miércoles, 13 de marzo de 2019

RECUERDOS SINGULARES

            Desde no recuerdo cuando, soy lector de Arturo Pérez Reverte, sobre todo, como periodista: no me pierdo ninguno de los que el académico publica cada semana en el Semanal de ABC;  en el que firma en el nº 1.268 este mismo domingo, 12.2.012, diserta sobre sus experiencias en los múltiples hoteles en que se ha hospedado en el mundo entero y, al hacerlo  en el antiguo Hotel Colón de Sevilla, el de los toreros y  gente de la farándula,  ha sido para mis acendrados recuerdos como la detonación de un petardo bajo la  frondosa copa de un almecino  cuajada de pajarillos gresqueros en su búsqueda de cobijo en la atardecida, que se levantan espantados en pipiante vuelo.

            Y ello, es así porque allá por segunda mitad de la década de los años cuarenta y primera de los cincuenta del pasado siglo, acompañé a Sevilla al eminente rapsoda cartameño, José González Marín,  como ayudante escénico  y, siempre, nos hospedábamos en el emblemático Hotel Colón, en donde,  en no pocas ocasiones, fui testigo de hitos singulares y participé con él de entrevistas, reuniones, actos artísticos, visitas, etc, con eminentes personajes; de todo ello,  conservo imperecederos recuerdos.

            A principios del mes de septiembre de 1.947, tomando una cerveza del Café Central de Cártama con otros amigos, Pepe González Marín me pidió que le acompañara en un viaje que iba a hacer a Jerez, para inaugurar con una actuación un Teatro que entonces se llamó Maravilla, y después  a Sevilla para dar dos recitales en el Teatro San Fernando. Dos amigos comunes, Antonio Rodríguez Rodríguez y Enrique Marín Rojas que estaban presentes, mostraron deseos de venir a presenciar los recitales de Sevilla, quedando que ellos se irían directamente  y esperarían que el rapsoda y yo llegásemos de Jerez en tren.

            A nuestra llegada a Jerez, vino a recogernos al Hotel, Don Álvaro Domecq y Díez, íntimo amigo del artista cartameño,  con el que, mientras hacíamos hora para el almuerzo en su casa,  recorrimos las Bodegas de la familia, instalaciones ganaderas y ganadería y picaderos de sus caballos, tanto para rejoneo como los dedicados a  faenas ganaderas y camperas. Nunca olvidaré aquel almuerzo en la casa de don Álvaro Domecq en la que éste, su señora, Pepe González Marín y este humilde servidor fuimos los comensales; durante la comida y la somesa se habló de Manolete incluída su muerte en Lineros  y sus relaciones con Lupe Sino.

            Ya en Sevilla, los cuatro amigos, nos hospedamos   en el Hotel Colón, en donde “Pepe tenía, como siempre que iba por la ciudad del Betis, su base de operaciones y, su “despacho “ en un tresillo y mesita  del hall”.

            Se llevaron  a cabo  las dos jornadas de recitales en el San Fernando, con actuaciones de tarde y noche a teatro lleno siempre, y, es un detalle que recuerdo, con la asistencia a título personal a todas del Gobernador Civil, entonces, Sr. Coca de la Piñeira, entre otros muchos personajes de relieve del pensamiento, poetas, cantantes, cantaores, toreros, etc: Manuel Machado, Diez de Quijano, Pemán, Sandro Valerio (de quien estrenó un poema a Manolete, muerto en Linares pocas semanas atrás, del cual insertamos unas estrofas más adelante, Lola Flores y Caracol, Juanita Reina (en el Hotel Colón hacía apartes con Pepe González relacionados con la última secuencia recitada de “La Lola se va a los puertos” que quería  la declamara el artista cartameño)  la incondicional de Pepe González, Pastora Imperio con su hija y su yerno, Gitanillo de Triana, Niño de Marchena, que siempre veía el recital tras los telones, Niña de los Peines y su esposo Pepe Pinto, y, otro que entonces conoció a nuestro artista y le otorgó con su admiración una patente amistad, Carlos Arruza, al que llevaron  al recital Pepín Martín Vázquez y Pepe Luís Vázquez  y...un largo rol  que nos ocuparía excesivo espacio  citar  aquí, amén de que la memoria casi no alcanzaría a ello.

            La noche que finalizaron los recitales acudió al Hotel Colón un grupo  de amigos del rapsoda que en el Holl del mismo hicieron tertulia con él. Recuerdo que me causó una enorme impresión el torero Gitanillo de Triana (compadre de Manolete que actuaba con él la tarde que el toro Islero acabó con su vida en Linares) venciendo la pena se arrancó con unos cantes, a cuyos sones, su propia esposa, Pastora, hija de Pastora Imperio, bailó con el genio y el arte despabilado de forma genial. “De casta...” Eran ya como las tres de la madrugada, cuando el maître del hotel se acerca al grupo para decirle que un general del ejército que dormía a no  mucha distancia les rogaba cesara ya el jaleo pues no podía dormir. Fue Arruza quien,   un poco sobrado de tequila con soda cometió la fatal indiscreción: “Maniiito, dile al generalito que si no calla él le voy a badirelleaaaar” El silencio fue casi funeral; mis paisanos Antonio Rodriguez y Enrique Marín que conmigo estaban sentado en el mismo estrecho sofá temblaban de miedo porque la cara y los gestos del maître no barruntaban nada bonancible.

            En efecto, no necesitó el maître llevar el recado: Una puerta que se abre por una mano evidentemente airada y, un señor de cómo cincuenta años que en batín y pijama sale por ella hacia nosotros inquiriendo con voz de general en mando: “¿Donde está el pedazo de cabrón que me va a badirellear...?” Pero..., de pronto, le interrumpe  una voz en tono familiar: “¡¡Mi generaaal!!, y, el ya teniente General, Asensio, que de él se trataba, vuelve la mirada y reconoce a quien le llama, ya de pie hacia él: ¡Pero..., si es  Pepe González Marín; cómo  he sentido no haber podido asistir a sus recitales...!  González Marín le presentó  a los concurrentes y, al llegar a Arruza dijo en tono irónico: “El banderillero de mentirijillas y enorme torero, Carlos Arruza...”  Pepe González Marín añadió: “Mi general, estamos ahogando en arte la pena que nos embarga por la muerte de nuestro amigo, Manolete y, ahora me toca recitar el poema elegíaco que el  poeta, Adriano del Valle ha compuesto en honor de él y que acabo de estrenar aquí en Sevilla, le invito a escucharlo y, mañana será otro día...(1)”   “Vale-- dijo el General--, no esperaba yo terminar la noche de forma tan  grata...,” Velada, que se prolongó hasta las claritas del día. Arruza prometió llevar un cirio a la Macarena de Triana.