La imposibilidad de probar que Dios existe, es la mejor prueba de su existencia (La Bruyere)
Desde
tiempos inmemoriales (abril 1.485) Cártama ama a la Virgen María en su advocación patronal, de Los Remedios. Como no
es posible amarla a Ella sin, con mayor razón, amar a su Hijo, de ello se
concluye que Cártama es un pueblo cristiano. Incluso, en un tiempo, fue famosa
villa levítica.
Al hilo de
tal propuesta, resulta pertinente recordar el papel que el cristianismo ha tenido en nuestra
cultura occidental. Me inspiro, entre otros,
en textos de James Mainwarig. Rehúyo así, siguiendo mi norma, el aportar
y parar mientes en temas triviales y endebles en cualquiera de los temas que en
este mi blog ofrezca a mis amables lectores.
A ello voy
a dedicar algunas entregas de este blog, en la seguridad de que a algunos de
mis lectores les puede interesar el tema, tan rehusado hoy en virtud de la
oposición explícita de residuales ideologías contrapuestas que rehúsan convivir
con otras más nobles que ellas, que
incluso, en lo que suponen de cultura humanística, las supera con creces: ¿Qué
poeta, pensador, escultor, pintor, exégeta, ensayista, músico, etc, no ha
tenido como inspiración de sus más sublimes creaciones en el eterno drama de Belén al Gólgota?
Dicho sea
de antemano, que no es este un relato de hitos evangélicos, por otro lado de
todos conocidos, sino una humilde y serena reflexión sobre la incidencia del
cristianismo en la historia de la humanidad, en especial de occidente y su
formación hasta llegar al estado en que le conocemos hoy. Grecia, Roma y
Cristianismo son los tres pilares en que se soporta la cultura occidental, es
decir, Europa.
I
PROGRESO DEL CRISTIANISMO
Las
enseñanzas de Cristo ofrecieron un ideal a la conducta humana que ha hecho más
para revolucionar el concepto que el hombre poseía de sí mismo y de sus
relaciones humanas, que cualquier otro acontecimiento en la historia de la
humanidad.
Una
doctrina de universal fraternidad que
predica el amor, el perdón, la amistad como móviles supremos para el proceder
del hombre, y, condena el egoísmo y la codicia (raíz de todos los males), es,
ciertamente, revolucionaria como ninguna otra; tanto, que fue instaurada
hace más de dos mil años y pese a las
puntuales debilidades de algunos
servidores de su Iglesia (como humanos que son), se mantiene operante
y pujante en las conciencias y
conductas de miles de millones de
seguidores en todo el orbe.
Ciertamente, en esos dos mil años han ido cayendo doctrinas, sistemas políticos cuales, por señalar algunos ejemplos, marxismo,
comunismo, socialismo, dictaduras, etc.
Puede que a muchos actuales seguidores del
novedoso laicismo recalcitrante, e incluso extremoso y violento (que en
realidad de verdad solapa otros designios más o menos rasposos a la razón
ecuánime), al nihilismo pasota, a la filosofía del bienestar depredador e
irresponsable, al positivismo, al relativismo, etc, no guste. Y, hasta lo persigue más o menos abiertamente, si no con la quema, sí con una
desproporcionada dialéctica trasnochada.
¿Cómo le va
a pasar serenamente indiferente a todas estas fobias políticas una doctrina
dirigida a los corazones sencillos y a las mentes claras que dice: No matar
(ajusten la cuenta de los niños que a diario se matan en el vientre de la
madre), no robar, no mentir (Dios, ¡no mentir, no robar!...), no quiera para
otro lo que no quieras para ti. Y, dar de comer al hambriento, vestir al
desnudo, corregir al que yerra (no engañarlo más), redimir al cautivo...?
La próxima entrega: "EL IMPERIO DE ORIENTE,CONSTANTINO"