jueves, 14 de marzo de 2019

HOMENAJE A NUESTROS ABNEGADOS ANTEPASADOS LABRIEGOS



Presentación en Coín
Como avance del contenido de este libro, a continuación inserto copia de su  prólogo y pequeña  semblanza del autor de mismo.
Constituyen los relatos  que lo sustancian un merecido homenaje  a nuestros abnegados, sufridos y marginados  antepasados labriegos que silenciosamente laboran la tierra para sacarles los frutos que dan de comer a la humanidad.
El campo entraña una gran y ancestral cultura


PRÓLOGO
Vivimos en una época tan materialista, que tendemos a valorar el patrimonio cultural que se puede tocar y visitar y rinde beneficios al municipio más que el patrimonio intangible, ese que no podemos tocar, sino solo conocer a través de las palabras. Sin embargo, me atrevería a decir que nos dicen mucho más de un pueblo los versos de sus poetas que las piedras que de él nos queden en un museo, porque los versos no son fósiles, sino el pensamiento vivo de sus gentes.

Las palabras de los sabios de un pueblo recuperan un pasado que sin ellas nadie va a conocer y constituyen auténticos museos intangibles custodiando un tesoro incalculable, pero con una ventaja: los museos de piedra y cemento están muertos, son mausoleos del arte, mientras que bien viva que está la selva de palabras que el escritor levanta para que vuelen bajo ella los dorados pájaros que su memoria ha rescatado de la desaparición.

Eso ha hecho para ti, querido lector, lectora querida, Francisco Baquero Luque: entregarnos la maravillosa pajarería de sus palabras rescatadoras del pasado para que vuelen en nuestro cielo personal y no desaparezcan en el abismo de la indiferencia. Cada vez que las leemos, ocurre en el presente todo lo que ellas nos cuentan del pasado. Escritas por una pluma ágil y amena, sus palabras hacen reales y presentes a personajes entrañables unos, pícaros otros, que, en cierto modo, nos explican y componen y nos hacen amigos de Castaña, Canela, Antoñico, el rapsoda José González Marín, el imaginero Francisco Palma, los Saldiguera, Claudia Prócula y Abdulán Zaimén, y todo entre encinas, chumbos, cogujadas, alondras, peones, gañanes, y, en los momentos más sublimes, la luminosa presencia de la Virgen del Monte traída por los Reyes Católicos presidiendo el valle del Guadalhorce desde hace más de cinco siglos, concediendo mercedes y salvando al pueblo de la peste.

Nos lo cuenta Francisco Baquero Luque con sencillez y elegancia, sin exagerar lo bueno ni recrearse en lo malo, sin sarcasmo, atento al detalle humano, a los movimientos del corazón y no solo a los movimientos de los cuerpos en los espacios. No hay en él tampoco asomos de neofobia, es decir, de miedos y prejuicios contra los inevitables cambios de los tiempos, sino profundo aprecio hacia un pasado que explica nuestro presente y nos da la medida del futuro.

Todo lo que Francisco Baquero Luque cuenta del pasado explica lo que somos en el presente, porque España era un país agrario hasta hace poco, pero vive ahora de espaldas al campo que nos ha hecho y eso no solo nos aparta de la naturaleza que nos compone, sino que además nos incapacita para entendernos.

España es, además, un país aquejado de agrofobia. Tenemos el prejuicio del converso a lo urbano que reniega ahora de lo agrario. ¿Por qué los partidos más votados en las ciudades son considerados más modernos y con más futuro que los más votados en el campo?

Lo mejor de la mirada que proyecta sobre nuestro pasado reciente es la fidedigna nitidez con que nos lo transmite. No se la enturbian prejuicios, ideologías, resentimientos. Su transparencia proviene del amor y el conocimiento: ama lo que conoce y conoce lo que ama, y nos lo alumbra en la literatura, porque esa es la tarea del poeta: recuperar del olvido o de la nada la belleza con palabras lo más dignas posible de ella. Si además, como es el caso de este poeta, esa belleza la ha vivido en sus carnes y ha conformado su persona, entonces el poeta no solo está creando belleza, sino además salvándola y, con ello, salvándose y salvándonos: salvándola, porque sin él ese pasado será desconocido; salvándose, porque él es fruto de ese pasado; y salvándonos, porque una generación que desconoce y desprecia su pasado renuncia a un rasgo exclusivamente humano, el de la tradición y la transmisión, y se vuelve especie animal de la selva, que no tiene pasado ni futuro, sino solo presente. El porquerillo aterido “metido en los ocho años” merece ser rescatado del olvido y puesto a nuestros ojos, para que todos le demos un beso en la frente. Alonso Martín seguirá siendo el hombre que venció el mal genio del río desmadrado, pero fue vencido por una carreta. El amor seguirá siendo esa fuerza y ese instinto que atrapa a los protagonistas de “La parada de los sementales” y aguza el ingenio del cabrero que, para retozar con la molinera, se disfrazaba de fantasma.

A su mirada amable, nítida y fidedigna se une su estilo ágil y cultivado al servicio de la emoción tanto en el paisaje como en el retrato humano: si en sus retratos humanos no hay maniqueísmos ni ingenuidades, sino simpatía, porque nos habla de hombres de carne y hueso, con sus luces y sus sombras, pero todos luminosos en su dignidad o su hidalguía, en su retrato del paisaje no hay idealismo pastoril, sino que nos encontramos con la realidad contundente y dulciamarga de nuestros campos. Pero, por encima de todo, lo que embarga al autor y nos transmite con palabras a veces recias, a veces delicadas, es un amor desbordante por el campo, sus secretos y sus encantos, un amor de varón generoso y fuerte que lo conoce bien.

Para escribir un libro como este que salva del olvido casi un siglo de nuestra historia, no bastaba un testigo directo que lo haya vivido, sino un escritor que sepa contarlo. En la persona de Francisco Baquero Luque se dan ese testigo presencial y ese buen escritor, que no solo ha cultivado la tierra, sino que, además, se ha preocupado por cultivarse a sí mismo, hasta el punto de que es una de las luminarias culturales de la comarca y mantiene viva su memoria histórica. ¿Qué sería de tantos pueblos de España si en ellos no hubiera personas como Francisco Baquero Luque que son la conciencia de lo que el pueblo es, de su valía, de su pasado, de sus gentes? Otro gallo cantara a los ayuntamientos si en vez de actuar con criterios ideológicos consultara con los sabios del pueblo.

Tengo además razones personales para agradecerle toda esta labor literaria de recuperación humana e histórica fidedigna de un pasado reciente, porque soy paisano suyo. Mis padres, mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y varias generaciones más provienen de los montes cercanos a Cártama; muchas de las cosas que él narra saben a mi padre, a mi abuela, a mi tatarabuelo. Él está salvando con este libro mi familia y todo lo que ella ha sido y soy,

Pero que nadie piense que el valor de estos relatos está en lo comarcal, en recuperar tal o cual vocablo regional. El maestro Bizco Antequerilla es, por ser de esta tierra, una figura humana para todos los tiempos. Cristobalón y Floripondio son, además de dos personas, dos maneras humanas de ser que nos radiografían y nos enfrentan a nosotros mismos. ¿No en el Romancero gitano, tan andaluz, de Federico García Lorca una de nuestras obras más universales? Estos relatos tienen validez universal, porque los hombres que por ellos transitan son al fin y al cabo hombres y los hombres somos iguales en todos sitios. Lo relevante no es que aquí hubo maquis (los “rejuíos”, como los llamaban en Cártama) y en Francia no, sino que tanto en Francia como en China tocan el corazón humano todas las cosas que nos relata el autor cuando en su adolescencia fue rehén del maquis: la angustia de unos padres, la nobleza de un redentor, el miedo y la necesidad de unos bandoleros son el hombre mismo, el hombre de siempre, el hombre que está ahora mismo escribiendo esto. ¿Serían acaso más universales estos relatos si sus protagonistas vivieran en Nueva York o Calcuta? Son para todos los tiempos estos personajes y estos campos de Cártama, un microcosmos en el tiempo que mira a la eternidad.

Gracias, Francisco,” niño de la guerra”, adolescente secuestrado de los maquis, salvado por la figura luminosa del Rapsoda, superviviente de la época del hambre, hombre cabal y bueno y, por todo ello, hoy abuelo sabio, agradecido y trabajador.

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El ilustre prologuista, Don Jesús Cotta, es licenciado en filosofía clásica.Profesor de Griego en Sevilla. Ahora imparte nueva especialidad de filosofía en IES Martínez Montañés. Ha publicado Novelas, Ensayos y Poesía. Fue célebre su obra selección de Santa Teresa, LAS VÍRGENES PRUDENTES. y, últimamente, ha obtenido el Premio Nacional de Biografía por su obra, ROSAS DE PLOMO ( Amistad entre García Lorca y José Antonio). Nació en 1.967.