EL IMPERIO DE ORIENTE
La difusión
de la nueva y revolucionaria doctrina (que sigue siéndolo en sus fundamentos
eternos) llevó a Roma a abandonar su
política general de tolerancia, o indiferencia
ante otras religiones, para lanzarse a perseguir a los cristianos. Pero el cristianismo, demostrado está, era
indestructible; sus maestros se esparcieron por todo el Imperio y allende las
fronteras penetrando, incluso, en el mundo bárbaro, más allá del Danubio.
Tres
siglos después del nacimiento de Cristo,
pobre entre los pobres, la persecución alcanzó su paroxismo. El emperador
Dioclesiano ordenó la destrucción de todos los templos y de los libros sagrados, la
ejecución de sus adeptos, casi siempre en forma de martirio, y la
confiscación de sus propiedades en todo
el Imperio. Persecución que se ha ido repitiendo a lo largo de los siglos en
momentos más o menos puntuales, siendo un ejemplo de ello el hecho histórico de la
II Repúplica Española y Guerra incivil
subsiguiente.
En la
medida que el cristianismo iba difundiéndose, el poder de Roma se debilitaba.
Su parte oriental, que siempre había permanecido esencialmente griega, se separó
del occidente latinizado durante el reinado de Dioclesiano (284-305 D.c). La
ciudad de Bizancio, fortaleza casi inexpugnable que dominaba la entrada del mar
Negro y, en consecuencia, muchas de las antiguas rutas comerciales, iba
situándose en el lugar de Roma como capital del decadente Imperio.
En el 328
de nuestra Era, Constantino, que después de un periodo de anarquía había sucedido a Diocleciano en el trono imperial, erigió como capital a
Bizamcio, la cual, aunque llamada Nueva Roma, pasó a denominarse
CONSTANTINOPLA.
En 337,
Constantino el Grande, hijo de Elena, mujer nacida en Gran Bretaña, realizó un
cambio aún más revolucionario: Recibió el
bautismo, y se convirtió al Cristianismo,
ordenando de inmediato el cese de las persecuciones y, adoptó la religión cristiana como la del Imperio. Este paso
constituyó un hito de suma trascendencia
en la Historia
de la religión cristiana y de la humanidad.
Mientras,
la organización de la Iglesia
cristiana creaba gradualmente una nueva
fuerza UNIFICADORA en la cristiandad occidental, y, el Imperio, seguía
desintegrándose rápidamente, debilitándose desde el interior, no por causas ajenas, sino por la corrupción,
la codicia y las rivalidades de sus magistrados... fenómeno destructivo de
pueblos y civilizaciones que se ha ido repitiendo a lo largo de la Historia Universal.
Ojalá que, por el bien de nuestros hijos, lo que estamos hoy viviendo en España y Europa no sea una crisis de valores de tan graves consecuencias. Ojalá..
Próxima
entrega: “LA EVOLUCIÓN DE
LA CRISTIANDAD ”