viernes, 6 de marzo de 2020

HABLANDO DE HISTORIA


                                                Resultado de imagen de LA HISTORIA
Un pueblo sin historia carece de raíces, base del presente y horizonte de futuro. Como ya quedó apuntado,  Cártama tiene una enjundiosa historia cuyos hitos relevantes   entroncan significativamente   con la de España y,  por ende, con la universal.  Ello es así, y no de otra manera;  a los hechos elocuentes que lo demuestran me remito. Ya Cervantes, inspirado en Cicerón, dejó dicho de la historia en el capítulo IX de su Quijote: “Camino de la verdad…, emula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir, o sea, desmentidora final de las distorsiones interesadas que sobre el pasado se suele hacer circular ahora. 

Como todo pueblo que se asienta junto a sendas y calzadas inmemoriales, y más, si  está  junto  a un río emblemático ---el Guadalhorce, “río de los fenicios” y del "pan del trigo" agareno---, que ha siglos fuera navegable, Cártama  ofrece un rico devenir: Por dichas sendas, y por el  mentado curso fluvial, nos llegaron  pueblos y civilizaciones  que dieron  consistencia y gloria añadida a la propia y relevante identidad de sus aborígenes iberos-turdetanos.

A unas tres leguas de Málaga,   cuya historia compartió con frecuencia, Cártama   se enmarca en un circo de montañas;  a sus pies, la alfombra de la vega  acuna entre sotos  que otrora fueron pulmones verdes y umbrosos plenos de vida animal, la eterna cinta azul del río.
 
En las faldas de dicho  sistema montañoso  que casi anillan al pueblo salvo por el norte, retumban ecos de atávicas culturas que en  Cártama   tuvieron asiento. Aquí vegetaron  primigenias  civilizaciones mediterráneas: íbera, griega, fenicia,  cartaginesa,  romana (que dio lugar a la indeleble hibridación base de siglos de esplendor histórico), musulmanes   y, finalmente, la castellanización.

Cártama en “la noche de los tiempos” o prehistoria.-
   
      La etapa  más larga  y desconocida de la humanidad es desde el momento de su paso de mero animal a virtualmente racional hasta la invención de la escritura unos 3.000 años a.C.  Su   cultura material aún sólo  es posible  vislumbrar con el concurso de  las modernas técnicas de la investigación y  la arqueología, que nos permiten leer en  los restos dejados por nuestros remotos antepasados:   “… todo lo que ha sucedido ha dejado huellas escritas en el suelo”,  escribió Pericót.
             Según la profusión de testigos sedentes  que nunca han dejado de aflorar en su término municipal, antropológicamente la comarca en que se enmarca la Cártama profunda y aún impenetrable documentalmente,  debió nacer  en el  Paleolítico Medio    ---100.000  años a.C (Hombre de Neanderthal) ---  que, a tenor de los  últimos hallazgos en la comarca guadalhorzana,  habitaron en las terrazas aledaños a los ríos  del entorno orográfico. Aquellos humanos  utilizaban la piedra como herramienta de caza  y como elementales utensilios domésticos y de defensa. Fue en el Paleolítico Superior  (40.000 años a.C) cuando se produjo un recrudecimiento del clima que forzó al hombre que habitaba en los grandes árboles a refugiarse y resguardarse en cuevas, de lo que también en Cártama, existe evidencia concreta.
El antropólogo, Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca, piensa que  el estudio del pasado del hombre, incluso del más remoto,  no sólo sirve para saciar la curiosidad  intelectual ante tan inenarrable pasado, sino para “conocer mejor al ser humano y saber por qué no somos capaces de vivir en paz” y “construir un futuro mejor para nuestros hijos y nuestros nietos”.
Ciertamente, desde su aparición sobre  la tierra el hombre ha ido  evolucionando paulatinamente a partir de los primates (monos); primero,  según algunos estudiosos, el Ramapithecus  (alrededor de 14 millones de años),   después, el Australopitecus  (hace 4 millones de años),  que según convienen la mayoría de los doctos,   es   el tronco en que fue injertada, o insuflada,  la inteligencia y el raciocinio humano.

Aquellos seres, ya humanos aunque primitivos y elementales,   agrupabanse en hordas que se desplazaban  continuamente en busca de  alimentos y abrevaderos. Vivían de la recolección, de la pesca y de la caza. Para resguardarse de las fieras, en ciertas eras  sus viviendas estaban en  las copas de los grandes   árboles  (hombre arborigen que tan bien describe Jack London en su libro “El hombre antes de Adán”), y, en otras, en  cuevas naturales, de las que en Cártama tenemos, al menos,  dos  muestras  situadas en una pared rocosa  frente a la antiquísima casa de labor,  El Peñoncillo”, en Dehesa Baja. Estas cuevas fueron utilizadas por los campesinos hasta hace poco tiempo como establo y cuadras de ganados. En ellas aparecieron importantes restos que, como tantos otros  miles y miles aflorados  en  Cártama, parecen estar en poder de aficionados a la historia, cuyos testimonios me han sido muy valiosos para el presente trabajo y también un denso lñibro de 75o páginas yapublicado..   
          La aparición del hombre sobre la tierra y su evolución escalonada, es un hito de sublime trascendencia. Con él nace   en un momento dado, repito,   nada menos que el pensamiento y, se da el paso decisivo a la reflexión.  Sorprendentemente, ya en la prehistoria, cuando la vida humana es aún salvaje y elemental, por primera vez un ser “… no sólo conoce, sino que se conoce”

Pero,  todavía hoy el hombre no ha resuelto una angustiosa interrogante que le obsede desde su origen: ¿En qué momento pasamos de meros animales (monos), a seres racionales, y,  en qué circunstancias se produjo el fenómeno de la hominización,  que más apropiado sería decir   de la “humanización”?  ¿Cómo y cuándo evolucionó el simple primate (“australopitecus”),  hacia el homo sapiens sapiens  que, tras miles y miles de años de existencia, se concreta en el hombre actual? Pese a los impresionantes adelantos científicos y técnicos actuales,  aún no tenemos respuestas para tan acuciantes interrogantes.
 Los estudios e investigaciones llevadas a cabo  hacen colegir que el umbral que da paso al pensamiento fue franqueado de una sola vez, hito misterioso y  determinante desde la perspectiva de la ontología, la  antropológica, e incluso, de la metafísica y, por supuesto, de la religión. A partir de ese momento, la vida de la especie humana ha quedado trazada  por el dinamismo y  poder del pensamiento y la reflexión. Contrariamente a los animales, sin ellas el hombre nuevo no hubiese podido sobrevivir: para perpetuarse hubo de transformar  inteligentemente cuanto le rodeaba, adaptándolo a sus necesidades vitales durante los cambios climáticos, plegamientos y hecatombes  geológicas   que, a lo largo de millones de años, ha sufrido nuestro planeta. 

  Es innegable que,  tal enunció Darwin, la estructura anatómica del hombre actual es resultado de una larga evolución.   Pero, también una gran mayoría de  sabios en la cuestión proponen  que el despertar de la inteligencia ha sido bastante brusco,  como un soplo divino en un momento dado de la existencia irracional  del ser originario.

             Refiriéndose a la aparición del lenguaje, dice el científico Humboldt: “El lenguaje no ha podido ser inventado sin un tipo  preexistente en la inteligencia humana…Más bien que creer en una marcha uniforme y mecánica que le vaya formando paulatinamente desde el principio más grosero e informe hasta llegar a la perfección, abrazaría la opinión de aquellos que refieren que el origen de las lenguas es una revelación inmediata de la Divinidad. Ellos, por lo menos reconocen la chispa divina que brilla a través de todos los idiomas, aún los más imperfectos y menos cultivados” AMPLIAREMOS