sábado, 6 de junio de 2020

PADRE ¿QUIÉN MEJOR QUE TU HIJO PARA RECORDARTE HOY?




Padre, con tus manos sembradoras
obtenías  la divina realidad del trigo
para  amasar el pan de cada aurora.

Tu alma templaba el ritmo de la siembra
en la tierra, tal sagrada hembra
que te  ahijara espléndidas cosechas.

Tu mano castraba el panal de las abejas
y conducías  el agua de la amplia acequia
que riega  el vientre de la fértil huerta.

Para el campo  tenías corazón de nido,
y en el campo ponías  la esperanza
de un honrado porvenir para tus hijos.

En el viejo  monorrimo pueblerino,
mis primeros versos ensalzabas al vecino:
se los leías..., me mirabas..., y,  sonreías.

(¡¡Qué inefable y entrañable tú mirada...!!)

Y tu sonrisa limpia era mi seguro,
y era mi empeño convertir tus besos
en rosales de amor de mi futuro.

Tu esperanza era  el buen Dios que regresa
cada año en los hilos dorados de la lluvia
para hacer  de cada surco una promesa.

Tu destino, seguir la yunta en la besana,
despertar con la alondra a la alborada,
y atrojar el grano separado de la paja.

Ahora ya anciano y circunspecto,
ahondo en el fondo de tu alma,
y, de gozo,  se me inundan los adentros.

Porque de tí supe con certeza
que cada palabra es una trinchera,
y el concepto honesto un latigazo...

Y..., ¡¡¡ la verdad, la mejor bandera!!!