me sugerían el inefable cielo;
preguntas que sólo Dios las sabe
por sólo Él sabe la razón de los celestes arcanos.
Y, si miraba a mi izquierda,
Veía en su monte el Santuario de la
Bendita Virgen de los Remedios.
¡¡Memento…!!