viernes, 1 de noviembre de 2013

“HUNOS” Y “HOTROS”, TODOS SON UNO.

                                        

            Recuerdo que en una carta de 13.12.1.936  -- “Epistolario inédito” (que no tiene desperdicio) -- Unamuno decía  a Quintín  de Torre entre otras cosas: “En este estado y con lo que sufro al ver este suicidio moral de España, esta locura colectiva, esta epidemia frenopática...figúrese como estaré. Entre los unos u los otros  -- o mejor los hunos y los hotros--  están ensangrentado, arruinando, envenenando y entonteciendo a España”

            “Entre marxistas y fascistas, entre los hunos  y los hotros, van a dejar a España  inválida de espíritu”

            Clarividente don Miguel de Unamuno: Hoy pasa lo mismo y, además,  también  con los hunos y los hotros, sencillamente porque  todos son uno... digámoslo sin ambages: Unos desaforados, fuera de la historia y desconocedores de ella, fanáticos y sectarios  que en efecto, han ensangrentado (terrorismo no finiquitado), arruinado, envenenado y entontecido a España mediante una distorsión burda de los hechos, y que viven de la división política.

            Para explicarlo a lo basto y entendernos todos, se me ocurre un símil. No hay día en que al asomar el sol no nos caliente el caletre de indignación  con la noticia de un nuevo robo perpetrado por la  bíblica epidemia de políticos corruptos que en todos los pueblos de España, o sea, en todo  el Estado,  hemos votado sin que tengamos  reaños para botarlos, sencillamente porque, como decía Unamuno, encima de expoliarnos nos han  atontado.

            Entrando en el antes aludido  símil, España es como un enorme teatro en donde una nutrida banda de músicos, los políticos,  ocupa el amplio escenario. Están  corrompidos desde el director (ya me entienden) hasta el último soplagaitas, quienes, lógicamente, desentonan porque la mayoría de  pitorreros no saben solfeo adecuadamente, y eso que son más que espectadores hay en el patio de butacas, plateas, palcos y gallinero juntos; además, he aquí lo grave,  el que mueve la batuta ha sido elegido para el cometido, no por su méritos  melódicos sino por fidelidad a la trupe, de la que tiene carné. Por eso cuando abre la partitura con la Novena de Beethoven interpreta, "Tengo  una  Vaca lechera, me da leche merengada, tolón. tolón...", si es Rubalcaba, y, si Rajoy, se pone la batuta tras la oreja, las manos en los bolsillos y que cada músico toque lo que le salga de semejante sitio.

           A base de escuchar a esta clase de músicos (entiendan la parábola) hoy ya España entera ha perdido el ritmo.

            El diagnóstico que de los síndromes de nuestros políticos aventuran los medios, tertulianos, columnistas, y la porción de pueblo que aún conserva capacidad crítica, está sobradamente hecho: Nuestros políticos  son una caterva (con las lógicas excepciones, que, quizás no tanto ya que de ser distintos habrían dimitido y huido de tal pandemia de corruptos), de cacos y filibusteros que no tienen cuya solución a de ser   por las buenas o, por las urnas, porque  otro Franco no parece que esté, afortunadamente, a la vuelta de la esquina, ni los tiempos van en esa línea.

            Una España que ante esta ruina económica y moral no reacciona, es que, como decía Unamuno, la han dejado inválida los hunos y los hotros, que vienen a ser uno.