jueves, 28 de noviembre de 2013

"MI CELESTE MUSA" (Conferencia en el Rincón de la Victoria)





 Con Celeste el día que me dedicó un poema que escribió alusivo a nuestra subida a la Ermita de la Virgen de Los Remedios, que tituló precísamente, y con ello me siento muy honrado, "El niño de la Virgen"


Este humilde escribidor, además de garabatear negro sobre blanco desde el año 1.968, ha tenido el atrevimiento de dictar conferencias casi desde la misma época. Durante un tiempo, hará poco más de 10 años,  formé parte de un colectivo poético formado por artista no profesionales que, dirigidos por el profesor, Antonio Fuentes, daba a conocer (acompañada y alternada de la música que interpretaban estos artistas), la enjundiosa y bella poesía de Celeste Torres, en la fotografía con quien esto escribe. 

Actuamos en varias plataformas de Málaga(El Pimpi, Ateneo,  Generación del 27, etc) y en muchos pueblos de nuestra provincia y algunos de fuera de ella con éxito notorio.

A mi me tocaba escribir y leer el que llamábamos Introito del acto, cuyo objeto era crear previamente el ambiente poético adecuado para la gala poética.

Esas creaciones mías las estoy dando a conocer hoy con el títitulo de "Mi Celeste musa", que obviamente hace alusión a mi querida amiga antes nombrada, la poeta Celeste Torres.

                   


                          

TEXTO DE MI DISERTACIÓN EN LA CUEVA DEL TESORO


Buenas noches....                       
                  Al igual que en todas las actuaciones líricas que por diversos escenarios, tanto de Málaga como de pueblos de  su provincia y otras, ha  llevado a cabo este colectivo  que hoy se presenta ante ustedes, también en esta ocasión me toca a mi el grato cometido de  ser  heraldo   del recital de poesías de la gran poeta, Celeste Torres, que el Colectivo Erató va ofrecer de inmediato en esta  mágica catedral subterránea, que, tras ser horadada por las olas en las rocas submarinas, emergió hace millones de años del vientre del Mare Nóstrum, para que en ella también, como en otros tantos enclaves de la franja mediterránea, se incubase  el germen  de gran parte de la  humanidad y de la civilización que hoy llamamos,  occidental.

                   En efecto, estas pétreas galerías están impregnadas  de   ancestros, porque ya, desde la insondable intemporalidad  de la protohistoria, asentaron sus lares en ella remotos congéneres nuestros, los ignotos hombres de las cavernas. Y después, sus recónditos y sinuosos  laberintos, guarnecidos con estalagmitas y preciosos  lagos de agua dulce, siguieron siendo refugio natural de incontables  generaciones de seres humanos,  cuya historia en su mayor parte también quedó  velada por el misterio, al que sólo es capaz de intuir la cábala, o, la inefable perceptiva del sentimiento poético.  

                   Estos seres constituyeron los patrones antropológicos en los que se fueron injertando paulatinamente a lo largo de milenarias edades, las plurales razas y culturas foráneas que, a nuestros litorales, fueron   arribando hasta conformar este frondoso árbol de nuestros amores, que los romanos llamaron Hispania, los moros Al Andalus, para, finalmente, fraguar en la actual España, de la que cada región es una tesela de su  indivisible y hermoso mosaico, que constituye su unidad, y que nadie, a estas alturas de la historia , debiera desear su fragmentar

                   Ya de joven, tuve yo ocasión de sentir en mi interior las fascinantes emociones y sobrecogedoras interrogantes que suscita toda la arquitectura natural de esta fantástica sima:  Por premiosa necesidad de hacer dos cursos en uno de bachiller y revalida en Granada, en el verano del año 1.949, si mal no recuerdo, hube de  ingresar, como alumno,  en una  Academia ubicada en calle Carretería de Málaga, de la que, aparte  de titular, era profesor el insigne malagueño, don Manuel Laza Palacio, cuya memoria está tan ligada  a la historia de esta Cueva del Tesoro en que nos encontramos.

                   Él mismo, con sus apasionadas descripciones de los hechizos que su imaginación acertadamente le atribuía a esta gruta, despertó el deseo de visitarla en varios de sus alumnos,   entre los que me encontraba. Era don Manuel un hombre que tenía,  aparte de  una enorme erudición humanista y una inquietud investigadora desbordante, un alma soñadora y dulcemente buena y poética. Se daba a querer. Y una mañana, bocadillo en talega, tomamos el tren suburbano hasta un apeadero, no recuerdo si el de la Cala o el del Rincón de la Victoria , y, desde él, a “patitas”, cortando laderas de serrijones, llegamos a la oscura y lóbrega boca de esta cueva, entrada que, si no me equivoco, se corresponde con la que tapa aquella reja.

                 “A ver quien me sigue”, retó cariñosamente don Manuel, que, descolgándose por un cordel amarrado al  tronco  de algún árbol o arbusto, desapareció alumbrándose con algo apropiado, no recuerdo bien que era, aunque abajo en donde nos esperaba  si tenía encendido ya  el carburo cortijero que portaba.

                    Venciendo el miedo que nos producía aquella enigmática bocana, más a arrastraculo que descolgándonos, seguimos al maestro. Recuerdo que el reducto que estuvimos visitando, que no era otro que esta misma sala en que estamos, llamada de la Virgen, no estaba  exactamente como lo está hoy.  Los cincuenta años transcurrido desde entonces,  han desdibujado de mi memoria el contenido de la lección magistral que don Manuel nos diera entonces en repetidas ocasiones sobre el origen de este antro, y sobre leyendas  del siglo XII, una de ellas alusiva al tesoro del moro Tassufín inb Alí, que al parecer nunca se encontró; otra,  sobre la diosa ibero-fenicia, Noctiluca (mi pueblo, Cártama, dicho sea de paso,  mantengo que también  tuvo un templo dedicado a esta diosa ibera), de la  que quiero recordar tenía noticias por sus lecturas de otros investigadores  anteriores, y, sobre todo, de sus personales y ahincadas deducciones científicas y antropológicas.

                     No es  momento de abundar más en esta referencia,  que solo he sacado a relucir en  tan especial ocasión, porque me sale del corazón rendir en la memoria  un humilde homenaje a aquel maestro bueno de mi juventud, que, por otro lado, como todos sabemos, y ello justifica mi remembranza, tanto contribuyó a la promoción de este mágico monumento de la naturaleza.

                      Efectivamente, esta noche para lo que estamos aquí es para abrevar el hecho poético en otros atanores de concretada expresión formal,  como son el verso, la rima, la cadencia y  el ritmo encarnados en la voz y expresión plástica de artistas, que van a recitar el poemario de Celeste Torres, y acompañarle a ella en su propia rapsodia, con cantos y preludios  varios, todo contenido en su libro, "Del amor y sus misterios".

                       No muchos escenarios como este embrujado y monumental marco que nos depara la madre tierra, son tan adecuados para hablar de poesía, y escuchar el armonioso eco de  las musas.

                        Me nacieron los dientes escuchando poesía, y tengo para mí que hablar de Celeste Torres es hacer referencia  a una de las poetas  más auténtica e interesante del momento en Málaga, e incluso en  ámbitos geográficos mucho más amplios. Soy consciente de que tan rotunda aseveración podría parecer gratuita si, de inmediato, no la fundamento, y para ello nada más elocuente que  el poemario de la autora, que ella misma, con su cadenciosa y alada voz, nos va a recitar seguidamente.

                         Hoy por hoy, Celeste Torres es ya una consagrada de la lira, porque ha conseguido tener confianza absoluta en el alma de las cosas, y se ha convertido en órgano expresivo de la naturaleza,  cuyos númenes detecta como el zahorí las escondidas venas de los manantiales; y, como la humilde vendimiadora las uvas del vino eucarístico en las parras, ella esquilma en el mundo exterior concreto, o en el infinito presentido por su  agudo instinto poético, el alma secreta del universo al que da forma expresiva desde su interior, que es la mejor manera de regalar arte y belleza a los demás; y todo ello, desde una  absoluta independencia  de espíritu que le da opción a decir su canto de manera sencilla y asequible sin menoscabo de su altura lírica.

                          Celeste es capaz de exprimir los recuerdos, para sacar del misterioso devenir de lo creado,  los jugos en los que aún, y siempre, aletea la vida, porque, en realidad de verdad,  ¿que otra cosa sino vida, son los recuerdos, ni que más dulce lenitivo  para paliar la mordaza del  sayal de amargura de cada ser humano, que reposar la cabeza en el regazo de las rutilantes evocaciones sazonadas  con el almíbar de la poesía?.

                           Termino ya este breve y un tanto apasionado introito, presentándoles el Colectivo Erató del que si Celeste es su  musa, Antonio Fuentes es el alma sin la cual nada de esto sería; y, el resto, somos entusiastas complementarios y colaboradores, que solo a  ustedes, en definitiva, toca valorar artísticamente.

                             Como aperitivo del banquete lírico que viene a continuación, les adelanto unos versos del poema elegíaco que nuestra poeta Celeste, emulando a Jorge Manrique, compuso recientemente a la muerte del padre de un amigo:

                     “Y echó a correr la vida tras la muerte
               como el grito de luz que se pierde al instante
              tras la frontera oscura de lo ya inexistente.

               y sentí tu silencio
                  Como una puñalada disecada en el alma
                       .......... 
   
           MUCHAS GRACIAS