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Por una carambola especial, tuvimos en mi casa el honor de recibir la visita de don Jacinto Benavente, Premio Nobel de Litaratura (tenía yo 10 años). Le acompañé al campo y a otros rincones del pueblo. Le llamaba la atención la espontaneidad de la gente del pueblo y, sobre todo, la trilla, en la era de mi padre, y el canto por temporeras del morero, "Niño de la Ramona". Me envió desde Madrid algunos de sus libros (La Malquerida, Noche del Sábado, etc), y mi padre le enviaba frutas y chanquetillos que le encantaban con uno dee los pescaderos de Málaga a Madrid que, por cierto, no perdía el viaje. Pese a su categoría era un ser muy cariñoso, afable y enormemente ameno, dotado de una ironía y agudeza de ingenio proverbial. Con su trato durante dos días aprendí mucho de él. Ya ha llovido...