En el Museo Antropológico Nacional de Madrid, existen dos curiosísimas series de lienzos
pintados en el siglo XVIII que reflejan admirablemente muchos de los tipos étnicos que formaban la compleja población de
las colonias españolas de América en dicho siglo, cuando en “España no se ponía el sol” (perdón:
puede que algún “progre” me tilde de “facha” por invocar un periodo grandioso
de la Historia
de España sin seguir avergonzado de España los postulados de la falsa Leyenda
Negra; pero eso es otro cantar no de hoy).
No sólo son interesantes estos cuadros en cuanto a demostración
de raza, sino también por la indumentaria que visten los individuos, por los utensilios
que completan la escena, por los oficios que insinúan ejercer, por las escenas
mismas de ocupación domésticas. El autor de uno de estos cuadros es José Joaquín
Magón, pintor del siglo XVIII; el otro es anónimo. Dan testimonio de la excelsa
odisea del mestizaje de españoles con indios de distintas razas y negros, lo
que dio lugar que engrandece la obra de España en América, y, allí los
españoles crearon para los indios nativos, mestizo y propios españoles, las
primeras universidades, obra cultural en
la que tuvo una enorme importancia la actuación de un jesuita cartameño de
aquel siglo, el Padre Pedro Altamirano (nacido en la casa de la antigua panadería
de Fijones en Calle Hospital de Cártama, hoy Concepción), que fue creador de universidades en Cuba y Lima
entre otras, amén de llevar a cabo una eximia labor social y docente. Estemos, pues, orgullosos de nuestra historia. ¿Será esto
predicar en el desierto?
En efecto, se ofrece aquí un formidable testimonio del cruce
de gente tolteca y gente de los Andes, con españoles e indios de otras partes y
negros. Mientras el resto de naciones (USA, Holanda, Bélgica, Inglaterra),
masacraron hasta el exterminio a los nativos de los países que colonizaron (que
explotaron), los españoles y españolas
se casaban con los indios y negros dando lugar a una nueva raza, que los
propios escritores nativos agradecen en sus obras cumbres y eternas, cual
Wasconcellos, Lummis, y otros como el guatemalteco mestizo Rubén Darío.