jueves, 19 de marzo de 2020

MAJESTAD, YO YA RENDÍ HOMENAJE A LA CLASE MEDICO SANITARIA

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                Como no podía ser de otra manera, anoche estuve atento al mensaje de nuestro gran Rey, Felipe VI. En un momento de su discurso, como tampoco podía ser de otra manera por merecido, hizo un encendido elogio de la clase médica y sanitaria en general que me han  obligaron moral y emocionalmente, a deducir nuevo testimonio de aquellas vivencias   en un libro  para su perdurabilidad. En el capítulo “Reconocimientos”  de dicho libro digo de ellos lo que aquí en justicia reitero de corazón. Dije así:


            Gajes de la “perra vida” han impuesto al autor de este libro (“…EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA”) largos  periodos de pausas y demoras  en su confección, siendo el más largo  el iniciado en octubre de  2.007 por mor de un ANEURISMA de aorta con recidiva gravísima.

La “demora”, de seguro habría sido eterna si no caigo  en manos  del equipo de Cirugía de Corazón del Hospital Clínico Universitario de Málaga que coordinaba el doctor,  Eduardo Olaya y, en las del virtuoso de la ciencia médica y el bisturí, doctor José María Melero quien, por dos veces  en pocos meses, hubo de montar un “embolao” de atrevida y docta ingeniería quirúrgica en mi anatomía que despiezó  y volvió a  reordenar durante ¡¡10 horas cada vez!! en pro de mi vida.

Reconocimiento también a quien se hizo cargo de mi complejo posoperatorio, Doctora, Josefa Ruíz, (Dctrª “Pepa”), y, al elenco de sanitarios (as) (ángeles de verde, blanco y azul) que han dejado en mi corazón un inextinguible olor a nardos y jazmines cogidos con amor profesional en el  jardín  de la abnegación.

Y, Luís Lerga, amigo y médico de cabecera en Cártama, siempre próximo, solícito y entrañable.  Y las enfermeras  de mi pueblo, Trini y María, y muchos otros de los que mi memoria (sí mi corazón) no alcanza a recordar sus nombres en  este momento; en definitiva mi reconocimiento a toda la abnegada  clase médica y sanitaria, sin la que el tinglado de la Sanidad se había venido ya abajo.

Tengo para mí, y así lo expreso sin ambages, que todos ellos  hacen día a día, mucho más  que estrictamente su deber; testigo soy de ello…, y también tengo para mí  que Hipócrates en su morada del  Olimpo, estará brindando hoy, como siempre,  complacido con todos ellos, con una copa en la mano de licor de esencia de laurel.