viernes, 29 de abril de 2022

 

LOS DESTINOS DE LOS PUEBLOS

            Todos los pueblos, con contadas excepciones,  viven a la sombre del árbol de su historia, que suele hincar sus raíces en la oscura  profundidad de la noche de los tiempos.

            Unos cuentan con una historia  harto enjundiosa y prolija en hitos gloriosos (caso de Cártama en una época ya lejana), otros menos, según la categoría, prez y fama que les imprimen esas minorías de hijos preclaros que se han distinguido en alguna rama del saber, del arte o con su esclarecida y  modélica manera de entender y vivir su  existencia.  Son como esos  faros de radiante e intensa luz con la que en las noches brumosas y tempestades  terroríficas de los mares, alumbran y señalan  el rumbo   a seguir en sus singladuras  hasta llegar a los respectivos puertos de destino.   

            Y también  es la masa global de hombres y mujeres de los pueblos, la que debe premiar y alentar a estas minorías señeras  a seguir siendo los  espejos en que se puedan mirar las gentes del común.

Y no es en absoluto de recibo por el perjuicio que ocasionan a la imagen cultural y ética del pueblo en que  ocurra (un ejemplo indubitable lo tenemos en  Cártama)  que sean los propios alcaldes  con la anuencia mamandúrrica de y algún que otro conmilitón advenedizo, de dentro (que son los peores)  o de fuera, quienes hagan de palmeros a dichos ediles mayores, que temen patológicamente que la gente de pro, incluso en la memoria por estar ya muerto, le hagan sombra. Son casos clínicos pero de difícil solución porque el cargo les da patentes truhanescas.