“ANTONIO
BELTRÁN LUCENA
(“Er Zirguero”poeta del campo)
Presenta: Francisco Baquero Luque
(Sala
El Pimpi el día 13/12/04)
Dijo Francisco Baquero Luque:
El protagonista central de esta velada literaria es, Antonio Beltrán
Lucena, un gran señor por donde se mire, poeta y flamencólogo, quien en el ojal de
la solapa de su chamarreta, siempre lleva por blasón un
ramito de “yerbabuena”, y como símbolo de su nacencia y crianza terruñera, suele
cubrir su cabeza con una gorrilla flamenca.
Personaje singular de nuestra andaluza
y guadalhorzana tierra, a la que él, con
trazos poéticos de buen tempero y
sosegada siembra, canta hogaño con motivos y cadencias de antaño. Un ser humano
de acusada personalidad, definido y definitorio por su musa y por su habla.
Decía, que el gran protagonista de este acto es, Antonio Beltrán Lucena, y,
por ello, a un servidor atañe sólo el
ritual, gratísimo, de presentarlo, si es
que tan original juglar, necesita de presentación. ¿Quien en realidad de verdad no conoce y sabe
de Antonio Beltrán Lucena, de sus cantares y decires sembrados a voleo en
libros, prensa, radio, televisión, certámenes y otros foros?. No obstante, no
está de más centrar brevemente un esbozo de semblanza, con los méritos literarios y humanos de tan
entrañable persona.
Antonio Beltrán lleva el campo con toda su belleza dramática y
multiforme, metido en el fluir de sus venas, como no puede ser de otra manera porque en el
campo vivió y trabajó siempre, y el
campo le hizo poeta, aunque del campo que, paradójicamente, empobrece, tuvo que emigrar a la fría Europa. Él lo dice
en uno de sus poemas: “En Alemania fui emigrante el año sesenta y dos”. Pero
esta dura experiencia que a muchos “encallece el corazón”, no
fue motivo para excluir del suyo la comprensión, la tolerancia y la
benevolencia:
“
... Que cantando hay que seguí
en guenos y malos tiempos,
aunque a veces esté el sentir
roto por fuera y por dentro...”
Estos
versos de “Seguimos soñando un mundo
mejor”, libro del que son todas las citas poéticas que ofrezco,
demuestran que Beltrán Lucena, como todo
poeta y hombre del campo, amén de ello,
tiene mucho de filósofo.
Una madura reflexión de tan ásperos avatares y sobre la gloria y dureza de la vida del campesino, que en perra
brega con la dura tierra ha de ganar el pan de cada día, es, repito, tema de su extensa obra, que, como dice Pablo
Franco Cejas, prologuista de su citado y
último libro, “ presenta la descripción verseada de un andalucismo popular ”,
pleno de “ valores esenciales de la vida
y, semillas de sentimientos que siembra
en los corazones del pueblo con el arado de su verbo peculiar...”.
Antonio Beltrán, al igual que
las aves canoras, tiene su “queá” (que
para más propiedad llama “Er Zirguero”), en la Fresneda , paraje labrantío de Campanillas, villa ésta asentada en el
triángulo de confluencia de dos ríos históricamente
emblemáticos de la Hoya
de Málaga: Guadalmedina y Guadalhorce.
Desde esa su “quedada” ribereña, se solaza,
medita y nutre su poesía cada jornada
cumplida, con los postreros candilazos del
lento morir del sol en el
horizonte, cuando ya los rumores del campo se apagan, el viento de la tarde se echa y dormita, y,
las sombras empiezan a envolver los espesos árboles del nemoroso soto del río,
dejando paso a la luna alegre y redonda
sobre el fondo violeta del cielo, precedida de un cortejo de luceros tempraneros.
Y en esa atalaya, con sus pupilas colmadas de paisajes dibujados por el eterno
pincel, el numen de Antonio Beltrán Lucena concibe y crea su poesía, y su prosa,
que es un constante, sencillo y elemental cántico a la vida, a las gentes de
ayer y de hoy con sus costumbres.
Pero no elude, ni mucho menos, la denuncia de las injusticias sociales,
como corresponde a un alma, tal la suya, en constante sintonía con el Sumo
Hacedor de la Justa Armonía y del Bien:
“Uníos,
ni un paso atrás,
No más niños muertos de hambre,
Instemos a los mandamás
Conviertan
misiles y tanques
En
arados para labrar.
Falta están haciendo bastantes. ”
Si mal no recuerdo, la obra de este trovador moderno está contenida en
15 libros que le han deparado una “jartá”, (como diría él), de importantes
premios que, la brevedad de este Introito, no
permite enumerar. Su ya citado y último libro, “Seguimos
soñando un mundo mejor” (significativo
título), nos muestra líricamente toda una geografía de usos y costumbres de las gentes del pueblo liso y llano, del
campo y de la ciudad, pero también nos ofrece el radiograma de las flores, los
pétalos del rocío, la luz del alba, el “pipiár” de los jilgueros, el reventar de la
espiga, y, el silencioso lenguaje de la
toponimia en valles cerros y altozanos guadalhorceños.
Quiero decir, para terminar, una vivencia mía relacionada con el libro “Soñando un mundo mejor” de Antonio
Beltrán: Yo suelo intentar dilatar mi
vida interior hacia el futuro en alas de
la fe, y, prolongarla hacia el pasado actualizando recuerdos para, así,
evadirme circunstancialmente de la estrecha burbuja del presente. Pues bien,
ensimismado en recuerdos de un pasado que hoy se me aparece vitalmente pletórico,
no ha mucho tiempo recordaba yo cuando
de zagal ayudaba a mi padre en las faenas camperas: pintando trigo en el surco que abría el arado
que él seguía aferrado a su mancera; o, barcinando con el carro o la carreta; o, la era y la trilla;
o, compartiendo con él las faenas de maquila del molino aceitero, comunicado
con la casa vivienda; o, ayudando a la madre guapa en el amasijo y cochura del
pan; o, el cuido del ganado en los tinados con rumores de esquilas. Pues bien, cuando el alma evocaba aquellos tiempos idos, me preguntaba ¿ qué
poeta cantará algún día todo esto ?. Y, que casualidad, días después, cae en
mis manos, “Soñamos un mundo mejor”, y allí vi reflejados mis
recuerdos en estrofas como estas:
“Aquí un carro faenero,
los avíos pa castrá,
los atavíos de un bandolero
los
aperos pa trillá ”
“Aquí
un molino de aceite,
el argaíjo pa amasar,
tahona, seaso, arteza,
el jozno pa cocé el pan...”
Y es que Antonio Beltrán, no sólo ha hecho
del lenguaje popular, sencillo y atávico, toda una construcción literaria genuina y personal, que llega al
corazón de las gentes, sino que ponernos
ante aquella sabiduría natural de nuestros abuelos, nos lleva a preguntarnos
con ELIOT: “ ¿ Dónde está el conocimiento que hemos perdido con tanta
información?. ¿ Donde está la sabiduría que hemos perdido con tanto
conocimiento?.
Y yo, paro ya de contar, que para paladear
despacio los saberes de este libro, está en la Papelería Ibérica , y, su autor, en
cuya tarjeta consta, “Antonio Beltrán
Lucena, la amistad, un cante y una flor”, se dispone ya a platicar con nosotros.
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