lunes, 22 de julio de 2013

CRISTIANISMO E HISTORIA (II)

                                                      

                                                         EL IMPERIO DE ORIENTE 


            La difusión de la nueva y revolucionaria doctrina (que sigue siéndolo en sus fundamentos eternos)  llevó a Roma a abandonar su política general de tolerancia, o indiferencia   ante otras religiones, para lanzarse a perseguir a los cristianos.  Pero el cristianismo, demostrado está, era indestructible; sus maestros se esparcieron por todo el Imperio y allende las fronteras penetrando, incluso, en el mundo bárbaro, más allá del Danubio. 

            Tres siglos después del nacimiento de  Cristo, pobre entre los pobres, la persecución alcanzó su paroxismo. El emperador Dioclesiano ordenó  la destrucción de todos los templos y de los libros sagrados, la ejecución de  sus adeptos, casi siempre en forma de martirio, y la confiscación de  sus propiedades en todo el Imperio. Persecución que se ha ido repitiendo a lo largo de los siglos en momentos más o menos puntuales, siendo un ejemplo de ello el hecho histórico de la II Repúplica Española y Guerra incivil subsiguiente.

            En la medida que el cristianismo iba difundiéndose, el poder de Roma se debilitaba. Su parte oriental, que siempre había permanecido esencialmente griega, se separó del occidente latinizado durante el reinado de Dioclesiano (284-305 D.c). La ciudad de Bizancio, fortaleza casi inexpugnable que dominaba la entrada del mar Negro y, en consecuencia, muchas de las antiguas rutas comerciales, iba situándose en el lugar de Roma como capital del decadente Imperio.

            En el 328 de nuestra Era, Constantino, que después de un periodo de anarquía  había sucedido a Diocleciano  en el trono imperial, erigió como capital a Bizamcio, la cual, aunque llamada Nueva Roma, pasó a denominarse CONSTANTINOPLA.

            En 337, Constantino el Grande, hijo de Elena, mujer nacida en Gran Bretaña, realizó un cambio aún más revolucionario: Recibió el bautismo, y se convirtió al  Cristianismo, ordenando de inmediato el cese de las persecuciones y, adoptó la religión cristiana como la del Imperio. Este paso constituyó un hito de suma trascendencia  en la Historia de la religión cristiana y de la humanidad.

            Mientras, la organización de la Iglesia cristiana creaba gradualmente una nueva  fuerza UNIFICADORA  en la cristiandad occidental, y, el Imperio, seguía desintegrándose rápidamente,  debilitándose desde el interior,  no por causas ajenas, sino por la corrupción, la codicia y las rivalidades de sus magistrados... fenómeno destructivo de pueblos y civilizaciones que se ha ido repitiendo a lo largo de la Historia Universal. Ojalá que, por el bien de nuestros hijos,  lo que estamos hoy viviendo en España y Europa  no sea una crisis de valores de tan graves consecuencias. Ojalá..


            Próxima entrega: “LA EVOLUCIÓN DE LA CRISTIANDAD