Abril y mayo, meses de las flores y de María. Meses de novenas cantadas, de rezos a pie de altar y de ofrendas a Nuestra Patrona, La Virgen de Los Remedios. En su honor, esta breve secuencia rimada, que se suma a la historia varias veces secular.
La mirada del poeta -juglar, es realmente emotiva: Es la de un alma que ha zurcido el hilo de una grandiosa historia y bella tradición ya casi partida en dos por mor de una aciaga guerra fratricida.
Además de salvarla a Ella, le reconstruyó su Ermita quemada durante la contienda incivil, le compró un trono de madera provisional y, después, pagó el de plata recabando fondos para ello de escenario en escenario, verso a verso, arpegio a arpegio, como también el vecindario entregó sus medallas de plata, cubiertos y otras pertenencias personales que, aunque, obviamente no constituyeron aporte sustancial, sí ofrece a las generaciones el testimonio sentimental del ofertorio de un pueblo a su Patrona; de esta forma, el pueblo, se identificó también con tan grandiosa gesta sin parangón.
Esa mirada inefable y entrañada del juglar salvador dice más que todos los comentarios que pueda hacer este humilde escribidor.
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¿Cómo se mira a una madre, cómo se mira a una novia...? ¿Qué diferencia hay...?
Él se la llevó a la grupa de las olas en singladura de amor y poesía (¡era poeta de poetas!) de un continente a otro, y así cantó su valentía de amor de ciudad en ciudad, pueblo a pueblo por las hermanas repúblicas de iberoamérica:
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En efecto, en tan corto poema (incompleto) y en esa mirada indefinible, caben, sin más comentarios, toda una cantiga inigualable de la historia mariana de España, y de amor a un pueblo, a sus gentes, a sus tradiciones e historia que son nuestras raíces. Y, ¿como le paga hoy Cártama en su memoria...? ¡Oh corazón, corazón no intentes comprender, oh entendimiento no halles la respuesta ! ¿Para qué...?