Durante un gran trecho del franquismo, en especial en el dilatado mandato de Arias Salgado como ministro
de Educación y Ciencia (el que “se la coge con un papel de fumar”,
según se apostillaba entonces de él), al
que se unían los recalcitrantes puritanos,
cardenal Segura de Sevilla, Daniel y Pla de Toledo y Primado de España, y
Pildain de Canarias, a los españoles nos tenían el sexo en un puño, o, como
algunos afirmaban, en la palma de la
mano sin más remedio.
Ello, quizás con la mejor de las intenciones para ahorrar al paisanaje calorías dada la carencia de alimentos para
reponerlas; fueron tiempos de hambruna, con cartillas de racionamiento al canto hasta
para el tabaco. Periodo represivo en aras de un concepto de la moral de carril
estrecho, que se relajó un tanto con la destitución de Aras Salgado y
el mandato en el mismo cargo de Pío Cabanillas, en el tardofranquismo (1.975). Tocó a su fin, con el advenimiento de la llamada democracia y, subsiguiente
proclamación de la
Constitución de 1.978, para desembocar de lleno en el llamado
periodo del DESTAPE; en él se pasó, según no pocos medios de opinión e
historiadores, de un extremo opresivo a otro marcadamente licencioso, según el
puritanismo precedente, y ello, con la plena aceptación gubernamental del
desnudo (“destape”) como demuestra el premio que recibió la actriz del
género, Susana Estrada, de manos del Alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván,
del PSP, en un acto mundano-político promocional con la presencia de políticos de relevancia
nacional.
El acto antes aludido, como tantos otros del mismo tenor, lo
recoge el documento gráfico que sigue (fotografía de la izquierda), demostrando
la foto de la derecha que la premiada
actriz merecía por su excitante palmito, cual de una Friné griega, el galardón otorgado y, algo más.
Fue la culminación durante no mucho tiempo del
boom erótico (en lo que no poco tuvieron que ver las turistas suecas) dejando constancia de que, por fin, la intransigencia moral
esgrimida y salvaguardada por el victoriano ministro Salgado y los cardenales de marras, había tocado su fin.
Las extremos, como todo exceso de uno u otro signo, volvieron a su cauce normal, con su sublimidad entrañable en unos casos y, su picardía gozosa en otros, como también nos da idea el siguiente testimonio gráfico, aún en
blanco y negro, sobre una pícara
molinera de las que tanto abunda en nuestra literatura:
El cine porno se puso durante
un tiempo al alcance de todos los españoles, evitándose así, los que podían
permitírselo, el trabajo de
trasponer los Pirineos para ver en
Francia, “El último tango”, con más fama que sustancia.
En España, se pasaron entre otras, y en todas las salas de su
geografía, cintas verdes protagonizadas por las españolas de tutifructi, Cantudo, Bárbara Rey, la
mentada Susana Estrada, etc, pero, la que obtuvo mayor afluencia y despertó más
complacencia en los amantes del género
fue, entre otras, la explícita francesa, Emmanuelle,
según la novela erótica del mismo
título escrita por Emmanuelle Arzan.
Silvia Christi en una escena del film, Emmanuelle