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MOTIVOS QUE NOS OBLIGA SOCIALMENTE A CONOCER LA HISTORIA. 1º El interés que para todos debe tener el conocimiento de la vida de la madre Patria y de nuestros en los lugares de nacencia, o patria chica. 2º.- el noble sentimiento que despierta la hermosura de esa Historia que lleva a tener como un timbre de gloria "el haber nacido en su patria; grande y chica"
Por otro lado, el fin de la Historia es inducirnos a imitar las buenas acciones de nuestros antepasados y, evitar cuanto los condujo, como ahora, a la decadencia y a la ruina. "La Historia escrita bajo el influjo de un espíritu de verdad y justicia, llega a ser escuela de moral para todos los hombres"
Pero todo estos principios se hunden cuando, como hoy, la mayor parte de los historiadores modernos ejercen de políticos y filósofos de lo políticamente correcto y conveniente.
El daño que han causado a nuestros pueblos y su Historia, que son teselas de la Historia de la Patria, con esta capitalizada y programada parcialidad, con que casi todas las páginas está escrita por algunos "historiadores" de tal estirpe prescindiendo por completo de los patrones de la verdad., dejan ayunos de la conciencia sus raíces a varias generaciones.
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Friso de una villa romana aflorado al hacer una una zanja en una finca de la familia Alejocabe el río Fahala en Cártama que se halla expuestas en el Museo Arrese de Corella (Navarra)
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Mi libro, “....EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA ” recoge la profunda historia de Cártama desde
la noche de los tiempos, pasando por iberos-turdetanos, fenicios, romanos,
moros, visigodos, etc, entroncada
con la de la Comarca del
Guadalhorce, y también este autor está a punto de terminar la redacción de dos libros
más, “ECOS DE LA ALHÓNDIGA ”
y, “RELATOS BREVES”.
En el primero de los tres libros citados (amén de “El
Faraón de los decires”, ya agotado), se incluye un hallazgo fruto de cuatro previos años de investigaciones por
archivos de Málaga, España y fuera de
nuestras fronteras ---los registros cartameños, tanto municipal como eclesial y
otros particulares, todos de excepcional riqueza histórica e intrahistórica,
fueron destruidos durante nuestra lamentable guerra civil de 1.936, y aún hoy se los están llevado a Málaga extraídos del Juzgado de Paz--- referido a
dos egregios personajes cartameños que se hicieron famosos por sus relevantes influencia
en la Corte del
Rey, Fernando VI y Bárbara de Braganza.
El hallazgo a que nos
referimos es, ni más ni menos: Durante los siglos XVII y XVIII, Cártama fue
también cuna de egregios personajes, entre los que cabe citar, sin agotar la
nómina, a tres jesuitas, los hermanos Altamirano.
Hoy apuntamos una leve
semblanza del mayor de ellos, Lope Luís Altamirano, nacido en Cártama el 20 de
octubre de 1.689, que llegó a enorme relevancia dentro de la Compañía de Jesús, en
cuyo seno, enseñó Filosofía en Granada,
Teología en Montilla y Córdoba , y fue Rector de los Seminarios de Granada, y Director de varios Colegios (Jaén
y Écija). Su hermano, Pedro,
tenía aún más predicamento en la
Corte de Fernando VI, ante el que defendió al célebre Fraile
Benedictino, Fray Benito Feijoó cuando fue atacado por sus ideas científicas
avanzadas y fue uno de los eruditos más solventes de la época. De esa amistad,
se deriva que Cártama le dedicara una calle a Feijoó, que el pueblo a veces
llama, “Calle del “fijo”. Por su mediación Fernando VI autorizó sendas
excavaciónes en Cártama, cabe el Pilar de Arriba, que dieron fructíferos resultados arqueológicos que
sobredimensionaron la ya enjundiosa Historia de Cártama. Pedro Altamirano, que
fue Legado Regio de las misiones evangelizadoras de América del Sur, creó
universidades en México, Habana y Lima.
En cuanto a Lope Luís, en 1.572
llega Buenos Aires con plenos poderes sobre todos los jesuitas de cualquier
rango en las Reducciones guaraníes de Paraguay, Perú y Quito, para convencerlos
de que habían de entregar las reducciones de los indios guaraníes a las
autoridades portuguesas. Al obtener radical oposición de sus hermanos de la Orden para acatar el Tratado
de Límites impuso su poder incluso con
amenaza de excomunión. Ni aún así, fue totalmente obedecido y los jesuitas se
pusieron de parte de los indios que los portugueses querían convertir en
mercancía humana para el mercadeo como esclavos.
A niveles de alta responsabilidad nacional, Lope Luís
Altamirano fue a regañadientes, y por coherencia con el voto de obediencia, supervisor del Tratado de Límites (1,750) que
modificó las fronteras coloniales, en tiempos de Fernando VI, entre Portugal y
España en Suramérica, en virtud de la influencia de Bárbara de Braganza, portuguesa, ya que a
esta nación le interesaba la ampliación de la provisión de esclavos de los
terrenos que dominaba España.
Comercio humano, repito,
al que los jesuitas españoles se
negaban y trataron de impedir uniéndose a los indios armas en mano. Los
jesuitas españoles habían hecho del pueblo guaraní una comunidad con alto nivel
cultural, aprendiendo nuestra lengua y nuestra religión, sin menoscabo de las
suyas propias y costumbres ancestrales que siempre respetaron los jesuitas.
Lo antes dicho, como se ve en la magnífica
película, La Misión ,
dio lugar a una batalla, en la que murieron infinidad de indios y a su lado
casi todos los jesuitas de la misión guaraní, ante lo que el Padre Altamirano
horrorizado, preguntó al militar portugués que la ordenó. “¿era necesaria esta carnicería”?; El militar
aseveró: “Monseñor este es el mundo que
ha hecho Dios...resignémonos”; abatido y
apesadumbrado el cartameño, Padre Lope Luís Altamirano, a voz en grito, arguyó:
“¡Nooo, Dios no ha hecho este mundo así, así lo hemos hecho los hombres...”.
Ya, toda su vida vivió con la
incertidumbre de si hizo bien ateniéndose al voto de obediencia y disciplina, o
hubiese agradado más a Dios la rebelión, fusil en mano hasta la muerte junto a sus hermanos de la Orden
Jesuítica en defensa de la dignidad humana y de la
caridad cristiana contra la arbitrariedad oficial y las razones de estados.
Cuando un año después
fueron expulsados los jesuitas por Carlos III, hermano del rey bueno, Fernando
VI, Lope Luís llegó al exilio en Algajola (Córcega), donde murió; mientras le
llegó esta, su alma atosigada por los recuerdos de las feroces matanzas en los selváticos ríos guaraníes, en especial
en el Plata, sufrió un mortificante un calvario moral.
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La figura de este egregio personaje de nuestra historia la
recoge la película “La Misión”, aunque un poco desvirtuado su cometido, en la
que aparece como legado pontificio (en realidad fue comisionado por los
generales de la Compañía de Jesús, Retz y Visconti) en el contencioso de las
reducciones guaraníes entre España y Portugal. Lo encarna en el film el actor
Ray McAnally. La grandeza descriptiva de esta película que recoge parte de la
vida de un guadalhorzano de gran relieve
histórico, está en la línea de la mítica
Cabiria, Lawrence de Arabia, Quo Vadis, pasando por El Cid y Espartaco.