sábado, 29 de febrero de 2020

LA FAMOSA PROCESIÓN DE LA VIRGEN LOS REMEDIOS DE MI PUEBLO

Resultado de imagen de Procesión de la Virgen de Cártama

Este imperfecto poema (está sin trabajar) me lo inspira el recuerdo de la primera vez que en mi vida, con unos seis años, asistí a  una procesión de la Virgen de Los Remedios, a la que me llevó una tía que llevó por el recorrido el estandarte, y yo  era uno de los niños que asían  las borlas de éste. Fue el 23 de abril de 1.936; ya pasaban cosas en Cártama y España.
                                            
Las  agoreras campanas  de Cártama famosa,
 son heraldos centenarios  del tiempo,
cuando lanzan  al aire sus repiques de gloria
cada   veintitrés de abril   desde datas lejanas.     
Repiques  de campanas espantan  vencejos y palomas   
que cuales raudas saetas voladores  cruzan el espacio;
es el día mariano señalado   que hacen 
suyo devotos,   nativos y foráneos.

Durante el desfile procesional, una   bulliciosa turba de zagales
rodean jubilosos a Miguel “Morenito” el pirotécnico,
 que va lanzando al aire   cohetes  y ruedas con  petardos.   

Tras el trono, un cortejo con   el cura revestido y el Concejo.
Es la procesión de la “Virgen de  los Remedios”,
patrona de Cártama, regalo precioso de los Reyes Católicos.

Apiñados van  los devotos  encendidas sus velas,
En testimonio de fe en la Virgen pequeñita y milagrosa.   

En doble fila la procesión  ya está en la calle
y aún dentro del  entrañable  Templo,
emocionados y orantes, quedan romeros.

La cruz parroquial sale escoltada  del lugar sagrado
para unirse en su marcha  al cortejo  
y, un ¡¡Viva la Virgen de los Remedios…!!
humedece de piedad  los ojos
de la multitud de  gente que integra el cortejo.  

Por fin,  la Virgen en su trono gana la calle 
a hombros de hombres y mujeres,
y la vieja plaza se enciende de bengalas
desde los balcones  que abarrotan  fieles.

Se oyen espirales de oraciones musitadas
Entre el aroma bíblico  del incienso,
Y las  místicas   campanitas  del  Trono tintinean
mientras andando hacia atrás cara  a Ella,
 portan devotos  grandes cirios cuya luz trepida;
ellos son notarios de milagros  que la Virgen hizoles

Un silencio  de velas  enfiladas  recorre el itinerario,
y el niño de la mano de su  madre nos recuerda
que  del  candor de  ellos  “es el Reino de los Cielos”
que  los hombres por  egoísmo tenemos   olvidado.  

En fechas aciagas que bien recuerdo,
las madres y las novias pedían a la Virgen  
por quienes  luchaban en lejanas trincheras
y,  las “madrinas de guerra” , oraban  por su  soldado  ahijado.

 Al anciano a quien los años curvan,
 una lágrima premonitoria  le chorrea,
que con disimulo enjuga con  los pliegues del pañuelo
mientras a la Virgen mira  suplicante y esperanzado.

Los  veintitrés de abril de cada año, todo el pueblo
 creyente , en reatos de devoción acude a la  procesión,
sumando  a nuestra historia siglos  de bendita tradición.