Nació en
Cártama, pero se sintió también hijo de casi todos los pueblos de la comarca
guadalhorceña, y con su benéfica disposición
lo demostró a lo largo de su vida.
En virtud
de ello, en 1.935, con motivo de haberle sido concedida la
Gran Cruz de Isabel la Católica a petición de
poetas, dramaturgos, escritores y políticos, etc, Málaga, Coín, Alhaurín el
Grande, Ronda, Álora, y otros de toda la geografía española lo nombraron hijo adoptivo (Cártama hijo
predilecto, con un gobierno socialista), dedicándole una calle y la promesa de hacer en la villa un Teatro en
su honor que llevaría su nombre), y en otros le nombraron presidente honorífico
de Hermandades, Fundaciones, etc, caso de Alhaurín de la Torre en donde aparece como
Presidente de Honor de la
Hermandad de los Moraos y, lo mismo los moraos de Alhaurín el
Grande y la Hermandad
de la Virgen
de la Fuensanta
de Coín. En su magnífico libro, “Crónicas coineñas…”, el escritor y erudito local, José
Manuel García Agüera, hace constante
referencia sobre el amor de nuestro insigne paisano a Coín, que invoco como ejemplo por todos los demás.
Fue el personaje de las tablas y
la poesía declamada en la escena como virtuoso de un arte noble y nuevo, que
más prensa consumió a todo lo largo de la primera mitad del siglo XX. Las
hemerotecas dan fe de ello como de su arte, y la opinión y juicio de los
críticos, periodistas, poetas y escritores de su época de dos continentes.
Nuestro egregio artista tuvo amistad con
poetas de izquierda y de derecha (estaba por encima de las lizas políticas), y
llevó su poesía al pueblo llano escenificándola de forma asequible a la
compresión de todos los estamentos sociales.
Tras la guerra se atrevió a lo
que nadie osaba: Seguir recitando los poemas de Alberti, García Lorca (con los que le unía una fraterna amistad
plagada de anécdotas que no son de este momento), y de los más recientes como
Rafael de León, Ochaita, Sandro Valerio, Manuel Benítez Carrasco que, dijo de
él:
Y eché al mundo mi verso…y era un niño
pequeño,
Desnudo y casi muerto de soledad y frío;
Tú le diste tu mano, tu calor y tu brío,
Y mi niño sin risa se me tornó risueño…
…Tú le diste tus pájaros y tus albas sonoras,
Y cantó mi pequeño con tu voz elegida…
… tú, campeador único de poesía,
Colgándole tu espada, lo armaste caballero.
Y nuestro poeta-periodista,
Manuel Alcántara, nada sospechoso de sectarismo, en el prólogo del libro, “El
Faraón de los decires” (Dueñas, Jiménez y F. Baquero, (Diput. de
Málaga), dice: “Este libro es la
historia de un hombre en el que la carne
se hizo verbo. También es una lucha contra el olvido…los autores nos cuentan
puntualmente los avatares del egregio hijo de Cártama, pero han profundizado
también en la persona, que además de un gran artista fue un hombre bueno. Si en
el cielo, según rumores no confirmados, tienen un sitio quienes pasaron por el
mundo haciendo el bien, allí estará el hombre que se pasó la vida divulgando la
poesía a los cuatro vientos, en dos continentes, para que los versos quedasen
en la memoria del aire.
Fui uno de sus beneficiarios. A él le debo mis primeros escalofríos
ante el indescifrable hecho poético…González Marín fue un genio de la
comunicación…era (el guadalhorzano)
no solo un actor, sino un actor y toda la compañía.”
Y el columnista-poeta, José
García Pérez: “Con hombres como González
Marín la poesía alcanza la finalidad para la que fue concebida, o sea, ser
transmitida, su razón de ser”
DE IBEROAMÉRICA: El Gran poeta cubano Emilio Ballagas, cantor de la
negritud, en “El Pais” de la
Habana : “González
Marín, creador, es la flauta viva a cuyo
través pasa, y canta el aliento eterno del arte, en perenne nacencia.
Mario Lescano Avella en el “Diario de la marina” de
la Habana : “Casi tres horas de recitación Entusiasmo en
el público como jamás advertimos en fiestas parecidas. La Habana ayer tuvo el honor
de escuchar al más insigne de los recitadores de nuestra lengua”
Nada menos que el enorme poeta y
erudito, Juan Rana: “¡Salve, admirable
artista, creador de un arte inimitable y único! ¡Salve artista genial…!¡Que
España entera te arrulle con sus cantos rimados, para que tú puedas ir por el
mundo, alfombrando con ellos la senda gloriosa del idioma de Cervantes! Insertado
en “El
Liberal” de México.
Y, Evaristo Rivera Chebremont en “El Universal” de México: “¡¡¡Siga
González Marín diciendo y cantando el verso español, que adonde quiera que vaya, irá con él la bendición la
bendición de los que tienen vergüenza!!! Palabras del insigne Evaristo R. Chebremont,
puertorriqueño…
Y este
hombre de excepción, era guadalhorzano…
Los hermanos Álvarez Quintero, le atribuyen un
talante talante humano y social. Dicen
así los Álvarez Quintero: “El arte de
González Marín, tiene sus raíces más hondas y su más comprensible excelencia en
el sentimiento de lo popular; de ahí su vigor y su atractivo indiscutible.
González Marín,, recitando, es una
exaltación del pueblo. Este, por medio de él, habla y canta como
enardecido, a veces con acentos de unción religiosa, y presta a la palabra el calor y la pasión de un corazón
amando…Dice, y evoca, y representa, y hace vivir ante quien le oye sitios,
imágenes, cantare y palpitaciones del
espíritu, en un conjunto armonioso. En todo arte, lo selecto popular es una
aristocracia.”
González Marín (primero por la izquierda,
con un grupo de compañeros de la escena en un acto de homenaje a la actriz que
aparece sentada. En la fila de atrás, de izquierda a derecha los dramaturgos
Serafín y Joaquín Älvarez Quintero
1.- Los Hermanos Álvarez Quintero envían al
joven actor, José González Marín, de la Compañía del “monstruo” de las candilejas que fue
Doña María Guerrero, una copia de su puño y letra designándole el personaje que
según su criterio debía personificar el primer actor cartameño.
2.2.- Diálogos de la obra a que nos
referimos de los Hermanos Álvarez Quintero, Malvaloca, que fue
estrenada en España (y después en America) en 1.921 por la compañía María Guerrero de la que ya era primer actor nuestro
paaisano comarcano.
G. Marín y su ayudante escénico con la Virgen en Cuba, al ser precesiona allí el 23 de abril 1.937
La Virgen de los Remedios recibiendo la devoción del Príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón y Dampier, en el Convento de Santa Rosa de Lima en Caracas en donde estuvo depositada y expuesta a la devoción popular. Era la despedida para Centro América.