jueves, 7 de abril de 2016

FERIA DE ABRIL SIEMPRE,Y…, ¡AQUELLAS DE ANTAÑO!

          







































A mis amigos Juan Gutierrez y Pablo Rebollar amantes del terruño y su devenir glorioso.

Estamos a las puertas de las fecha de celebración de  la feria de abril con motivo del día de nuestra Patrona, La Virgen de los Remedios. 

           Con inevitables remembranzas de aquellas ferias  de niñez y juventud, e incluso de no hace excesivos años, discurrirán lánguidamente y con saudade de aquellas  de antaño  la fiestas abrileñas de Cártama, ya lamentable  remedo de la auténtica por designios espurios inconfesables. Esta es la verdad que todo el pueblo percibe. Saudade   de aquellas ferias de abril (y de septiembre por San Miguel),  que aglutinaban en gozo  popular a todas las clases sociales  en fruición comunitaria  devota  a la Reina Celestial, Nuestra Srª de los Remedios, Patrona de la Villa, cuya festividad  se inició por siempre jamás, y así continua, la trágica data del 23 de abril del año 1.579, cuando una letal epidemia de peste  diezmaba la población y, la Virgen --hasta entonces Virgen de Los Reyes y, para el pueblo, Virgen del Monte en alusión a la leyenda del pastor que la confundiera con una muñeca-- fue sacada en procesión de rogativa por las calles de Cártama por el itinerario que aún cada año sigue, según las crónicas, y cesó la epidemia. Está en los anales.

            Su advenimiento, empero,  como Patrona, fue el 26 de abril de 1.485, recién tomada la plaza a los moros por las huestes de los Reyes Católicos. Al principio, como dije antes, se le dio culto bajo la advocación de Virgen de los Reyes (era la imagen a la que los propios monarcas rezaban en la capillita de  su tienda de campaña, y a veces llevada en el arzón de su silla de montar, quizás por la Reina Isabel, cual era costumbre en los caballeros cristianos de la época). Sin embargo, el pueblo, en virtud de la ubicación de su Santuario y de una leyenda ancestral,  rompió en llamarla, Virgen del Monte, hasta que, tras la realización del milagro de la peste antes invocado, por indicación de los monjes trinitarios que se distinguieron en la atención  a los enfermos de pestilencia,  se le puso Virgen de Los Remedios, o Remediadora, , que era, y es precisamente, la advocación titular  de la Orden Trinitaria.

               En aquellos lejanos siglos, los troveros y juglares le dedicaban rendidas endechas de devoción, algunas de ellas transmitidas de generación en generación  tomadas de los poetas iniciáticos   del Mester de Clarecía.

            Del Marqués de Santillana, transcribo a continuación algunas estrofas de una de sus cantigas a la Virgen, que tantas veces a  lo largo de los siglos nuestros devotos antepasados dedicarían a su Patrona:

                                    “Santa Virgen escogida.
                                      de Dios Madre muy amada,
                                      en los cielos ensalzada.
                                      del mundo salud e   vida.

                                      Del mundo salud e vida,
                                      de muerte destruimiento,
                                      de gracia llena cumplida
                                      de cuitados salvamento...
                                     
                                      Grand fianza he yo en ti, Sennora:
                                      La mi esperanza en ti es toda hora,
                                           de tribulación sin tardanza
                                               venme librar agora.

                                     Estrella del mar, puerto de folgura,
                                        de dolor complido et de tristura
                                          venme librar et conortar,
                                              Señora del altura. 
           
LA PROCESIÓN DE ENTONCES

            Como ya se ha dicho, siempre siguió el mismo itinerario desde el año 1.579. Con los primeros claros del día empezaba la animación.  No existía carretera, camino vecinal o simple trocha o veredilla sin invadir por  la avalancha de romeros.  De toda la comarca, de todos los pueblos de la provincia, de toda la costa malagueña y de la propia capital, acudían familias completas impulsadas por la fe mariana, a dar gracias a Ella por alguna merced recibida o a implorar remedio para algún mal, petición que en muchos casos tenía una representación física que quedaba expuesta en algún lugar del santuario. Eran los exvotos con raíces  ancestrales nada menos que en los íberos 

            Nadie venía impulsado más que por su fe trasmitida de padres a hijos sin necesidad de la sugestiva publicidad. Todo espontaneidad, arranque voluntario en esta avalancha de romeros que en la madrugada del 23 de abril empezaba a inundar la Plaza  y la Iglesia parroquial de Cártama: Trenes especiales, coches, autobuses, caballerías y un interminable rosario de gentes a pie convergía a celebrar a la Patrona el día de su festividad mayor.

            Muy de mañana se celebrara misa. A las once, un  predicador de verbo elocuente ofrecía el pregón a Nuestra Señora en un templo abarrotado de devotos  hasta el más leve espacio.  Millares de velas ardían y arden  en los quemaderos, atestiguando  la fe del pueblo. En la calle, los bares estaban abarrotados así como los entonces frescos y emparrados patios. Pintorescos grupos poblaban los alrededores bajo las acogedoras sombras de los árboles de la parte Sur. 

            Y la mayestática procesión entre una intensa luminaria de cirios y velas, bengalas de fuego morado que eran encendidas al paso de la Virgen desde las casas, y, Miguel Morenito echando cohetes y encendiendo ruedas tronadoras delante la celestial Patrona, en medio de dos filas  interminables de gentes silenciosas de todas las clases sociales; tintinean las tulipas de cristal y se estremecen las campanillas del trono.

            Esa es  a grandes rasgos la procesión impregnada de un hálito de misterio inefable. ¿Quién puede colegir y describir la intimidad  devota de cada alma, el motivo por el que reza, por el que ofrece exvotos,  por el que, descalzas, algunas personas caminan  Su lado...

 Y, ya a altas horas de la noche, al conjuro de la marcha real, La Virgen de los Remedios, la Virgen que un día sería peregrina por tierras lejanas de allende el océano y hermano a 16 repúblicas iberoamericanas con España, hacía su entrada en el templo parroquial. Ya sólo queda la nostalgia, y  esperar a otro año, y a otro, y a otro como se ha hecho desde siglos pretéritos...

            LA FERIA.-  

            Como era costumbre generalizada, a la festividad religiosa se les unían celebraciones agroganaderas relacionadas con los ciclos agrícolas que se adicionaba a expansiones lúdicas  populares.

La feria de ganados de abril en Cártama data, según pragmática del Rey Felipe II, del año 1.590; esta feria fue, y es,  una de las primeras de toda la región andaluza, y siempre fue de las importantes por la cantidad de ganado que afluían a ella y el número de transacciones (“tratos” historiados de sabor localista) que se llevaba a cabo en su transcurso.

            El contorno ferial era indistintamente parcelas lúdicas o Real de la  feria, y, mercado de ganados; éste entonces situado  en  el barrio que aún se sigue llamando, “El Mercado”. Era el mercado, el reino de la campechanía, al tiempo que de la charlatanería pero;  cada trato, era un protocolo notarial fedatado por el “correó”, firmado a perpetuidad con un apretón de mano sellado con la mano del “correor” impuesta sobre las del comprador y la del vendedor, que sentenciaba: “El trato está hecho, suyo es el mulo y de usted el dinero ...” Y aquella ceremonia, para ser de por vida,  no necesitaba firma, ni sello, ni visado y..., ¡anatema social quien se echara atrás en un trato llevado a cabo en feria real.

            Terminado el “trato”, era ritualmente “bendecío” con un  buen calibre de pirriaque seco de Ojen en el sombrajo-cantina, de cañaveras del Guadalhorce, mientras un lugareño  al cante, entonaba con buen paladar el célebre fandango de Cártama, que ya no se oye cantar:

                                              “Por las trenzas de tu pelo
                                              un canario se subía;
                                              y se paraba en tu frente
                                             y  en tu boquita bebía
                                             creyendo que era una fuente”

            O aquel otro fandango que compartían Alhaurinejo y Cártama:

                                              “Viva don Antonio Vargas,
                                              alcalde republicano,
                                              lo digo con ilusión,
                                              no he visto alcalde más bueno,
                                              ni con más buen corazón”

            Arribaban al  “mercado” una barahúnda de personajes del mas diverso pelaje y catadura: tratantes, “correores” (payos y gitanos entremezclados: “pólvora seca”), marchantes,  arreadores de piaras, gitanos “esquilaores” y...vendedores, vendedores ambulantes a porrillo: de jáquimas, albardones y aparejos, de variadas varas de adelfas, de tarajes, de sierpes de olivo, bastones de toda medida, algunos de adelfas peladas y pintadas de vistosos colores para niños y mocitos cursis; todos voceaban, todos pregonaban sus mercancías, y, de entre todos, sobresalía el pregón del chaval que en un pirulo vendía el agua que llenaba en el cercano pocillo de “Gasparillo” (el trompetilla y pregonero del alcalde): “¡¡Agua fresca, a gorda la pechá...!!

            Y la carrera de un mulo cogido de la jáquima por un gitano mientras otro restallaba tras él el látigo para espabilarlo a los ojos del presunto “compraor”, y, un mugir de toros, y un berreo de vacas, un balar de cabras y ovejas, y el rebuzno encendido de un garañón empalmado al olor de la florida burra, al que la gitanilla dieciochena mira de reojos mientras la madre, que ha pasado ya por todas,  le sugiere: “hija, tráeme la olla que voy a echar los garbanzos...” “Voy má...” Gente toda digna de la pluma de un José Carlos de Luna:

                                            “Te ví a mercar en la feria
                                              un pañolito de taye,
                                              pa que cuando te lo tersies
                                              jagan palmas en la caye
                                             Sabe a Canela
                                             el suspirito /
                                             de una mosuela”.

                                                          ***
                                            ...Le lució ser peujalero;
                                            rejuntó cien peluconas
                                            y mercó unas treinta yeguas
                                            que él las yerbea y agosta,
                                            las marcea y las alambra,
                                            las manosea y las doma.

                                            Cuando a pan huelen las mieses
                                            y en las eras se amontonan,
                                            Frasco ajusta el pataleo
                                            y trilla con sus seis cobras
                                            --bordoneando cencerros
                                            las falsetas dormilonas
                                            de un lento cante cansino
                                            ansioso de brisa y sombra--...

                                            Ya se remató la trilla.
                                            ya no pican las alondras
                                            el rubio grano en reguero
                                            de gavillas reventonas...

                                            En relejes de barcina
                                            aletean silenciosas
                                            las zumayas agoreras,
                                            pardas de polvo y de sombra...

                                           Los grillos campanilleros
                                           a humilde rebato tocan...”

                                                          ***
                                          ¡Ay campos de mi niñez,
                                            quien os pudiera sentir
                                            bajo mis pies como alfombra!..
                                                              **

             Y  Fernando Villalón:

                                                                             “El  pájaro Kuki
                                                                             de todo se entera
                                                                              y ocultarle algo
                                                                              no vale la pena.

                                                   Anoche Maruja
                                                  con un pollo pera
                                                  flirteaba un poco
                                                  después de la cena.

                                                  Los dos se miraban
                                                  (sus ojos se besan)
                                                 --¿En qué piensas, chica?
                                                 --En lo que tú piensas...

                                                                            Y el pájaro Kuki
                                                                            que estaba a su vera
                                                                            contesta: --¡ Cochina!...”

          Y... ¡García Lorca, y Alberti, y Pemán (¡oh su “Feria de abril en Jerez”!)... Y el organillo callejero con música de compota y melancolía (“Camino verde”, "Morena Clara", la lánguida "Caravana" y  muestras líricas de Estrellita Castro, Niña de Antequera ("Mi perro"), "suspiro de España", etc. etc. que invitaba a las parejas enfiestadas a bailar trincados a las cinturas. Coherencia vital de unas fiestas populares que aún conservaban su ancestral sentido y calor humano popular.

                                                              ***
            Eran de llamar la atención los esquiladores, de los que se cuenta y no se acaba; bajo un árbol bordaban sobre el lomo de cualquier rocín a golpe de tijeras signos fálicos, flores, trenzas.  Otro estaba especializado en pelar y adornar el cuerpecillo menudo de los perritos “lulú” y “pequineces” que le llevaban empingorotadas  y pretenciosas damas.

             Garantizando el orden, una pareja de la Benemérita a caballo, era la representación de todas las virtudes cardinales.

            Y una pléyade de compradores de mayor y menor cuantía; éstos acompañados de sus mujeres, tesoreras estrictas de sus ahorros, es decir, las que  tenían la última palabra en qué y como se gastaba una perra gorda.

            Todo, y más, en un ambiente de sabor a pueblo. Los niños, acorde con la época y los medios lúdicos de aquella cultura enraizada en tradiciones seculares, gozaban de cosas tan sencillas como unas meras norias de canjilones animadas por los platillos y el bombo de Joaquín el de las Norias: “Chinchipún, chinchipún, chinchipún”...y tras una decena de volteretas:--“¿quereis más?” Y la chiquillería que gritaba “¡Siiiiiii!”, y, Joaquín, con su bombo: “chinchipún, chinchipún...” Y, el tren eléctrico en la era de Ramolichi que al pasar por el tunel, el “demonio” daba con una escoba a los chavales (en este túnel, Juan Díaz “Pitana” al intentar quitar la escoba al diablo, cayó y las ruedas del tren sobre los rieles le cortó varios dedos de una mano); y el consabido organillo de manubrio ya mentado que daba pátina lírica a la fiesta del pueblo cuando el pueblo tenía emociones y sabor de pueblo.; y el baile en el patio de la Hermandad de Labradores amenizado por una orquesta que deparaba piezas musicales bailables mientras llevábamos en nuestros brazos a la chavala de los sueños.

            Y la buena música de la banda de Alozáina, la mejor entonces y más antigua de la provincia, que durante los tres días feriales, incluido el de la Patrona, inundaban los cielos de Cártama. En las casa de familias más pudiente el Ayuntamiento asignaba uno, o dos, músicos al que debía dar comida y cama, o sea, alojamiento. De este hecho se fraguaron auténticas y perdurables  amistades.


            Ylas sucesivas sesiones de cine o teatro en el paradigmático Teatro-Cine, José González Marín, que siempre en feria esmeraba su repertorio de actuaciones o proyecciones fílmicas.


            En definitiva, una avalancha de colores hacían de aquellas ferias  exposición pictórica: banderolas, cadenetas de papeles variopintos colgados a lo largo de la calle de en medio; carreras de cintas a caballos enjaezados intentaba a galope prender la cinta bordada por la hembra preferida para que ésta se la amarrara al brazo o, más cerquita aún de su cara, se la anudara al cuello; y cucañas, y repique de campanas a la hora de la novena a la Virgen de los Remedios en cuyo honor se celebraba toda esta parafernalia festiva, y los cochecitos topes, y las casetas de tiros, y el puesto de golosinas, y, tantos y tantos motivos feriales que aglutinaban en un solo latir emotivo a un pueblo. Tantas cosas que el viento se llevó.

*****
                                                                 
RUEGO, al amable lector, perdone probables  lapsus  semánticos e, incluso, posiblemente alguna faltilla gramatical; no estoy sobrado de salud para tras escribir con trabajo, corregir. Gracias