TRÁGICAS PRIMERA Y SEGUNDA REPÚBLICAS
(Fuentes: Hemerotecas y tratados solventes).
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Hablemos
hoy de la primera, 11-2-1.873 al
29-12-1.874, enmarcada en el sexenio democrático y, del sistema cantonal que, entre otras distonías políticas, la caracterizó. Su praxis parece un cuento,
pero fue una triste y dramática realidad. Como la segunda.
Sólo
exponemos una panorámica sucinta, dado que en este espacio sería imposible
relatar lo que demanda un tomo de muchas páginas. Advino la 1ª República al abdicar el Rey ad hoc, Amadeo de Saboya: “Me
voy, dijo, porque cada Español
necesita un rey...”.El General Prim, que lo trajo, fue asesinado al llegar
el rey a España.
Tras
Amadeo, se constituye la 1ª República. Fue su primer Presidente, Estalinao Figueras, al que siguió Pi
y Margall, federalista, que estuvo a
punto de dar al traste con la multisecular unidad de España al sancionar en la Constitución
Federalista que las Regiones
eran Estados Soberanos, lo que llevó a España a un caos desintegrador.
Se declaran Repúblicas
Independientes: Cataluña, Málaga, Cádiz, Valencia,
Granada, Sevilla, Alcoy, Cartagena, Algeciras,
Almansa, Andujar y otras
más que, en muchos casos se declararon la guerra unas a otras. Un caso de ello, lo constituye Jumilla que declara la guerra a Murcia: “La Nación jumillana desea vivir en paz con todas las
NACIONES vecinas y, sobre todo, con la Nación Murciana , pero si hoyara
(sic) su territorio, Jumilla se defendería como los héroes del dos de Mayo y,
triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en sus justísimo desquite, hasta Murcia y, no dejar
en ella piedra sobre piedra” Consta en los libros tal cual.
Cartagena se declara neutral entre
Jumilla y Murcia, y, a su vez, Cantón
Independiente y Soberano. Se hacen con el Gobierno Civil y el Militar; asaltan
el Ayuntamiento y crea una Junta que, en nombre del Cantón gobierne el Nuevo
Estado Independiente de Cartagena. Se apoderan de parte de la flota española amarrada en el puerto que se une a
la sublevación, izándose la bandera cantonalista en el Castillo de Galeras.
Bandera que, ¡oh cachondeo!, se hizo con otra turca de fondo rojo encontrada
en un almacén, a la que le pintaron del
mismo color la media luna y una estrella, ambas blancas; trapo que erigen en símbolo del Cantón.
Las Cortes
rechazan este desmán cantonalista. Pero su Presidente, Pi y Margall (el Rajoy
de entonces), alega en su discurso: “No
hay más que dos caminos, o la política o las concesiones y, por supuesto, mi idea es conceder lo que el pueblo
pide...”: EL CANTONALISMO federal, como hoy propugna, más o menos, Rubalcaba”
Poco
después, y a la vista de a donde su estulticia
bonista llevó la Nación española, Pi y Margall
endilga este otro discurso también en las Cortes: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros,
y, me las najo, pero que ahora mismo...”
En el primer medio que encontró a mano, enderezó el camino de París y, nunca más, según dicen, se le
vio el pelo por España. Pero lo que
dejaba detrás costó sudores, lágrimas y borbotones de sangre a la
Patria , porque acá, los experimentos solo con gaseosas. Veremos a
donde nos lleva el temerario experimento que hacen nuestra casta apolítica actual.
Le
sustituye Salmerón, que se pasa por los chinales el discurso institucional de su antecesor. De inmediato
envía tropas a Cartagena para abolir su Independencia cantonal.
Los
cartageneros, con el armamento del Arsenal incautado y con la flota, resisten
el ataque de las fuerzas del Gobierno. La Armada cantonalista mandada por el militar
“progre” (esto viene de antiguo), Antoñete Galvez (para la plebe, “Toñete”)
natural de Torreaguera, continua la ofensiva. El tal, da la orden de “a toa
máquina”, y reforzada con 500 hombres del Batallón de Cazadores de Medigorría a
bordo, llega a bombardear el puerto de Alicante y desembarca en la ciudad, en
donde trinca 8.000 duros de plata (una pasta de la época) que “voluntariamente” le entrega la ciudad asaltada.
Después
hace lo propio en Almería, en donde exige la evacuación de las fuerzas
militares y la proclamación del Cantón, sin perjuicio de recabar 400.000
pesetas de la Aduana
y otras 500.000 de comerciantes y banqueros. Ante el poco amable recibimiento
con fuego graneado de los almerienses, “Toñete” y sus huestes se dan el piro.
Cartagena
era de facto un país independiente, y como tal se consideraba con derecho a
moneda propia, acuñando el “duro cantonal” con sus pesetas, para subvenir a los
gastos de la independencia.
La
pantomima llega a extremos más que jocosos: El Gobierno de Cartagena se pone en
contacto con el de los Estados Unidos de América al, que solicita su ingreso
como un Estado más de la Unión ,
y pide ayuda, principalmente armas y pertrechos de guerra para mantener su
independencia frente al poder centralista de Madrid. Hoy, Cataluña, no necesita
pedir dinero para independizarse a país extranjero, se lo pide a Rajoy y, éste,
se lo da.
Estados
Unidos, por medio de su presidente, el General Ulises Grant, rechaza la descabellada propuesta, aunque
parte del gobierno lo dudó al considerar la posibilidad de tener una base naval
en Cartagena desde donde poder dominar el Mediterráneo. He aquí una muestra de a donde
puede llevar a una nación soberana la estulticia de unos descerebrados
políticos que, aún, lo que es haberlos, los hay. Y no pocos.
Pero
“Toñete” ya había probado las mieles del mando y organiza una marcha nada menos
que contra Madrid con intención de tomarla. A Chinchilla (Albacete) llegó,
desde donde corriendo con las tropas
gubernamentales pisándole los alpargates
de esparto de la zona, llego a Cartagena .
Simultáneamente,
y dentro del mismo cachondeo, Granada y Jaén se declaran la guerra por
diferencias sobre “sus fronteras”.
Utrera se
independiza de Sevilla, que no solo no reconoce la ruptura, sino que le declara
la guerra. Una guerra que, ¡oh paradoja!, ganó Utrera por un Milagro, según el rumor, de su milagrosa y famosa Virgen de Consolación , "celosa" de la Macarena trianera, lo que
no fue “óbice, impedimento, ni valladar” para que se produjeran más de 400
muertos de ambas feligresías. En los
mozos de Utrera alentaba una esperanza con la República Federal ,
en el sentido de que se acabarían las “quintas” y no tendrían que ir al
frente. De ahí la copla:
Si la República viene,
no habrá quintas en España,
por
eso aquí hasta la Virgen ,
se
hace republicana.
Coria, célebre
por su “tonto” --¿quién no ha oído hablar del “tonto” de Coria?—quiere
independizarse, pero no de Madrid de la que ya lo era, sino de Badajoz.
Betanzos se
declara independiente de la
Coruña.
Y Jerez
proyecta su Catón, pero oliéndose que Salmerón, que no era como Rajoy, estaba ya
hasta semejante sitio anatómico de tanta mandanga “democrática”. Este señor de quedarse callaito ante la arbitrariedad, ni mijita.
En efecto,
Salmerón le ordena al general Martínez Campos que “leña al mono”, lo que éste
estaba ya a punto de hacer por su cuenta y riesgo, como después en Sagunto,
harto de una República que podría haber sido un oasis de bienestar para España,
y unos politicastros de pueblo la convirtieron en un un corral de compadres y comadres ingobernable.
El insigne
escritor, Benito Pérez Galdós, en una de sus crónicas nos describe una sesión
del Congreso de la siguiente guisa:
“Las sesiones de las Constituyentes me
atraían, y las más de las tardes las pasaba en la tribuna de la prensa,
entretenido con el espectáculo de indescriptible confusión que
daban los padres de la
Patria. El individualismo sin freno, el flujo y reflujo de
opiniones, desde las más sesudas a las más extravagantes, y la funesta
espontaneidad de tantos oradores, enloquecían al espectador e imposibilitaban
las funciones históricas. Días y noches transcurrieron sin que las Cortes
dilucidaran en qué forma se había de nombrar Ministerio: si los ministros debían
ser elegidos separadamente por el voto de cada diputado, o si era más
conveniente autorizar a Figueras o a Pi para presentar la lista del nuevo
Gobierno. Acordados y desechados fueron todos los sistemas. Era un juego
pueril, que causaría risa si no nos moviese a grandísima pena”.
Los
generales Martinez Campos y Pavía empiezan su limpieza por la raya de Portugal, en Andalucía, contra los cantones; van cayendo uno tras otro como cagajón por chorrera, y en un plazo que no llega a dos
meses solventaron el evento. En paredones (¡malditos
quienes dan lugar a la guerra!) se va extinguiendo los restos de la
revolución cantonal, uno de los episodios mas surrealistas de la Historia de España, hoy
poco conocidos.
Los
problemas que aguzaron aquella tragedia fueron:
1.-
Una profunda crisis económica.
2.-
Niveles de paro insoportables.
3.-
Población al límite de su resistencia política, económica y moral.
4.-
Falta de voluntad política para afrontar reformas estructurales.
5.-Impotencia
de los políticos para manejar la situación.
Y
de esto hace 140 años. Si a los cantonalistas de entonces le contáramos sólo
una parte de lo que nos está ocurriendo hoy, quien sabe si su respuesta sería:
“¡Idiotas...!” Quienes no recuerdan la Historia están expuestos a repetirla.