sábado, 19 de junio de 2010

CARACOLAS CHIVATAS DEL "PEÑONCILLO"

Caracola ribereña que ha muchos años me regaló mi abuelo materno, Antonio Luque, "Canito" .

Todos los aborígenes cartameños recordamos, o sabemos, que bajo los cimientos y el asfalto de la actual urbanización, "Atalaya de Cártama" --en mis adentros me aferro a su ancestral apelativo, "El Peñoncillo", ¿quien se cargaría tan hermoso topónimo?-- , laten atávicos ecos del pasado más remoto (allí están dando fe de ello aún las cuevas prehistóricas), y alientan rumores de nuestra muy próxima y entrañable intrahistoria, incluidas las chácharas inefables de los pajarillos monteros y los vegueños que nor remontan en el recuerdo a felices y bucólicos tiempos de la niñez. Pero no vamos hoy por esos derroteros de saudade, sino a recuperar una antañosa gesta con mucho de verosimilitud y algo de leyenda. Las leyendas tienen siempre un punto de ignición real, amén del enorme valor poético que en todo caso entrañan como orla de la mismidad de los pueblos.

Ya quedó relatada en otra página de este blok (ya se que hoy se dice de otra manera, pero menda nació antes de la guerra), la batalla entra las huestes francesas del general Marasain y las españolas del español Ballesteros. Los franceses derrotados y con su general malherido, en su retirada por el camino de Almotaje, creyendo que probablemente el general español les perseguiría, prepararon a éste una emboscada, precísamente en la intrincada orografía de "El Peñoncillo" y aledaños. Junto al camino existían entonces enormes algarrobos en cuya espesa fronda los franceses pusieron los vigías que debían avisar de la llegada de los españoles,

De pronto, invadió el espacio un enorme estruendo de caracolas que acojonaron a los gabachos napoleónicos, al ver que su trampa había sido descubierta por los esquilmeros de las viñas y pegujales que festoneaban el camino. Eran las caracolas centinelas de los ribereños capensinos guadalhorzanos, que lo mismo que alertaron al zorro general español que por ello, dicen, no cayó en la trampa, acojonaron a Marasain y los suyos, que hubieron de decir "pies para qué os quiero", y llegaron corriendo al Puente del Rey, cabe Zapata, en donde se parapetaron.