jueves, 6 de febrero de 2020

VERANO


CON MI NOVIA AL RÍO EL DÍA DE LOS "CANASTITOS" (Santa Ana) CUANDO EN EL RÍO SE PODÍA BEBER DE SUS AGUAS Y BAÑARSE 

           
            ¡Qué ufanía del verano...!: Febril despliegue  de faenas en los campos  de las riberas fahaleñas  y guadalhorzanas, moteadas otrora de cortijadas labrantías rebosantes de vida y trasiegos faeneros! De los desvanes y trasteros cortijeros se han sacado las herramientas guardadas  durante la invernada: vielgos, horquillas, rastrillos,  escobas de tarascas y sierpes para  el barrido de los tamos en las eras, cribas y harneros, palas de venteo de los granos despajados, el rulo y los aperos de las colleras y recuas que trillarán las parvas; esquilas y campanillas...

             A las  yunteras carretas que efectúan  la barcina   de mieses desde los rastrojos a las eras, y  el acarreo de remolachas a las estaciones de Cártama y  Aljáima, se le untan los ejes, se le remiendan latigaduras y  verifican y  ajustan las varas laterales y los limones delanteros.

             ¡Un rebullir de vida plena,  con olores de esquilmos y paseros, de rabizas y entresacos de maíces en regadíos! ¡Es el verano!: la estación en que se ponen las eras de trilla, se barcinan las mieses de  espigas segadas y engavilladas y se trillan  entre  cantes temporeros por doquier.

            Llegaron los pipiones abejorrucos que anidan  en los boquetes escarbados en los balates del río. Y, la golondrina, volvió a colgar su nido de barro en el alero familiar y en las vigas de los “tinaos” invernales..

            Desde los alcores del molino llega al llano, dándole majestad al silencio, el eco   del cante abandolado  de caminos  del carretero al son de los esquilones de sus bueyes, copla que se hace memento sereno en las noches de luna, mientras los braceros  espantan el cansancio del duro trajín diurno  de sol a sol chirivitero, soñando sueños imposibles en   su  duerma sobre  las parvas.

            El rebuzno de un garañón en celo espanta a su paso por el realengo a la abubilla que rebusca con su corvo pico y cabeza con  peineta de leves plumas, las semillas desprendidas de los carros y angarillas  de las barcinas.

            Es la  estación plenaria en la que se llevan a cabo  la recolección de cosechas y los esquilmos  de higos, almendras y chumbos en los cerros de la sierra de las “Viñas”, en donde las familias esquilmeras pasan el verano con paredes de adobe y techo de juncos y palmas;  esos chumbos que al alba vendía  el chavea en su borrico baja en cestos encostalados y pregona su oferta mañanera: “¡¡Andén  a los frescos..., chumbos frescos,  gordos y reondos...!!” 
                                              
             Por sempiternos caminos  de herraduras y realengas, con bordes de granados en flor, bullen los carros y carretas cargados con productos de las huertas, que al amanecer han de estar para su venta en el mercado de mayorista de la capital.

            Era el verano guadalhorceño de mi niñez del que siento nostalgias imperecederas.