Con Celeste el día que me dedicó un poema que escribió alusivo a nuestra subida a la Ermita de la Virgen de Los Remedios, que tituló precísamente, y con ello me siento muy honrado, "El niño de la Virgen"
Este humilde escribidor, además de garabatear negro sobre blanco desde el año 1.968, ha tenido el atrevimiento de dictar conferencias casi desde la misma época. Durante un tiempo, hará poco más de 10 años, formé parte de un colectivo poético formado por artista no profesionales que, dirigidos por el profesor, Antonio Fuentes, daba a conocer (acompañada y alternada de la música que interpretaban estos artistas), la enjundiosa y bella poesía de Celeste Torres, en la fotografía con quien esto escribe.
Actuamos en varias plataformas de Málaga(El Pimpi, Ateneo, Generación del 27, etc) y en muchos pueblos de nuestra provincia y algunos de fuera de ella con éxito notorio.
A mi me tocaba escribir y leer el que llamábamos Introito del acto, cuyo objeto era crear previamente el ambiente poético adecuado para la gala poética.
Esas creaciones mías las estoy dando a conocer hoy con el títitulo de "Mi Celeste musa", que obviamente hace alusión a mi querida amiga antes nombrada, la poeta Celeste Torres.
TEXTO DE MI DISERTACIÓN EN LA CUEVA DEL TESORO
Buenas noches....
Al igual que en
todas las actuaciones líricas que por diversos escenarios, tanto de Málaga como
de pueblos de su provincia y otras, ha llevado a cabo este colectivo que hoy se presenta ante ustedes, también en
esta ocasión me toca a mi el grato
cometido de ser heraldo
del recital de poesías de la gran poeta, Celeste Torres, que el Colectivo
Erató va ofrecer de inmediato en esta
mágica catedral subterránea, que, tras ser horadada por las olas en las
rocas submarinas, emergió hace millones de años del vientre del Mare Nóstrum,
para que en ella también, como en otros tantos enclaves de la franja
mediterránea, se incubase el germen de gran parte de la humanidad y de la civilización que hoy
llamamos, occidental.
En efecto,
estas pétreas galerías están impregnadas
de ancestros, porque ya, desde
la insondable intemporalidad de la protohistoria, asentaron sus lares en
ella remotos congéneres nuestros, los ignotos hombres de las cavernas. Y
después, sus recónditos y sinuosos
laberintos, guarnecidos con estalagmitas y preciosos lagos de agua dulce, siguieron siendo refugio
natural de incontables generaciones de seres humanos, cuya historia en su mayor parte también quedó velada por el misterio, al que sólo es capaz de intuir la cábala, o,
la inefable perceptiva del sentimiento poético.
Estos seres constituyeron los patrones
antropológicos en los que se fueron injertando paulatinamente a lo largo de
milenarias edades, las plurales razas y culturas foráneas que, a nuestros
litorales, fueron arribando hasta
conformar este frondoso árbol de nuestros amores, que los romanos llamaron
Hispania, los moros Al Andalus, para, finalmente, fraguar en la actual España,
de la que cada región es una tesela de su
indivisible y hermoso mosaico, que constituye su unidad, y que
nadie, a estas alturas de la historia , debiera desear su fragmentar
Ya de joven,
tuve yo ocasión de sentir en mi interior las fascinantes emociones y
sobrecogedoras interrogantes que suscita toda la arquitectura natural de esta
fantástica sima: Por premiosa necesidad
de hacer dos cursos en uno de bachiller y revalida en Granada, en el verano del año 1.949, si
mal no recuerdo, hube de ingresar, como
alumno, en una Academia ubicada en calle Carretería de Málaga,
de la que, aparte de titular, era
profesor el insigne malagueño, don Manuel Laza Palacio, cuya memoria está tan
ligada a la historia de esta Cueva del
Tesoro en que nos encontramos.
Él mismo, con
sus apasionadas descripciones de los hechizos que su imaginación acertadamente
le atribuía a esta gruta, despertó el deseo de visitarla en varios de sus
alumnos, entre los que me encontraba.
Era don Manuel un hombre que tenía,
aparte de una enorme erudición
humanista y una inquietud investigadora desbordante, un alma soñadora y
dulcemente buena y poética. Se daba a querer. Y una mañana, bocadillo en
talega, tomamos el tren suburbano hasta un apeadero, no recuerdo si el de la
Cala o el del Rincón de la Victoria , y, desde él, a “patitas”, cortando
laderas de serrijones, llegamos a la oscura y lóbrega boca de esta cueva,
entrada que, si no me equivoco, se corresponde con la que tapa aquella reja.
“A ver quien me sigue”,
retó cariñosamente don Manuel, que, descolgándose por un cordel amarrado al tronco de algún árbol o arbusto,
desapareció alumbrándose con algo apropiado, no recuerdo bien que era, aunque
abajo en donde nos esperaba si tenía
encendido ya el carburo cortijero que
portaba.
Venciendo el
miedo que nos producía aquella enigmática bocana, más a arrastraculo que
descolgándonos, seguimos al maestro. Recuerdo que el reducto que estuvimos
visitando, que no era otro que esta misma sala en que estamos, llamada de la
Virgen, no estaba exactamente como lo
está hoy. Los cincuenta años
transcurrido desde entonces, han
desdibujado de mi memoria el contenido de la lección magistral que don Manuel
nos diera entonces en repetidas ocasiones sobre el origen de este antro, y sobre leyendas del siglo XII, una de
ellas alusiva al tesoro del moro Tassufín inb Alí, que al parecer nunca se
encontró; otra, sobre la diosa
ibero-fenicia, Noctiluca (mi pueblo, Cártama, dicho sea de paso, mantengo que también tuvo un templo dedicado a esta diosa ibera), de la que
quiero recordar tenía noticias por sus lecturas de otros investigadores anteriores, y, sobre todo, de sus personales
y ahincadas deducciones científicas y antropológicas.
No es momento de abundar más en esta
referencia, que solo he sacado a relucir
en tan especial ocasión, porque me sale
del corazón rendir en la memoria un humilde
homenaje a aquel maestro bueno de mi juventud, que, por otro lado, como todos
sabemos, y ello justifica mi remembranza, tanto contribuyó a la promoción de
este mágico monumento de la naturaleza.
Efectivamente, esta noche para lo que estamos aquí es para abrevar el
hecho poético en otros atanores de concretada expresión formal, como son el verso, la rima, la cadencia
y el ritmo encarnados en la voz y
expresión plástica de artistas, que van a recitar el poemario de Celeste Torres,
y acompañarle a ella en su propia rapsodia, con cantos y preludios varios, todo contenido en su libro, "Del amor y sus misterios".
No muchos
escenarios como este embrujado y monumental marco que nos depara la madre
tierra, son tan adecuados para hablar de poesía, y escuchar el armonioso eco
de las musas.
Me
nacieron los dientes escuchando poesía, y tengo para mí que hablar de Celeste
Torres es hacer referencia a una de las
poetas más auténtica e interesante del
momento en Málaga, e incluso en ámbitos
geográficos mucho más amplios. Soy consciente de que tan rotunda aseveración
podría parecer gratuita si, de inmediato, no la fundamento, y para ello nada
más elocuente que el poemario de la
autora, que ella misma, con su cadenciosa y alada voz, nos va a recitar
seguidamente.
Hoy por
hoy, Celeste Torres es ya una consagrada de la lira, porque ha conseguido tener
confianza absoluta en el alma de las cosas, y se ha convertido en órgano
expresivo de la naturaleza, cuyos
númenes detecta como el zahorí las escondidas venas de los manantiales; y, como
la humilde vendimiadora las uvas del vino eucarístico en las parras, ella
esquilma en el mundo exterior concreto, o en el infinito presentido por su agudo instinto poético, el alma secreta del
universo al que da forma expresiva desde su interior, que es la mejor manera de
regalar arte y belleza a los demás; y todo ello, desde una absoluta independencia de espíritu que le da opción a decir su canto
de manera sencilla y asequible sin menoscabo de su altura lírica.
Celeste es
capaz de exprimir los recuerdos, para sacar del misterioso devenir de lo
creado, los jugos en los que aún, y siempre,
aletea la vida, porque, en realidad de verdad,
¿que otra cosa sino vida, son los recuerdos, ni que más dulce
lenitivo para paliar la mordaza del sayal de amargura de cada ser humano, que
reposar la cabeza en el regazo de las rutilantes evocaciones sazonadas con el almíbar de la poesía?.
Termino
ya este breve y un tanto apasionado introito, presentándoles el Colectivo Erató
del que si Celeste es su musa, Antonio
Fuentes es el alma sin la cual nada de esto sería; y, el resto, somos
entusiastas complementarios y colaboradores, que solo a ustedes, en definitiva, toca valorar
artísticamente.
Como
aperitivo del banquete lírico que viene a continuación, les adelanto unos
versos del poema elegíaco que nuestra poeta Celeste, emulando a Jorge Manrique,
compuso recientemente a la muerte del padre de un amigo:
“Y
echó a correr la vida tras la muerte
como el grito de luz que se pierde al instante
tras la frontera oscura de lo ya inexistente.
y sentí tu silencio
Como una puñalada disecada en el alma
..........
MUCHAS GRACIAS